La mañana del 12 de septiembre ha hecho temblar al feminismo nacional en cualquier de sus credos, porque nos hemos desayunado con una de las más temidas noticias que podríamos recibir. Un episodio que muchas veníamos barruntando desde hacía meses y que instintivamente rechazábamos sin ni siquiera atrevernos a pronunciar su enunciado maldito: la posible rebaja de las penas a los integrantes de La Manada por aplicación de la Ley del Sólo sí es sí.
Por lo que a mi respecta y no he sido la única en sentirlo, una mezcla de aprensión y desasosiego invadió mi cuerpo ante la incesante repetición en todos los medios, de la sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Navarra al aplicar a uno de los condenados de ese grupo criminal, Ángel Boza, la controvertida Ley a petición de su defensa, y quitarle un año de condena.
Más todavía me atribuló la alarma al escuchar a ese mismo abogado, Agustín Martínez Becerra, asegurar que posiblemente todos los demás miembros de esta Manada podrían verse también beneficiados de oficio por sendas rebajas de condenas en cuanto la sentencia de Boza fuera firme. Y no quiero ni contar mi impulso por volver a acostarme y taparme la cabeza con la almohada cuando, acto seguido, el mediático letrado empezó a dar las gracias «al Gobierno de Pedro Sánchez, a la ministra de Igualdad, Irene Montero, y a sus adláteres», en nombre de su defendido pues merced a su gestión, ahora pasará catorce años en la cárcel en lugar de quince.
Quería huir de la pregunta ¿Qué está pasando aquí? y no encontraba recorrido. Ha llegado el momento de darse de bruces, me dije, y de agarrarse -como en la religión- a explicaciones que nos permitan conservar el aliento y no sucumbir al vade retro. Hay respuestas para todos los gustos, desde culpar a los jueces hasta repudiar a la ministra. Un gran arco en el que indagar. Pero el esperpento de comprobar cómo una ley que se impulsó precisamente para «evitar el código penal de La Manada», que no protegía suficientemente a las mujeres víctimas de agresiones sexuales, sea la que venga ahora a beneficiar en sus condenas a los propios agresores, igual que lo ha hecho en los últimos meses con más de un centenar, es para esconderse en una alcantarilla y no salir aunque te toque la lotería.
Decía Teresa Hermida, la abogada de la víctima de esta tremenda violación múltiple que se produjo en los sanfermines de 2016, que la joven está muy decepcionada. Y no es para menos. Después de que su caso fuese bandera del feminismo ahora comprueba que son sus agresores quienes obtienen beneficios y que nadie se responsabiliza de este desatino. Yo lo estaría también, y además indignada.
Es evidente que la Ley del Sólo sí es sí tardó en corregirse más de lo que pueden soportar no sólo las víctimas de las agresiones sexuales sino también las miles de mujeres de este país que hemos decidido arroparlas en nuestra lucha diaria. Sabemos que las feministas tenemos tragaderas para rato pero ninguna de nosotras se merece amanecer con el desaliento y la pesadumbre que nos traía en su mochila este 12 de septiembre.
Nani Carvajal