NO REFUERCEN, POR FAVOR
«Cuando yo esté hasta el gorro de mis cargas, no espero que me alaben por ellas, ni que me aconsejen lo que tengo que hacer, que es otra respuesta que consigue se sienta tonta quienes la reciben y me lleva a dar la razón al refrán “Consejos vendo que para mí no tengo”.
Por Paula Gómez Rosado
Hay a veces una amiga con problemas familiares graves que la cargan de tareas de cuidado (llevar nietas al cole, atender a mayores dependientes, trabajar, preparar comida para la familia extensa…) en un constante ajetreo que hace con buena disposición y mucha inseguridad pensando que no llega a todo, culpándose si alguien protesta por no dar en el momento lo que exige, llorando de impotencia cuando llega la noche y observa lo que quedó pendiente…
Es extraño observar como todavía hoy las amigas, cuando comienza a contar lo que le pasa, sin casi darle tiempo a que exprese lo que siente y le ocupa o le preocupa, la intentan animar con expresiones como:
“Tú eres fuerte”, “tú puedes”, “estás a todo”, “eres muy valiente”, “eres muy generosa”,”¡qué capacidad tienes!” “no sé cómo lo haces pero hay que ver lo que das de sí””Eres el modelo a seguir””Ten coraje” ”que la vida/Dios o quien sea te siga colmando de fuerza” “Hay que tirar para adelante” “Ole por ti””Vamos, no te achantes que tú puedes” …
Hasta tal punto que si encima la mujer tiene una subida de tensión o una contractura en el cuello, se la hace sentir culpable de sus males: “Cuídate que los tienes que cuidar” “Ánimo que como tú caigas, todo se derrumba” “Ten fuerzas y tira para adelante que es mucho lo que llevas” “Hija, lo siento, tienes que cuidarte por tu familia”…
¿Le diríamos esto a un hombre?¿Realmente somos conscientes de lo que significan estas frases? Más de lo mismo. Ella en el mejor de los casos lo traducirá por: “sigue echándote cargas”, “aguanta el peso aunque te rompas la espalda y olvídate de ti” ”Eso es lo que te ha tocado y te aguantas” ”Eres muy debilucha, no puedes con tus obligaciones mínimas”. Es decir, olvídate de tu cansancio, de tus dolores, de tus necesidades, de tus sueños y deseos porque no importan y dedícate a tus obligaciones que para eso te las echaste. Es decir, que seguimos reproduciendo lo que tanto hemos criticado a nuestras madres y abuelas y que nos vuelve a hacer responsable última y principal del bienestar de la tribu con todos sus perejiles: intendencia, cuidados directos, limpieza del espacio, bienestar emocional… Seguimos siendo, a estas alturas, “la reina de la casa”, es decir, la que gobierna y organiza mientras el resto solo hacen colaboraciones. Poco hemos aprendido de toda la teoría ingerida.
«NO SOY EL HADA DE LOS CUENTOS«
En resumen, estamos reforzando el mandato de género que nos inculcaron desde la infancia por modelaje y por castigo/refuerzos constante y que pensamos habíamos superado, pero a la hora de animar aconsejamos/exigimos FORTALEZA Y PACIENCIA,
porque le decimos que haga lo de siempre: no sientas ni padezcas, no seas humana. Es
recordarle que debe ser como el hada de los cuentos, sin vida propia, pero que puede
conseguir todo lo que los demás quieren/piden/exigen porque ella sabe cómo contentar y
solucionar sin que le suponga mucho esfuerzo ¡Nadie ve la carga, el trabajo, la tensión! A veces ni ella se da cuenta de que padece “el malestar sin nombre” del que hablaba Betty Friedan. Y a cambio, será la pura de aspecto inofensivo que todo el mundo mira bien, que
todo el mundo dice querer menos ella.
No te quejes, no protestes, no pares, no seas rebelde y uses la escoba para volar en vez de limpiar.
No seas rebelde y justiciera como las brujas del cuento que dan un escarmiento a quien les hace daño porque tú no eres quien para dar lecciones, tú tienes que crear espacios amorosos, tú sonríe y sirve, cumple con los preceptos de la ley del agrado. Si no lo haces, serás la bruja huraña y fea del cuento que todos rechazan.
Y sigue su espalda cada día más encorvada, su sonrisa cada día más forzada, su espíritu cada día más triste y vulnerable y su miedo a fallar cada día más amenazante mientras la gente de su entorno cercano, familia, amistades compas del trabajo, siguen pidiendo y no dan importancia al nivel de exigencia y sobreesfuerzo al que a diario se la somete sin tregua ni compensaciones.
¡Pues no! No se la puede animar a seguir como un robot respondiendo a una
programación externa.
Tiene derecho a cansarse y gritar que está hasta donde le salga estar. Tiene derecho a exigir ayuda corresponsable, tiene derecho a llorar a moco tendido y decir hasta aquí llego porque no es la responsable única de todo lo que acontece en la familia. Tiene derecho, especialmente, a tener vida propia y tomar sus decisiones sin que nadie le exija lo que tiene que hacer por encima de lo que considera justo. Y tiene derecho a soñar y libremente perseguir sus sueños.
Quienes de verdad la aprecian, pueden ayudar poniendo el oído para escuchar lo que necesita decir, poniendo el hombro para que cuando ya no pueda, repose y se tome una pausa, ofreciendo las manos para ayudar y no dando más trabajo ni reforzando su obediencia al mandato como una heroína anónima.
En resumen, las mujeres con “cargas familiares” también tienen el derecho a colocarse en el centro de sus vidas, tener claro qué necesitan y buscarlo/exigirlo a quien y donde corresponda, sin importarle si las llaman egoístas o pierden a quienes no las querían bien. La libertad se conquista con soledad, pero después una se apunta al divertido club de las mujeres felices de su soledad y se crean las familias elegidas que forman una red de apoyo mutuo y diversiones varias.
Cuando yo esté hasta el gorro de mis cargas, no espero que me alaben por ellas, ni que me aconsejen lo que tengo que hacer, que es otra respuesta que consigue se sientan tontas quienes la reciben y me lleva a dar la razón al refrán “Consejos vendo que para mí no tengo”.
Yo sé qué necesito y puedo hacer, no soy tonta, ni inmadura ni inconsciente y ya le he dado veinte mil vueltas a lo que me pasa y cómo podría solucionarse. Si no lo hago es porque algo externo o personal me lo impide.
UN ABRAZO LARGO…
Lo que de verdad espero de mi gente querida, especialmente mis amigas que pasan o han pasado por algo semejante, es empatía que se demuestra con frases como: “¿Puedo hacer algo por ti?” Tienes demasiada carga, toma una pausa que el mundo puede seguir sin ti un ratito y vamos a tomar un café” “¿Quieres contarme como te sientes?” frases que deben ir seguidas por toda una gran disposición a escuchar de forma activa.
O simplemente, darme un abrazo largo y dejar que yo me sienta abrigada, comprendida y apoyada. Déjame llorar sin compadecerme y escúchame sin juzgarme ni sermonear, hazme sentir vulnerable sin miedo porque comprendes y aceptas mi vulnerabilidad, mi rabia, mi cansancio físico y emocional y mi deseo de bajarme del mundo.
Seguro que si lo haces, cuando nos levantemos y cada cual acuda a lo suyo, yo volveré de nuevo a cargar mis pilas y dar de sí lo mejor, incluso a reivindicar a quien corresponda. un espacio y un tiempo personal que antes no me atrevía. Ese es el refuerzo que se necesita de verdad, lo demás no ayuda más que a seguir reforzando las viejas recetas sin cambiar nada de lo que nos hace mal.
Paula Gómez Rosado es escritora y feminista.