LEER EN LOS MÁRGENES
«…Porque todos los que callan cualquier acto machista, ríen chistes machistas, justifican una agresión o una discriminación, critican a las mujeres feministas con “qué quieren ahora”, “se están pasando” o “ya somos iguales”, reafirman a los maltratadores.«
Por Paula Gómez Rosado
Siempre me han gustado los márgenes de la historia donde quedan ocultos los flecos de la narrativa oficial y que en muchos casos son noticias de revistas de cotilleos de las que leeríamos por pasar el rato o rechazaríamos por banales. Y sin embargo, nos dan muchas veces la respuesta exacta al discurrir de los hechos conocidos. La historia o narrativa de las grandes gestas, las revoluciones que cambian la historia que nos cuentan los libros, suelen basarse en actos de fe porque a menudo faltan esas actuaciones de personajes secundarios que han sostenido o incluso provocado que los protagonistas se luzcan o borden su papel para recibir el aplauso del público escribiendo su nombre en el papel.
Viene esto al caso del juicio que se está celebrando en Aviñón (Francia) contra Dominique Pelicot y 51 hombres más por la violación, tras la sumisión química sistemática a que éste la sometía, de su esposa Gisèle Pelicot. No eran monstruos desalmados, eran hombres normales, ciudadanos cumplidores que en sus espacios profesionales o personales estaban bien considerados.
El juicio seguirá su curso protocolario, posiblemente tendrán una condena que se atenga a la ley y deje satisfecha a la mayor parte de la sociedad porque resulte ejemplar dada la repercusión mediática del caso, que sabemos, ayuda a la judicatura a hilar fino para que no se cuestionen sus decisiones.
En el juicio nadie perderá la corrección en fondo y forma. Los acusados bien aleccionados por sus abogadas y abogados, verbalizarán aquello que pueda ayudarles y se guardarán mucho de decir una impertinencia o utilizar un lenguaje incorrecto o agresivo porque saben lo que se juegan. Sus defensas harán malabares para defender lo indefendible pero desde la máxima corrección política, con el objetivo de conseguir un éxito profesional que se traducirá en aumento de clientes y subida de minutas, al fin y al cabo, es lo que se aprende en todas las profesiones.
Nadie, posiblemente, piense en la víctima con suficiente empatía y comprenda sus sentimientos porque todos son piezas de un engranaje repetido a diario en todas las salas de todos los juzgados del mundo. Cada cual procura hacer bien su papel para que la obra se desarrolle con normalidad y tenga el final esperado.
Pero en los márgenes en blanco se están escribiendo hechos que nos dicen que esto no acaban con la sentencia. Pongo tres ejemplos:
NADIE DIO LA VOZ DE ALARMA
1- Lo primero que me llama la atención, la primera anotación que leo en el margen, es si no hubo hombres que se negaron, posiblemente sí habría alguno que a lo largo de tantos años, dijese que no. Y, sin embargo, nadie dio la voz de alarma, nadie denunció los hechos. Y con el silencio cómplice permitió que se siguiera victimizando a una mujer. Puede que por temor o cobardía, puede que pensaran en esa falsa creencia de que si era cosa de la pareja, lo que ocurre en un matrimonio se soluciona en casa y los demás no deben meterse. Pero posiblemente, haya mucho de ese extraño acuerdo no escrito de complicidad entre iguales. La famosa “fraternité” de las que estábamos excluidas las mujeres. Sus privilegios y creencias interiorizadas que, generalmente les resultan invisibles, son el sustrato de sus verdaderos valores y actitudes.
Necesitamos que la igualdad real forme parte de lo cotidiano para que nos veamos y tratemos como pares en todas las circunstancias y situaciones.
NO SON TODOS LOS HOMBRES PERO TODOS SON HOMBRES
2- Inmediatamente han salido hombres defendiéndose, sin que nadie los haya acusado, de que no son todos los hombres. Las redes se llenan de estos mensajes que intentan defenderse o incluso justificar los hechos como en todas las ocasiones en las que una mujer es agredida salvajemente por un hombre.
Es verdad, no son todos los hombres pero todos son hombres y son ellos como colectivo los que deberían cuestionarse qué pasa, por qué pasa y en qué medida son cómplices de lo que pasa para poder erradicarlo.
Porque todos los que callan cualquier acto machista, ríen chistes machista, justifican una agresión o una discriminación, critican a las mujeres feministas con “qué quieren ahora”, “se están pasando” o “ya somos iguales”, reafirman a los maltratadores.
RENUNCIAR A PRIVILEGIOS/ DENUNCIAR LA VIOLENCIA
Por tanto, a esos que no maltratan, a los hombres «buenos» que quieren unas relaciones igualitarias, yo les pido dos cosas:
La primera el autoanálisis personal y colectivo para reconocer sus privilegios y empezar a renunciar a ellos, será un proceso largo y arduo, pero beneficioso para los hombres y las mujeres. Necesitan superar sus privilegios y creencias interiorizadas que son el sustrato de sus verdaderos valores y actitudes, es decir, su mirada y su estar en el mundo están sostenidos sobre unos pilares fuertes y antiguos que son las bases de la sociedad patriarcal y sus desigualdades. Derribarlos no es fácil, pero sí necesario.
Segundo, visibilizar y denunciar todo acto de violencia empezando por los de su círculo cercano, desde los mal llamados micromachismos hasta las agresiones sexuales, físicas, psicólogicas y demás, a la vez que apoyan las acciones de las mujeres o promueven otras los colectivos de hombres en contra de cualquier violencia.
3- El pasado día 17 de septiembre, al salir uno de los condenados de la sala de vistas acompañado de su abogada, una mujer le dijo:
-«¡Vergüenza!»
El hombre respondió:
-«Si sigues así, acabaré violando a tu madre».
La mujer miró a la abogada y dijo:
-«Me acaba de amenazar con una violación»
A lo que la interpelada respondió:
«Bueno si, pero ella se lo ha buscado un poquito.(1)
Esta segunda anotación al margen es, a mi entender, terrible porque implica que el acusado no asume que ha cometido un delito y ha dañado a otra persona, no teme ni a la justicia ni a la opinión pública ni la actitud de rechazo que puede sufrir de su gente más cercana, ni respeta a sus afectos que sufrirán con estos hechos. Por tanto, se siente legitimado para disponer del cuerpo de las mujeres por sus privilegios y no se arrepiente de la violación cometida. Va a seguir siendo un violador en potencia.
Por otro lado, la actitud de la abogada demuestra que no basta ser mujer para rechazar la violencia de género y trabajar en pos de la igualdad y que siguen existiendo mujeres que aceptan el papel de cancerberas del orden patriarcal lo cual nos hacen aún más daño a todo el colectivo de mujeres. La cultura de la violación se promueve incluso con esas frases aparentemente intrascendentes o incluso buenistas, porque no se puede ser equidistante ante una agresión.
Me escandaliza que una profesional demuestre tan poca sensibilidad con la violencia de género. Por tanto, hay que seguir reivindicando formación en igualdad y feminismo como materia obligatoria en todas las profesiones que directa o indirectamente tienen relación con posibles víctimas o victimarios. Creo que debe ser una exigencia que llevemos siempre en la agenda feminista para lanzar a responsables de las políticas de justicia, educación, asuntos sociales y otras.
En resumen: los tres casos que menciono indican que nada va a cambiar con este macro juicio que a todas nos horroriza que nos hace sentir aún más vulnerables, porque Gisèle Pelicot confiaba en quien se mostró como buen hombre, buen marido y buen padre.
Son necesarias medidas que de verdad vayan a la raíz del problema y derrumbe los pilares sobre los que se asienta todavía poderoso el orden patriarcal.
Paula Gómez Rosado es escritora y feminista
(1) Extraído del artículo de María Tapiador en “20minutos” del 18/9/2024