A PIE DE CALLE

4 octubre 2025

Una fecha por dentro

94 AÑOS DEL VOTO FEMENINO EN ESPAÑA

«…Lo impensable está empezando a sonar y ya hay voces en Estados Unidos proponiendo quitar el derecho al voto a mujeres y otros colectivos. Y, ya sabemos, “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”, que si resulta un poco sexista podemos cambiar por éste “cuando los derechos de tus vecinas veas borrar, ponte a defender los tuyos ya”.

Por Paula Gómez Rosado

El 1º de octubre de 1931 se aprueba en las Cortes el voto de las mujeres a propuesta de Clara Campoamor. ¡Y qué mal le pagaron hasta su propio partido que la excluyó de las listas en las siguientes elecciones de 1933! Triste observar desde la distancia el ambiente político de esos días (leer las actas de las sesiones en el parlamento con loas intervenciones de diputados de todo el espectro político, es de pena) y, especialmente, la confrontación entre Victoria Kent,del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS)y Clara Campoamor del Partido Radical(PR). Era la primera vez que dos mujeres intervenían y confrontaban y el motivo era el sí o no al voto femenino. Al final, se aprobó por 160 votos a favor, 121 votos en contra y 188 abstenciones, en estos términos:

“Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes”. (Artículo 36 de la Constitución de la Segunda República).

Me cuesta mucho celebrar esto como una conquista porque me indigna pensar que durante muchos siglos las mujeres fueron excluidas injustamente de todo espacio de toma de decisiones. Y sí, hubo muchas que se rebelaron desde el principio de la historia, pero fueron calladas, a veces de forma directa y violenta, otras, ocultando sus obras o asignándoselas a un hombre.
Pero como estamos hablando de la efemérides del día, por cierto, también un 1º de octubre se funda Amnistía Internacional, ambas van de derechos y, cuando hablamos de derechos, me quedo con la definición de “Aquello que me corresponde y no me pueden quitar” ni debería necesitarse exigir o luchar por ello porque según la RAE es lo justo. Luego lo estropea un poco al hacerlo coincidir con lo legítimo que ya alude a las leyes.
Todo esto para llegar a donde quería: un sistema democrático, que es el menos malo de los posibles, se basa en los derechos universales, es decir, los mismos derechos para todas las personas. Sin embargo, cuánto nos ha costado a las mujeres lograr ese primer escalón de la justicia: desde que se nos considerara personas, que ya es decir.

COMO UN RÍO SUBTERRÁNEO

El derecho al voto encierra varios aspectos a considerar:
Nos daba derecho de ciudadanía, porque nos ponía en el mismo nivel que a los varones.
. Nos daba la posibilidad de decidir sobre el gobierno y, por tanto, las políticas.
. Nos reconoce la capacidad de tomar decisiones, ya que hasta ese momento se oyeron intervenciones en contra dentro del congreso para llevarse las manos a la cabeza.
Pero el derecho al voto fue el principio del reconocimiento político de las mujeres como personas autónomas, libres y con igualdad de derechos, por eso, ni el franquismo con sus leyes doblemente restrictivas para nosotras, lograron acallar nuestras voces y como un río subterráneo, fuimos engrosando la corriente que llegó a lograr el acceso de cada vez más mujeres a la universidad y a puestos de trabajo de reconocida responsabilidad, que empezáramos a viajar o vivir solas y a manejar nuestros bienes, a tomar anticonceptivos y tener una vida sexual activa…
Por eso, cuando llegó la tan traída y llevada transición democrática, estábamos en primera línea de salida y la Constitución, aunque redactada por “Padres” y sin madres, no les quedó otra a aquellos señores que empezar por reconocer la igualdad de hombres y mujeres: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social” (Constitución Española de 1978, Título I, Artículo 14I).

Los derechos no han llovido nunca del cielo como agua mansa que alimenta los sembrados, no, han sido producto del trabajo incansable de mucha gente que, con todo en contra, gota a gota lograban calar la piedra que obstruía la justicia, en muchos casos con alto índice de desgaste personal, represión, cárcel e incluso la vida. Sin embargo, una vez conseguido, las siguientes generaciones lo dan por derecho natural y se obvia lo que costó, se baja la guardia y comienza el peligro.
En este escenario de tragicomedia, en unos casos con mucho de comedia y en otros una terrible tragedia, en el que se está convirtiendo nuestro presente a escala mundial, lo impensable está empezando a sonar y ya hay voces en Estados Unidos proponiendo quitar el derecho al voto a mujeres y otros colectivos. Y, ya sabemos, “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”, que si resulta un poco sexista podemos cambiar por éste “cuando los derechos de tus vecinas veas borrar, ponte a defender los tuyos ya”.

Clara Campoamor

Así que en nombre de Clara Campoamor y cuanto le costó su defensa de los derechos de las mujeres, hasta morir en el exilio, dejemos de debatir sobre las minucias que nos separan y a unirnos para defender lo que de verdad importa: los derechos adquiridos para que no se pierdan y aquellos, que aunque las leyes nos concedan igualdad legal, todavía nos queda un camino de superar desigualdades reales que nos fastidian la vida, comenzando por todas las violencias de las que somos víctimas por el hecho de ser mujeres.

Paula Gómez Rosado es escritora y feminista.

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