¡VAYA DÍA DEL PADRE!
Por Sara Lagos
Este 19 de marzo, Día del Padre, de San José, de los Pepes y las Pepas, la provincia almeriense, Andalucía y la gente sensible de este país se mantienen en estado de shock después del grave asesinato por violencia vicaria de las niñas de Gérgal a manos de su propio padre el pasado domingo.
La conmoción generalizada no se sentía así desde que Tomás Gimeno Casañas, en abril de 2021, asesinara a sus hijas Anna y Olivia en Tenerife, después de que su madre hubiese denunciado su desaparición. Otro repugnante caso de violencia vicaria que convirtió a Gimeno en el hombre más odiado de este país hasta que lo dieron por muerto después de un par de meses.
La violencia vicaria volvió a sacudirnos también el pasado mes de noviembre. Sucedió en la sierra de Urbasa, en Pamplona, donde Txetxo Apestegui se tiró al vacío abrazando a su hijo Mateo, de 7 años, para causar el peor daño posible a la madre del pequeño. Ambos fueron encontrados muertos en la base del barranco conocido como Balcón de Pilatos.
Precisamente hoy, 19 de marzo, esta violencia contra los menores, sea para hacer daño a sus madres o por las incomprensibles razones que puedan ocultar los agresores, simbólicamente también se rechaza con la celebración del Día de San José. Un santo considerado «modelo de padre en la familia cristiana, humilde y trabajadora» que da nombe en nuestro país a la festividad del «Día del Padre» desde 1948, por iniciativa de la profesora madrileña Manuela Vicente Ferrero -«Nely»– quien decidió celebrar en su escuela de la Dehesa de la Villa, una jornada festiva para agasajar a los padres de sus alumnas como complemento al Día de la Madre porque «los padres también quieren a sus hijos».
La figura de San José, padre de Jesús, está considerada bíblicamente como la cara opuesta de Herodes El Grande, el rey de Judea que ordenó la conocida como «Matanza de los Inocentes» cuando fue informado de que había nacido el Mesías hace ahora más de 2.000 años.
En un intento de acabar con Jesús, al que los sabios llamaban «El rey de los judíos» el feroz Herodes mandó matar a todos los bebés menores de dos años nacidos en Belén. Se cumplió así lo dicho por el profeta Jeremías:
Una voz se oyó en Ramá,
llanto y lamento grande:
es Raquel que llora por sus hijos,
y no admite consuelo,
porque ya no existen.
El valiente San José, siempre según las Escrituras, inició entonces con la Virgen María y el Niño la travesía conocida como «Huida a Egipto», para evitar las garras del sanguiario rey. Un largo y peligroso viaje que igualmente simbolizó las dificultades de la emigración y los obstáculos que suponen llegar a un país extranjero, sin dinero y sin conocer la lengua.
En nuestro país y buena parte de sudamérica, José de Nazaret, el padre y el santo de los Pepes y Pepas representa, cada 19 de marzo, la humanidad y la valentía frente a la crueldad y la cobardía de Herodes, símbolo de la agresión a menores.
La ineludible «Huida a Egipto» del santo, puntualmente planteada para evitar la violencia contra los menores, le dió resultado a su familia y a las que iniciaron periplos similares para salvar a sus bebés, pero ni que decir tiene que dista tanto como dos siglos de ser la solución actual al mismo problema. Si hemos llegado al siglo XXI ha sido a base de mucho sufrimiento, lucha, ciencia, debates, métodos, teorías y aún más recursos que, en teoría, nos permitirían pensar que hoy sí se puede acabar con el daño a inocentes. Pero la práctica, como demuestra el caso de las niñas de Gérgal, de Tenerife o de Mateo en Navarra, demuestra que seguimos lejos de conseguirlo. Y es que, cuando el machismo se alía con las maldiciones bíblicas, todas las cuadrillas de ángeles son pocas para combatir la inhumana violencia que desata.