CANON LITERARIO Y GÉNERO
«La literatura sigue teniendo predominancia de autores. Si observamos los grandes premios, desde el Nobel (de 117 galardonados hasta 2020, sólo 16 eran mujeres) hasta el Planeta (19 mujeres frente a 52 hombres), el Pulitzer o el Goncourt son más de lo mismo, siempre observamos que el número de ganadores es muy superior al de ganadoras, o lo expuesto sobre la feria de Madrid.»
Por Paula Gómez Rosado
Ha comenzado la feria del Libro de Madrid, a mi parecer, una de las más completas de España por
varios motivos, entre ellos: el recinto amplio con alto número de casetas e inmenso número de firmas, además va desde el 31 de mayo al 16 de junio, 17 días que incluyen tres fines de semana. He ojeado las firmas, lógicamente no puedo por mis pocos medios, hacer un análisis exhaustivo porque el listado es casi infinito, pero he observado dos cosas: una, el número de escritores es del 60% y el de escritoras el 40%, aproximadamente, en el primer fin de semana de feria. Otra, a medida que se acercan las horas de mayor afluencia de público, el número de autores aumenta con respecto al de autoras. Posiblemente no siempre se cumpla, pero alguna diferencia observable se descubre a simple vista.
Y esto me ha hecho reflexionar sobre el canon, que con todas sus posibles críticas, incluso puede ser útil, por ejemplo, a la hora de plantear lecturas obligatorias en educación (IES, facultades) o para orientar a las personas extranjeras que se adentran en el estudio de una lengua. Pero está claro que hay mucho que reflexionar, estudiar y debatir sobre el tema.
Cuando hablamos de canon literario hay que remontarse al origen, ya que es en la Grecia clásica donde encontramos la palabra con el significado de “medida” y es donde surge ese primer intento de destacar un listado de obras y autores por su calidad literaria. Podemos definir, por tanto, el concepto de canon, dentro de lo difícil que es conceptualizar, como un listado de libros que por su calidad literaria se escogen como modelos y se publicita como lo que es imprescindible leer.
En español podemos hablar del “Cancionero General del siglo XV” (1511), recopilación de Hernando del Castillo, como uno de los primeros intentos de un canon. Recoge todas las obras poéticas del siglo XV seleccionadas y solo aparecen nueve autoras con nombre propio y tres damas anónimas, destaca Florencia del Pinar por el número de poemas, calidad y presencia, la única que participó en las justas literarias.
Pero hablemos del canon que a lo largo de la historia siempre se ha impuesto desde arriba en nombre de los valores de las clases y la cultura dominantes. Para comenzar, pienso que podemos hacernos unas preguntas que generalmente van a dar lugar a muchas respuestas, lo que indica la dificultad para elaborar un canon completo, coherente, único y válido que acepte toda la sociedad. Lo que yo me cuestiono:
¿Qué es la cultura?¿Cómo se construye/cómo se impone una cultura? ¿Cultura y lengua van unidas de forma inseparable? ¿Qué es literatura? ¿Qué es la calidad literaria? ¿Qué objetivo tiene una obra literaria? ¿A quién va dirigido el canon y con qué objetivo?
LITERATURA Y CALIDAD LITERARIA
No voy a entrar a responder por lo complejo del tema al concepto de cultura y su relación con la lengua, me interesa centrarme en Literatura y calidad literaria, que es el principio para hablar de lo que realmente me importa: canon y género.
Toda selección es subjetiva e interesada, aunque a veces esa obviedad pase inadvertida. Cuando en 1994 se publica el libro “The Western Canon” (El canon occidental) del autor norteamericano Harold Bloom en el que recoge, según él, las obras de las grandes culturas occidentales que merecen ser leídas y reconocidas, parte de un concepto muy restrictivo propio de la mentalidad tradicional norteamericana que se centra en los valores del capitalismo y el protestantismo como los verdaderos valores universales a transmitir, desde un conocimiento de las obras extranjeras según su influencia en el mundo anglosajón. Estaba clara su idea de preservar la esencia y que no hubiera influencias de la diversidad cultural que entonces empezaba a vislumbrarse, seguir con un canon patriarcal frente al feminismo, centralista y monolítico frente a lo diverso, centrado en lo academicista frente a un concepto más amplio de cultura y capitalista frente a todas las posibilidad de alternativas como el marxismo. Es decir, la cultura del hombre occidental, blanco, rico, conservador que lleva una vida acorde con el buen ciudadano capitalista y cristiano.
Y empezaron a lloverle las críticas como si hubiese hecho otra cosa distinta a lo que se venía pregonando desde la antigüedad.
El canon literario, o de cualquier arte, siempre ha surgido de quienes se consideran con autoridad moral para erigirse en legisladores y a la vez vigías del cumplimiento de la ley y las buenas costumbres, es decir, son jueces y parte.
¿Autoras en Bloon? Ninguna, sean o no feministas, las mujeres escritoras y lo que han elaborado, no sirve. No hay mucho que decir, salvo que sus autores reseñados son los más traducidos y vendidos por grandes editoriales. El canon es la Ley y eso es mucho más importante de lo que parece a primera vista porque, aunque se piense que algo tan simple como que una persona o grupo diga qué le parece mejor para leer, detrás hay todo un tratado ideológico que inculca una forma de pensar, de sentir y de vivir de acuerdo a la norma social imperante. Si todo lo que se lee tiene de fondo una determinada filosofía de vida, eso va a influenciar a la sociedad en los valores, costumbres, estereotipos y todo el simbólico que nos construimos para explicarnos el mundo y conlleva conceptos como lo ético y lo inmoral, lo aceptable y rechazable con todo el peso a la hora de aceptar/rechazar/odiar a personas y grupos.
LA SUJETIVIDAD DEL CANON
Y aquí quería llegar. Porque el canon nunca surge de un debate amplio con resultados consensuados, sino de una persona o grupo que tiene intereses e ideologías concretos y se justifica por la autoridad de quien o quienes hacen la selección o por la calidad literaria de obras o autores. Por tanto, es fruto de la subjetividad y de manera consciente o inconsciente pretende influenciar no sólo en lo que se puede o no leer, sino para mantener un modelo de sociedad que suele ser tradicional y cerrada. Lo que queremos preservar es lo que tiene valor y la forma de ver, pensar y sentir influye en lo que se elige como valioso, las artes en general y la literatura en particular no son excepciones, solo tenemos que observar las autoras que a lo largo de la historia con obras de gran valía literaria han sido invisibilizadas o han sido publicadas a nombre de algunos de sus varones cercanos. El caso más cercano lo tenemos en María Lejárraga.
En Europa, como en todo, nos movemos al son que marca Estados Unidos y, por tanto, son las y los intelectuales e investigadores de sus universidades quienes nos abren caminos por donde explorar. Aquí noha bían existido demasiadas controversias con el canon, no porque no hubiera motivos sino porque no había llegado con la misma fuerza toda su diversidad cultural que cambia nuestra percepción del mundo, pero el libro de Bloom sirvió como revulsivo para empezar a cuestionarse el tema.
Empiezo por un ejemplo de intento de canon, relativamente reciente, el profesor Miguel Ángel Garrido Gallardo (catedrático de la Universidad de Sevilla) presentó una lista de las cien obras escritas en español que consideraba imprescindible leer y cuyo límite fechó en 1962. La lista comenzaba con “El Cantar del Mío Cid” y terminaba con “El Coronel no tiene quien le escriba” de Gabriel García Márquez (artículo en Nueva Revista de Política, Cultura y Arte, 2012). Ni una sola mujer está incluida y haberlas habíalas (ni Sor Juana Inés, ni Rosalía de Castro, ni Emilia Pardo Bazán, ni la premio Nobel Gabriela Mistral, ni ninguna de las componentes de la Generación del 27 o de la generación del 50 como Ángela Figuera o novelistas como Concha Espina o Carmen Laforet. Ninguna mujer merecía el elevado privilegio de estar a la misma altura desus compañeros escritores. El autor de esta propuesta nunca explicó sus criterios para seleccionar una obra, él pensaría que lo avalaba ser catedrático de la Universidad de Sevilla, que tiene su mérito, pero precisamente por su alto grado de conocimientos, sus propuestas tendrían, que venir avalada de un argumentario.
Otro ejemplo de exclusión anterior, que sin ser un canon, cae en el mismo error de imponer algo cerrado y parcial como verdad única e incuestionable, fue la antología de Gerardo Diego (Antología 1915-1931) en su primera edición publicada en 1932, sobre la que después sería llamada Generación del 27, no incluyó a ninguna mujer. Como Concha Méndez se lo recriminó, en la siguiente edición (1934) incluyó a Ernestina de Champourcín y Josefina de la Torre, pero no al resto, entre ellas quedó fuera la gran poeta Concha Méndez.
MUCHO QUE CAMBIAR
Hace unos días escribía al poeta onubense Antonio Orihuela, a cuenta de su libro, que acabo de empezar a leer, “Las sin amo”:
“El canon sigue siendo academicista y masculino, por eso es difícil llegar a conocer todo el talento de quienes se salen de la vía para explorar los márgenes o las afueras. Si además son mujeres que hablan de las cosas que les pasan a las mujeres, quedan ya relegadas al últimos sótano al que nadie baja. Por todo esto, gracias por tu trabajo”.
Es verdad que el canon clásico se va resquebrajando porque se araña su corteza desde distintos puntos, empezando por el trabajo de investigación y análisis literario con perspectiva de género que están haciendo muchas filólogas feministas, o el empuje de las escritoras racializadas o de colectivos minoritarios, las situadas en espacios políticos alternativos, incluso el auge de una literatura más popular que se intenta codear con la llamada “alta literatura” y que tiene su público y su influencia. Pero queda mucho por cambiar para que el canon responda a toda esa diversidad con ofertas atractivas y completas.
Pero está claro que el canon es cambiante, las obras y autoras/autores van por épocas y se ponen de moda a la vez que se dejan obras arrumbadas un tiempo, hasta que cambia de nuevo y son otras las elegidas y otras las castigadas al desván del olvido. Aunque algo se mueve, hay varias premisas que permanecen:
La literatura sigue teniendo predominancia de autores. Si observamos los grandes premios, desde el Nobel (de 117 galardonados hasta 2020, sólo 16 eran mujeres) hasta el Planeta (19 mujeres frente a 52 hombres), el Pulitzer o el Goncourt son más de lo mismo, siempre observamos que el número de ganadores es muy superior al de ganadoras, o lo expuesto sobre la feria de Madrid.
No descubro nada nuevo si afirmo que las grandes editoriales, las que no solo no cobran por publicar, sino que pagan y/porque venden, siempre apuestan a caballo ganador y por cada mujer que publica hay varios hombres. La explicación no que ver con la calidad literaria, el motivo es que las mujeres leen obras escritas por autoras y autores; los hombres, solo las de firma masculina. Por tanto, es más rentable que poner en valor la literatura escrita por autoras como merecedoras de lectura universal, publicar a escritores porque de entrada se tienen más posibilidades de venta. Aunque ya hay bastantes excepciones de escritoras exitosas como Almudena Grandes, Isabel Allende, Cristina Morales o Sara Mesa. Sin embargo, tenemos que seguir insistiendo a editoriales y librerías además de hacer pedagogía de las obras de mujeres, especialmente las feministas.
PATRIARCAL… PERO SE MUEVE
Y siguiendo con el canon podría poner diversos ejemplos más que demuestran que sigue siendo patriarcal, cuando la mayoría de personas lectoras son mujeres. Pero paso a argumentar que también es academicista (aunque haya éxitos de venta de algunos libros publicados porque su firma es personaje famoso y se editan por hacer caja pero no tiene suficiente calidad, eso se obvia y casi ni se critica porque no se enfade la editorial). El canon auténtico, el que de verdad se expone en los foros más cultos, se rige por la ortodoxia de la academia en cuanto al uso de la lengua (gramática, vocabulario, sintaxis, ortografía, temáticas y desarrollo tienen que tener el visto bueno de la academia, es decir, profesores e investigadores universitarios, críticos en medios de prestigio y poco más) y es centralista porque siguen quedando al margen las obras o autoras/autores que escriben desde espacios ideológicos o sociales minoritarios, por ejemplo, quienes escriben en lenguas minoritarias o de la periferia frente a las lenguas oficiales o de las instituciones políticas y académicas.
Y, sin embargo, algo se mueve y abundan las pequeñas editoriales independientes que apuestan
por lo diverso en general o se concretan y especializan en un tipo de libros menos convencional es (editoriales feministas o de mujeres, por ejemplos). Algunas de estas con editoras y solo de autoras: Torremozas,
Casiopea, Carmensita, Crononauta, Índigo, Espinas, Menciono, por último, las editoriales Renacimiento que sin publicar solo a mujeres, ha editado bastantes obras de autoras olvidadas, y la Editorial Digital Feminista Victoria Sau. Todas merecen un mayor apoyo y divulgación de sus obras, tanto del público en general como de las instituciones y organismo culturales.
CONSERVADOR Y ELITISTA
En segundo lugar: el canon es conservador y elitista. Cuando se habla de calidad literaria, que siempre es algo subjetivo. Si además lleva acompañado como argumentario la innovación o el impacto social, la temática y el tratamiento universal, o las críticas favorables, todos estos parámetros varían mucho según quien los realice, porque no es la misma mirada desde el asiento de una cátedra que desde la profesora de instituto con destino en en instituto de extrarradio; no es lo mismo si quien hace la crítica es mujer u hombre, si forma parte de la mayoría o pertenece a una minoría… Por tanto, el canon no responde realmente a una verdad completa e inalterable.
Y nuevamente yo me cuestiono ¿Lo que escribimos las mujeres sobre nuestra realidad, desde nuestra mirada, con nuestro lenguaje no es importante como para quedar fuera del canon?
La mayoría de las autoras son personas con gran formación y un lenguaje literario propio con la misma calidad que el de los escritores. Por otra parte, somos la mitad de la humanidad, por tanto, aquello que nos incumbe, ocupa o preocupa, forma parte de lo que mueve a toda la sociedad directa o indirectamente porque estamos incluidas incluso con una participación activa notable en todos los ámbitos sociales y algunas de “nuestras cosas”, como muchos dicen en tono peyorativo, son básicas para el mantenimiento de la vida (la maternidad, las relaciones o los cuidados, por ejemplo) .
Lógicamente, siempre habrá obras más universales y otras minoritarias, que tienen también su espacio, pero hay que luchar porque el canon no sea una corsé rígido y elitista, es necesario tener una mirada más amplia para que la literatura recomendada abarque toda la diversidad cultural y social que la sociedad contiene, porque lo que no se dice/escribe, se hace invisible y no existe. Por otro lado, la diversidad de miradas yse ntires nos enriquece a todas las personas.
JAMÁS COMO VERDAD ÚNICA
Y termino con una cita de Elena Medel que viene al caso:
“Pero los textos no se cargan de inocencia, y quedan bien marcadas por el lugar simbólico desde el que se abordan Imaginemos un poema sobre un asunto y hasta gastado: el amor, por ejemplo. Ese poema ¿Utilizará las mismas palabras, las mismas ideas, si lo escribe un hombre o una mujer?¿Si se escribe en Dakar o si se escribe en Estocolmo?¿Si lo escribe alguien con la casa pagada o si lo piensa alguien que camina hacia la oficina de empleo? Añadan condicionantes: respondan siempre que no”.
Y yo añado ¿Tienen todos esos poemas las mismas posibilidades de publicación? ¿Serán analizados y obtendrán críticas semejantes? ¿Se venderán igual?.
Y para finalizar, me reitero, hay que romper los corsés y abarcar obras de autoras y autores que representen todas las realidades sociales para que se analicen sin prejuicios y en igualdad de criterios. Y cuando se haga un listado amplio que abarque todas las sensibilidades sin desmerecer la calidad literaria, podremos atrevernos a recomendar un canon, pero jamás se debe imponer como verdad única porque toda selección es subjetiva y parcial, si algo se elije es porque algo se rechaza o no se ve y no olvidemos que solo vemos lo que conocemos bien, lo demás se nos hace invisible aunque lo tengamos delante lleno de luz propia.
Paula Gómez Rosado es escritora y feminista.
BIBLIOGRAFÍA Y ARTÍCULOS CONSULTADOS
Paula Gómez Rosado “Mujeres de palabras y más” Editorial Hilo de Emociones (2021)
Elena Medel “Otra vuelta al canom”, Babelia El País (16 de marzo de 2019)
Isabel Tejerina Lobo “El canon literario y la literatura infantil y juvenil”, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (2005)
Iris Zavala ”El canon y Harold Bloom” Biblioteca Miguel de Cervantes (2021)
María del Carmen Andújar Ruiz TFG “El canon literario. Aproximación al concepto” (2015)