¡Antígona debe vivir! El coro de jóvenes grita cada vez más alto y sorprende a todas las personas que, la noche del pasado 23 de julio, asistíamos a la representación de la obra de Sófocles en el teatro romano de Medellín. Se levantan de sus asientos y se acercan a la escena gritando y gritando. El rey Creonte se queda entre perplejo y asombrado, no se espera que los jóvenes lo rodeen y le increpen, quiere imponer su autoridad, pero ya la ha perdido.
Planteada y escenificada como un debate, la tragedia griega “Antígona”, con sus más de 2400 años de antigüedad, se desarrolla ante nuestros ojos en un sencillo escenario y bajo una luna llena enorme iluminando a los actores. De lo que se trata es de discutir, de argumentar y de permitir expresar juicios sobre por qué hay que cumplir la ley siendo esta inmoral, y por qué es legítima la rebelión, representada por Antígona, ante la ejecución de una pena considerada excesiva y desproporcionada.
A lo largo de las casi dos horas de representación y de forma muy amena se van tratando muchos temas: la autoridad, la legitimidad, el derecho a la rebelión, la moral…
El rey de Tebas, empeñado en hacer cumplir la ley, no permite que se entierre a Polinices, hermano de Antígona muerto en batalla y considerado un traidor. Pero el sentido ético se rebela ante tamaña monstruosidad. ¿Es justo que se castigue a una persona incluso después de muerto? ¿Debe morir Antígona por no acatar esta norma injusta?
Los partidarios de hacer cumplir la ley a toda costa utilizan todas las artimañas para descalificar a Antígona. La acusan de estar dejándose llevar por los sentimientos y por la pasión, la desvalorizan por ser mujer y por su innegable espíritu de sacrificio, propio al parecer, de la condición femenina. Por honrar a su hermano, Antígona debe morir. El rey le ofrece el perdón si ella reconoce su culpa. La protagonista ni lo toma en consideración: la moral y la dignidad deben estar por encima de la ley. “Sé que voy a morir, pero tengo la obligación rebelarme”.
En otro intento por doblegarla acusan de homosexual a su pareja, Hemon, que la apoya con todas sus fuerzas. Antígona, en una preciosa reflexión sobre la condición humana, habla de la libertad y del respeto, apoya las relaciones, cualquier tipo de relaciones, basadas en el amor, y defiende a Hamon sin ninguna duda.
En esta adaptación de la obra en ningún momento se apela a mitos, dioses ni leyendas. Se ha querido hacer un debate jurídico y democrático de absoluta actualidad.
La interpretación es excelente, la dirección y puesta en escena consiguen mantener el interés en todo momento. El enclave perfecto, y Medellín, una pequeña joya para descubrir.
Es un lujo poder asistir a representaciones de obras de teatro clásicas donde no dejamos de constatar que el género humano se plantea una y otra vez las mismas preguntas y sigue, por lo general, equivocándose en las respuestas.
María Vinagre.