
LOS RIESGOS DE LA MASCULINIDAD
«…los hombres se siguen socializando principalmente en oposición a “ser mujeres” y esto se sustenta en tres patas: ser fuertes e inhibir miedos y tristezas; imagen de ganador, es decir, espíritu competitivo porque lo importante es el objetivo a conseguir y todo lo que lo impide, adversarios a abatir; y la razón “objetiva” como principio, por encima de emociones y sentimientos».
Por Paula Gómez Rosado

Leo en el diario “El País” del sábado 24 de mayo un artículo sobre la brecha del suicidio masculino, con un índice mucho más elevado de los varones en todas las edades (1). El artículo además de dar datos, aporta argumentarios de diferentes profesionales que hablan sobre la diversidad de causas, pero la mayoría incide en distintos aspectos relacionados con la identidad de género, con el “ser hombre” según los cánones del patriarcado.
Debería ser una noticia para que todo el mundo se alarmase, ocupase la primera plana de las portadas y las autoridades competentes comenzase a buscar soluciones. Pero no, es un tema grave que pasa desapercibido. Cuestionar el patriarcado, destacar los puntos débiles de la masculinidad hegemónica, es apuntar a la columna que sostiene la estructura del sistema. ¡A estas alturas todavía estamos así!

Cuando los niños llegan al colegio en primer curso de infantil (tres años), ya tienen claro “qué es de niños y qué es de niñas”, “qué pueden hacer los niños, qué pueden hacer las niñas” y todo esto se le sigue reforzando, a veces de forma inconsciente con nuestro trato cotidiano, canciones, películas, dibujos y series.
Aunque nosotras hemos cambiado y se han forzado gracias al feminismo muchos cambios sociales y familiares, los hombres se siguen socializando principalmente en oposición a “ser mujeres” y esto se sustenta en tres patas: ser fuertes e inhibir miedos y tristezas; imagen de ganador, es decir, espíritu competitivo porque lo importante es el objetivo a conseguir y todo lo que lo impide, adversarios a abatir; y la razón “objetiva” como principio, por encima de emociones y sentimientos.
SER FUERTES; QUERER GANAR SIEMPRE; LA RAZÓN

Lo primero, el ser fuertes, los aleja de sus emociones básicas y éstas, cuando se inhiben, buscan como los volcanes, un cráter por donde salir la lava que les quema y quema. Por ello sufren enfermedades como las cardiovasculares, depresión o ataques de rabia.
Lo segundo, querer ganar siempre, además de exigirles estar en estado de alerta, les dificulta vivir los afectos como merecen, es decir, no profundizan en la amistad y en sus relaciones en general, como nosotras, con lo cual se pierden esa ayuda sanadora que supone desahogarse con un familiar, una amiga o un amigo; además, les cuesta gestionar el fracaso o el error, sentirse perdedores en algún momento los hunde anímicamente.
El tercero, la razón, les hace centrarse en su cabeza y olvidarse del resto del cuerpo, lo cual les dificulta el disfrute de cuanto los sentidos, las emociones y los sentimientos proporcionan, el placer de las pequeñas cosas, que dan tanto sentido a la vida.
«Y si su sentido de la vida son los grandes logros, cuando estos fallan, ya nada queda que les merezca la pena. Pero encima, se lo tienen que callar porque son “hombres” y no pueden demostrar debilidades.»
Las tres, además, dificultan el desarrollo de las habilidades en las tareas de cuidado, centrándose en su vida social, principalmente el trabajo y aficiones. Esto los aleja de la crianza de las hijas/hijos que en demasiados casos, sin que falte el afecto, acaban viendo al padre como un desconocido. Y ellos, a medida que se hacen mayores, se sienten solos e inútiles, otro motivo para la depresión y sus consecuencias.

MÁS SUICIDIOS, MÁS ACCIDENTES
Preocupante esta realidad: un elevado índice de suicidios, como también es más elevado el índice de accidentes provocados/sufridos por varones de todas las edades. Pero por mucho que se intente paliar desde la medicina, los fármacos y las terapias sanitarias no pueden cambiar la realidad. Es una tarea en la que toda la sociedad se tiene que implicar en la medida que cada cual pueda para hacer del mundo un lugar más amable para todas las personas.
En estos días, también me llega un vídeo de dos chicos bailando una sevillana en medio de la calle en la feria. Me resulta de una belleza fresca, porque no es fácil ver a dos hombres que bailan en pareja.
«Siempre me ha resultado atractivo un hombre cuando baila, porque se desinhibe y muestra ese lado difícil de ver, natural y auténtico. Pero cuando son dos, supone aplaudir con todas mis ganas porque implica dar un paso enorme en la superación de esa masculinidad testosterónica tan castrante».
Son hombres que muestran no temen perder su identidad, la que tengan cada uno porque las masculinidades pueden ser diversas cuando olvidan el canon que las restringe. Por eso, ¡ole su valentía! porque no es fácil para un hombre desnudarse de todos sus prejuicios y creencias inculcados para danzar libremente con un igual.

MENÚ DISTINTO Y POCO VARIADO
Aquí es donde quiero incidir: tenemos un menú todavía muy poco variado y distinto para hombres y mujeres, aunque nosotras hemos roto muchas de las barreras que nos impedían salirnos del redil y hemos logrado tomar aquello que creíamos nos pertenecía o nos gustaba, nos queda camino. Pero estamos en ello.
Los hombres, quizás por haber vivido desde los privilegios, todavía no acaban de descubrir cuánto daño les hace el patriarcado para poder rebelarse, aunque haya grupos minoritarios que llevan tiempo trabajando en buscar nuevas formas de masculinidad más auténticas, que les ayude a desarrollar todos sus potenciales para tener una vida más feliz. Estos grupos se tienen que empezar a visibilizarse en los lugares donde surgen, pero también con espacios en los medios que los niños y jóvenes tengan modelos diversos y más sanos en los que mirarse y como construirse.

Por último, publicaba estos días en Facebook un poema sobre la vida de nuestras abuelas y los cambios que se han producido en las mujeres hasta llegar a este momento. Mi amigo, Miguel Ojo, me contestaba esto tras leerlo:
-“Qué familiar resulta todo lo que cuentas en el poema, Paula. Ya se que no se puede comparar, pero muchos hombres tuvimos que rebelarnos contra la castración de la sensibilidad que nuestros roles machos reclamaban. En cierto modo, esos «castrados» dan pena, porque es mucho más enriquecedor, feliz y pleno convivir admirando que poseyendo. La lucha es vuestra, pero tenemos tanto que ganar todos con ella, que tu poema me emociona”.(2)
¡Cuánto dice Miguel, desde su experiencia!. Esa mochila que nos regalan al nacer y vamos llenando a lo largo de la vida, de vez en cuando viene muy bien pararse a mirar qué lleva y sacar lo que nos pesa, lo que ya nos es útil, lo que se estropeó y nos daña. Después viajaremos con más levedad, además de tener hueco para pensar qué necesitamos e irlo a buscar.
Ser hombre o ser mujer tiene pocas diferencias reales que influyan en el ser/estar/sentir/hacer, la mayoría de las cargas de género son capas sobrevenidas que cada cual se puede ir quitando para aligerar peso y vivir con liviandad y autenticidad, porque la vida merece la pena, pero tenemos que buscarle el sentido y está más relacionado con el sentipensar, amar y cooperar que con el pensar, competir y ganar.
Paula Gómez Rosado es escritora y feminista.
1) “El suicidio masculino, una brecha constante invisibilizada” de Eleonora Giovio (El País. Sábado, 24/5/2025). 2) Miguel Ojo, escritor como comentario a mi poema “De ellas venimos».