En el día de hoy inicio el relato de cómo llegué a ser conocida en Ifriqqiya como Aisha Kandisha.
Por Carmen Herrera Castro
Relato 2
El nombre Aisha −que en árabe se escribe عائشة – está, al igual que la historia de Lilith, tomado de la cultura hebrea, ya que en hebreo «Ixa» significa «mujer» y Aixa −como Aïcha− es una de las posibles variantes de la transcripción de mi nombre. La segunda parte, Kandisha, es una arabización del término Condesa. Mi nombre real −que hoy nadie recuerda− es Oliba, aunque los godos me llamaron Florinda y los árabes la qahba; nací en los últimos años del convulso y oscuro siglo séptimo, en la fortaleza de mi padre, el conde Olbán −don Julián para los godos−, en Septem, en el norte de Ifriqqiya, junto al mar en el que tanto me gustaba bañarme.
Por entonces Septem estaba habitada por una mezcla de bizantinos y amazigs; comerciábamos con los godos de la Bética −el conde Olbán tenía una flota de barcos mercantes− y manteníamos una buena relación con ellos −incluso acogimos en casa a los hijos de Witiza durante la guerra civil− hasta que, tras la muerte de Witiza y la subida de Rodrigo al trono visigodo, mi padre me mandó a estudiar a Toledo, donde Rodrigo me violó, pero esa es otra historia…
Después de mi regreso a Septem mi padre, el conde, decidió aliarse con los árabes y propuso al general Tariq Ibn Ziad aprovechar las querellas internas de los godos para conquistar Isbaniya. Tariq aceptó la proposición con una sola condición: que le dejase a su hija −o sea a mi− en garantía. Así fue acordado. Las naves partieron rumbo al Mons Calpe −que a partir de entonces se llamaría Ŷabal Ṭāriq la montaña de Tariq− en abril de 711 y a mí me instalaron en una casa cerca de la playa, en las afueras de Fnideq, en un lugar que todavía hoy se conoce como La Condesa.
Allí pasé el verano. Me gustaba nadar y bañarme en las aguas cálidas y cristalinas del Mediterráneo. Los habitantes del lugar – mujeres, niños y hombres− venían a contemplarme desde la distancia. Mis hermosos y largos cabellos mojados por el agua, les fascinaban y empezaron a llamarme Aisha la Condesa, que se acabó transformando en Aisha Kandisha.
De eso a empezar a decir que los hombres enloquecían de amor y ya no volvían con sus familias después de verme desnuda… y de eso a que era yo quien los embrujaba los raptaba y los devoraba… no había más que un paso.
Carmen Herrera Castro es poeta, fotógrafa, ilustradora, editora, médica especializada en Medcina Nuclear y presidenta de la Fundación María Fulmen.
RELATO 1: AISHA KANDISHA: https://mujeresdelsur.es/aisha-kandisha/