CUANDO ESTÁS A PUNTO DE COGER UNA LLAMADA NO DESEADA
Por Amparo Díaz-Ramos
Mi quinto día de vacaciones en un lugar maravilloso al norte de Burgos y ya he estado a punto de coger una llamada no deseada. Comprendedme, es que paso de golpe de no tener menos de veinte llamadas al día -entre clientes, compañeros y compañeras, gestores y
notarías, a veces un juzgado para pedir algo, y alguna de la familia- a tener tres o cuatro. Paso de estar contestando mails, escribiendo sin fin demandas y recursos, a poder escuchar sin agobios (pero reteniendo bien poco, la verdad) lo último sobre la refutación de la teoría de la relatividad. Paso de ir corriendo de un lado a otro a disfrutar (on line claro y solo en algunas zonas de la casa y del prado) de la obra de Tizziano y a continuación, como quién no quiere la cosa, del diseño industrial (que me encanta), y al poco a poder coger la bici y confirmar una vez más que no soy de cuestas (sobre todo de cuesta arriba).
Paso de la fría oscuridad de los juzgados a tener un cónclave de pájaros en mi propio balcón, a caminar entre árboles, a iglesias románicas y castillos. Y claro, el cortisol me dice que qué pasa conmigo, que si he perdido el norte. Y yo le contesto, ¿Y tú me lo preguntas? Porque… ¿acaso es culpa mía que a las ocho de la tarde un día como hoy ya haya desordenado y recogido la casa creo que dos veces (que hartazgo), hecho las compras previstas incluido la búsqueda de marcos para nuestros proyectos de este verano (eso es otra historia), tomado el aperitivo en Pepe el de los Vinos (también conocido como Casa Pepe), comprado más de lo necesario en una tienda en la que la dueña se iba a jubilar, comido en el restaurante que nos gusta tanto y al que le tenemos tanto cariño, hecho un paseo en bici de un pueblo a otro, conversado con Gemini -sí si, la inteligencia artificial de Google- sobre la filosofía que se desarrolla a través de canciones, películas, videojuegos…, visitado a la familia, y ya no sepa qué hacer en un lugar tan tranquilo y hermoso como este? Y todo eso con problemas de conexión a internet (de lo peor).
Miro el paisaje, tan bello y relajante, y la certeza de que la lucha no ha parado, de que sigue ahí, se estira en lo más profundo de mi corazón veraniego. La lucha por la justicia y la igualdad (las dos caras de la misma moneda) sigue sólo que yo estoy de vacaciones, haciendo lo que no puedo hacer o hago a duras penas durante el resto del año. Cargando pilas se supone, en un lugar que amo. Parafraseando a uno de los protagonistas de la novela “Las Horas”, ¡hay tan poca igualdad en el mundo!.
Llamo a mi mejor amiga para saber de ella (la van a tener que operar un poquito) y a la vez para saber de mí a través de ella, con sus ojos, y no me coge el teléfono. Todo va tan lento por aquí, rectifico, soy yo la lenta por aquí. Entonces recibo una llamada no deseada, de esas que el móvil te avisa, y estoy a punto de cogerla. Afortunadamente tropieza mi vista con una bolsa de pipas, y eso me salva. ¿Tengo que cargar las pilas o más bien tengo primero que descargarlas? De momento me voy a comer las pipas bajo un manzano y luego ya veremos.
Amparo Díaz Ramos es abogada especialista en violencia de género.
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