PROSIGO EN SUS NOMBRES
Por Paula Gómez Rosado
Mi abuela digería a solas sus dolores
andaba por la calle con la armadura puesta
la cabeza cubierta y la boca cerrada
para comer la parte del mundo que iba hallando
y traer a su casa un jornal cada día
con las necesidades propias fuera del mapa
donde sí destacaban las de los otros.
El perderse de su mirada sin ser consciente
se volvía rabia que buscaba su canal
el que tenía a mano
el que tornó en afecto
que sin dosis de azúcar siempre proporcionaba
con esmerado cuido y las palabras medidas.
Jornalera andaluza por escasos reales
al frío del invierno y al sol que abrasa y duele.
A la vuelta esperaban las cargas del cuidado
sin más manos que aquellas al final de sus brazos
sin más vida ni sueños que cuanto las paredes
de su humilde vivienda lograban ofrecerle.
Mi madre heredó de ella en sus primeros años
las tablas de preceptos colgadas a su espalda
mas logró abrir los ojos y ver distintos mundos.
Aquella rebeldía que se gestó en silencio
se convirtió en empuje para pequeños logros
que fueron aumentando y gozaba orgullosa:
un café con amigas
un monedero propio
relevo en la cocina durante los festivos
y tener su voz peso en la mesa camilla
donde se decidían asuntos familiares.
Proseguía segura por un camino nuevo
que me holló sin descanso para que yo pudiera
escapar de la jaula y volar a mi aire.
Por eso solo puedo mostrar mi gratitud
e impedir que ya nadie me haga retroceder
porque llevo conmigo siempre el bote de lágrimas
que todas mis ancestras echaron al buscar
a veces sin lograrlo una habitación propia.
Con memoria en ellas
con gratitud sincera
y con las esperanzas en las que han de venir
prosigo cada día mi más sorora marcha
sin retroceder nunca ni echarme a descansar.
Quiero seguir abriendo las sendas que se ocultan
todavía en la selva para que no lleguemos
al Dorado que otros privilegiados gozan.
Paula Gómez Rosado es escritora y feminista