
MIS LIBROS
Por Paula Gómez Rosado

De pequeña, me regalaron una maravillosa edición infantil de “Las mil y una noche”. ¡Cómo
disfruté de su lectura! Y me enamoré de personajes como Aladino y otros personajes. Pero sobre
todo descubrí que había otras culturas que me gustaría conocer.
Entonces soñaba con visitar lugares lejanos. Me embarqué con Peter Pan hacia el País de
Nuca Jamás, recorrí el Missisipi de la mano de Tom Sewyers, viajé por todo el mundo con Phileas
Fogg, navegué por los mares con Simbad e incluso subí al espacio con el Principito.
Esos viajes a través de los libros comenzaron a preocupar en casa porque yo no quería
ser una niña y protestaba cuando me lo llamaban. ¡Era demasiado aburrido!. Yo quería ser como
los niños de mi pueblo, que no tenían miedo y estaban todo el día en la calle o en el campo sin
que nadie les dijera que ayudaran en casa, que fueran buenos o que tuviesen cuidado.
Soñaba con vivir grandes aventuras y para prepararme salté arroyos hasta caer en el fango vestida de domingo, escalé muros de piedra y logré algunos chichones, subí a los árboles del
vecino y coseché muchas riñas…

No perdí el miedo, pero me hice su amiga y ya nos tratábamos desde la complicidad que
genera la confianza. Entonces, salí de casa y empecé a descubrir otros libros de aventuras distintas e igual de interesantes. Logré conocer a Celia y empecé a dar la lata con mis continuas preguntas y mis reflexiones cuestionándolo todo, como escribiera Elena Fortún; descubrí a Matilda
desde aquella biblioteca de mi pueblo que tenía un balcón a la plaza y a mí me abrió, como a la
protagonista de la novela de Roald Dahl, una ventana a otros mundos; o aprendí de Pippi Längstrump porque me dio ideas de muchas y divertidas a la vez que interesantes aventuras.

Y con ellas, me reconcilié conmigo y me volví exploradora de otros libros y la vida para poco más tarde descubrir a Mary Wollstonecraft, su “Vindicación de los derechos de las mujeres” me
enseñó que tenía “derecho a tener derechos” y necesitaba conseguirlos, empezando por la formación como vía para alcanzar la igualdad. También a Virginia Wolf que me convenció para tener
“Una habitación propia”, la mía llena de libros, y un trabajo que me permitiera ganar al menos esos
cien peniques que permiten vivir sin ayuda ni carencias. Conocí a Simone de Beauvoir y con “El
segundo sexo” comprendí que tenía que deconstruirme porque no era la naturaleza, sino que me
habían hecho a conciencia una mujer sufriente y complaciente. Entonces, me desnudé de la culpa, me deshice de la ley del agrado y me empoderé. Katte Millet en “Política sexual” me descubrió
el malestar sin nombre y comprendí que no era solo mi problema.
Seguí leyendo y conocí autoras tan antiguas como Christine de Pizan y su libro “La ciudad
de las damas” me impulsó a encontrarme con otras mujeres para tejer redes y firmar alianzas; Betty Friedan con “La mística de le feminidad” me sirvió para descubrir todos los estereotipos en los
que había caído y, como papeles inútiles, irlos dejando en las papeleras y Naomi Wolf me hizo reconocer todas las trampas del “Mito de la belleza”.

A la vez me fui encontrando con las pensadoras españolas que nos abrían caminos para
transitar en lo personal y en lo social y político. Celia Amorós con su obra “Hacia una crítica de la
razón patriarcal” en la que nos conmina a deconstruir el patriarcado además de hacer un análisis
del feminismo. Elena Simón y sus libros me enseñaron a trabajar la igualdad en las aulas, destaco
sobre este tema “La igualdad también se aprende. Cuestión de coeducación” en el que hace un
repaso desde la escuela tradicional sexista a los cambios que se necesitan para educar en y para
la equidad, con unos anexos prácticos de cómo trabajar para superar el sexismo en la escuela.
Conocimos a Fina Sanz que nos hizo ver el otro lado de las relaciones eróticas y amorosas con
sus libros “Psicoerotismo femenino y masculino” y “Los vínculos amorosos” con lo que descubrimos que había otras formas de relacionarse y vivir la sexualidad más democráticas y placenteras.
Por último, de esta etapa, destaco un pequeño libro de María Ángeles Durán cuyo título lo dice todo “La jornada interminable” hace un análisis de la economía y el trabajo, para terminar profundizando en las jornadas interminables de las mujeres. Hemos avanzado, pero sigue existiendo una
desigualdad visible en los usos del tiempo.

Y seguí encontrando estudiosas estupendas que me abrían puertas a un mundo más centrado en los cuidados. Con Coral Herrera y su “Dueña de mi amor” me alejé definitivamente del
amor romántico y sus trampas; Miguel Lorente puso la violencia de género en primera plana con
“Agresión de la mujer: realidades y mitos” en la que incluye la famosa frase, como ejemplo de la
perversidad del trato desigual en la pareja, “Mi marido me pega lo normal”; Teresa del Valle y su
obra “Andamios para una nueva ciudad” no sólo respondió a mis dudas sobre arquitectura y urbanismo, sino que fue mucho más allá haciendo un análisis completo del espacio público/privado y
da un repaso al callejero o los monumentos de la ciudad; en “Ética para Celia” Ana de Miguel le da
la vuelta a los grandes pensamientos y pensadores de la filosofía de todos los tiempos con mirada
feminista; Alicia Puleo en “Claves ecofeministas” con el sugerente subtítulo “Para mujeres que
aman a la Tierra y a los animales” , a partir del Jardín de Epicuro y partiendo del concepto ecofeminista del cuidado en el centro, en cuatro capítulos nos habla de: interculturalidad y sororidad, los cuerpos y la libertad, el valor del cuidado y la salud o los animales; Rosa María Rodríguez Magda
en “La mujer molesta” reivindica la necesidad de seguir siendo molestas, de que avanzar como
colectivo de mujeres supone incomodar si no renunciamos a reivindicar el “nosotras”; Marta Sanz
en su libro “Monstruas y centauras” hacen una reflexión sobre el lenguaje y da un repaso desde
de donde venimos y centrándose en los distintos aspectos del lenguaje incluyendo lenguaje, publicidad, información y las mujeres de letras y escritoras; termino este apartado con “Guardar la casa y cerrar la boca” de Clara y Janés, nos descubre la literatura escrita por mujeres a la vez que hace
un repaso feminista al canom.

No queda aquí mi periplo por ese largo y ancho mar de los libros que me han llevado a
avanzar en feminismo, he descubierto a mujeres que me enseñaron a elegir caminos libres de machismo, misoginia y desigualdades diversas como…. Chimamanda Ngozi con su breve, pero completo libro “Todos deberíamos ser feministas” que me dio argumentos para defender mi feminismo y me hizo ver que mi lucha era la de otras mujeres en todos los lugares del mundo; Najat El Hachmi con “El lunes nos querrán” que me dio una visión más amplia del feminismo porque me hizo
ver la realidad de la doble discriminación de las mujeres racializadas y sus dificultades para bien
vivir entre dos culturas; Leila Slimani con “Sexos y mentiras” me descubrió que nuestra sexualidad
con sus miedos y dudas no se diferencia mucho de la de las mujeres marroquíes que entrevista.

Y termino con unas cuantas novelas: Emilia Pardo Bazán escribió la primera novela sobre
las obreras para lo que estuvo yendo a diario a tabacalera en Coruña con su hijo pequeño para
compartir un tiempo con las cigarreras y de ahí salió “La tribuna”, cigarrera, sindicalista y política;
otra novela sobre el tema de las mujeres trabajadoras es “Tea Rooms” de Luisa Carnés, una de
las olvidadas de la generación del 27, que habla de las mujeres empleadas en una cafetería durante los años treinta del siglo XX.
Y paso a las actuales para no alargarme mucho: Annie Ernaux en su novela “El acontecimiento” cuenta el aborto propio que no difiere mucho del sufrido por mujeres de todos los continentes con esa mezcla de emociones característicos y todo lo que lo rodea. Cristina Morales en “Lectura fácil” nos narra con detalle y originalidad en la estructura y el lenguaje el esfuerzo de tres mujeres diagnosticadas con distintos grados de discapacidad por lograr tener una vida autónoma sin tutorización ni familiar ni institucional. Y para terminar. “Europa”, novela de Cristina Cerrada
que cuenta con toda su crudeza la violencia que recibe una mujer en un país en guerra y como la
huida y el exilio sigue siendo un camino tortuoso en el que es igualmente víctima por el hecho de
ser mujer.

De poesía elijo algunas de mis joyas: “Ítaca” de Francisca Aguirre que habla de la soledad
de Penélope. De ella tambien una novela corta “Que planche Rosa Luxemburgo”. De Juana Castro, toda su obra está impregnada de feminismo pero destaco “Del color de los ríos” porque fue el
primero que leí y me impactó su poesía feminista; Ángeles Mora toda su poesía tiene referentes
feministas, pero me quedo con “Soñar con bicicletas”, la que no pudo tener en la infancia por ser
niña. De Gioconda Belli y ese empoderamiento femenino/feminista de “El ojo de la mujer” entre
otros títulos. No sigo, pero hay mucho desde Carolina Coronado o Rosalía de Castro como pioneras, Alfonsina Storni u otras más jóvenes pero consagradas como Elena Medel o Aurora Luque.
Es una selección corta, nada nuevo para las muy lectoras y no pretendo cansar a nadie,
solo intento rescatar obras que, aunque algunas quizás puedan parecer superadas, merecen el reconocimiento por lo que supusieron en su día. Y no hablo de libros recientes porque resultan más
asequibles a cualquiera que tenga interés.
Con esta pequeña muestra de algunos títulos que me han ido construyendo el feminismo
en el que creo, espero que descubráis alguno nuevo y os resulte útil porque ser feminista es una
convicción que implica actitudes y acciones, pero es imprescindible que se alimente de una buena
formación teórica para caminar con paso seguro y objetivos claros.
FELIZ DÍA DEL LIBRO

Paula Gómez Rosado es escritora.