tercer aniversario de la muerte de carmen alborch
Hoy se han cumplido tres años del fallecimiento de Carmen Alborch, (Castellón de Rugat, Valencia; 31 de octubre de 1947-Valencia, 24 de octubre de 2018). Escritora, política, senadora socialista y feminista, fue ministra de Cultura durante la V Legislatura, la última del gobierno de Felipe González. Su amiga y compañera de partido, Amparo Rubiales, escribía esto sobre ella en su libro, «Al Amparo del feminismo» (Edit. Renacimiento, 2021).
Por Amparo Rubiales.
La última de mis Cármenes muerta es la que durante más años y más profundamente ha sido mi amiga. Carmen Alborch para mí es otra cosa. La conocí poco antes de que fuera Ministra, pero la política y el feminismo nos unió para siempre. Carmen no era mi amiga, era mi “prima”. Supe el significado que ella le daba a esta palabra desde un día en el que, siendo las dos diputadas, coincidimos en un “relevante” acto de mujeres, organizado para a apoyar a una política, de cuyo nombre no quiero acordarme.. Aunque hoy sí lo diría, no lo hago, por respeto a la memoria de Carmen, que no sé si le gustaría que lo hiciera, ya que a ella no le gustaba hacer daño a nadie. A Carmen le gustaba todo el mundo, me decía, “soy muy facilona”, cosa que, por otra parte, no era cierta. Pues bien, en aquel acto se me acercó al oído y me dijo: “esta no es prima”. La miro sin entender que quería decir y me responde: “No me gusta. Y las mujeres que no me gustan, no son primas”. Desde aquel día, ya lejano, nosotras fuimos primas para siempre, bueno a mí me distinguía todavía más y me llamaba “superprima”.
Si de todas me cuesta trabajo escribir, hacerlo de ella, me parte el alma. Me limito a recordar lo que escribí para El País el 30 de octubre de 2018, el día antes de que hubiera cumplido 70 años. Lo titule “La alegría como resistencia” y decía:
El 31 de octubre, Carmen Alborch hubiera cumplido años; yo cumplí, dos más que ella, el 20 de este mes; lo íbamos a celebrar sus amigas juntas un día intermedio, entre el 20 y el 31, pero no pudo ser; «el intruso» no la perdonó y se nos murió unos días antes. Fuimos, huérfanas, a Valencia, a una incineración modélica, hecha en una gran intimidad, por deseo de su admirable familia, «que supone para mí», escribe en Solas, «un soporte esencial en mi vida». Mientras, el resto de la ciudadanía lloraba y expresaba, de diversas maneras, la admiración y el cariño que su persona y su vida han despertado.
Nos quedamos un día más en su ciudad, Valencia, sin la que a Carmen no se la entendería porque, aunque era muy cosmopolita y le gustaba cualquier lugar del mundo, preferentemente Italia, juntas hemos recorrido muchos países, su raíz valenciana formaba parte de ella de manera indiscutible. Con Cipriá Ciscar, su «descubridor» y amigo del alma, nos dedicamos a pasear por su ciudad y a comer una paella en un restaurante frente al mar, su mar, el Mediterráneo, como habíamos planeado tantas veces hacerlo con ella. El último whatsapp que tenemos suyo es del 21 de octubre, en respuesta a una foto con mis hij@s y niet@s soplando las velas de mi cumpleaños: «Soplo desde aquí. Seguro que ha sido estupendo, prima». A los tres días nos dejó, más rápidamente de lo que suponíamos; yo siempre creí que ella podría al «intruso», que es como denominaba al maldito cáncer que padecía.
Hemos estado con su maravillosa familia, con sus amigos y amigas más cercanos, mientras las redes y los mensajes nos acosaban, pero nos hemos dedicado a ella y a su recuerdo, tristes, pero muy contentas de formar parte de ese gran ejército de amigas y amigos, admiradores y admiradoras, de ese prodigio de mujer que fue nuestra Carmen: La alegría de vivir, como se llamará su último libro, en el que seguía trabajando siempre que podía.
Mucho, muchísimo, se ha escrito de ella en estos días, todo positivo, porque era carismática, alegre, sonriente, diferente, además de feminista y socialista hasta la médula. En su primer libro, al que ya he hecho referencia, Solas, un éxito editorial impresionante, publicado el último año del siglo pasado, ya define claramente su filosofía de vida; es un tratado de feminismo tan importante, me atrevo a decir hoy, como fue El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, del que Carmen dice que, cuando lo leyó, «se abrió una nueva perspectiva en mi vida, pocas mujeres han influido a tantas mujeres de generaciones posteriores». Pues hoy, creo que con Carmen ha pasado lo mismo. Sé que son libros distintos, que las comparaciones son odiosas y todas esas cosas, pero también digo que Solas. Gozos y sombras de una manera de vivir, tampoco tiene desperdicio y que ha servido y sirve, mucho, para el feminismo y las feministas del siglo XXI, ese feminismo que ya es intergeneracional y al que tanto Carmen ha contribuido.
En el maravilloso discurso que pronunció el 23 de octubre de 2017 al recibir la Medalla de la Universidad de Valencia, cuya lectura recomiendo vivamente, dice: “También tengo que confesaros una feliz coincidencia, voy a cumplir setenta años y quizás sea el momento de plantearme la edad como aventura como nos propone Betty Friedan. En cualquier caso, siento que si hay algo que celebrar es la vida misma. Es un buen momento para rebobinar y mira hacia atrás. Estar en paz con el pasado, tener nuevas metas y proyectos, combinar la humildad y la sabiduría, procurar estar en forma para aprovechar lo más hermoso de esta época”.
“Gracias también a todas las personas que me han mostrado sus cariños y su apoyo, en momentos difíciles, momentos en los que me he sentido más vulnerable. Aprovecho esta ocasión para agradecer el cuidado, el buen trato. Me habéis ayudado a sonreír ante el dolor que es la forma de neutralizar su veneno. También aprendemos de quienes nos curan y de quienes nos acompañan. Aprender es uno de los más importantes estímulos vitales”.
“Me siento afortunada de pertenecer una generación que tuvo la oportunidad de trabajar con entusiasmo, con un fuerte sentido de lo público. Luchamos contra la dictadura, por la democracia, para cambiar la Universidad, cambiar el mundo”.
El profundo secreto de la alegría es la resistencia, y así lo practicó hasta su último suspiro. Prima, seguirás cumpliendo años con todas nosotras, tantas como te queremos, con el legado de tus libros, de tu feminismo, de tus conferencias, de tus rotundas opiniones, de tu persona esa, que, ciertamente, eres única e irrepetible, para las que hemos tenido la inmensa suerte de ser tus amigas, tantas amigas y “amigotas”.
Amparo Rubiales Torrejón es feminista, abogada, doctora en Derecho y política (PSOE).