Unos la tildan de tonta ( J.F.Tezanos ), otros de inteligentísima ( J.Leguina), hay tertulianos que la califican de trumpista (J.D.Aroca), se han hecho chistes sobre ella y el twitter de los perros de E. Aguirre, y ha sido víctima del más despectivo machismo político antes y durante la campaña electoral para las elecciones a la comunidad de Madrid del pasado 4 de mayo. Sin embargo, entre las mujeres siempre ha tenido una mayoritaria aceptación, o al menos así lo han reflejado en sus respuestas cuando eran encuestadas. Muchas decían sentirse identificadas con ella hasta el punto de definirse como “ayusas”, un término acuñado ex profeso que circula ampliamente por los mentideros madrileños para referirse al talante sosegado, terco, aparentemente ingenuo e irrelevante de la presidenta de la comunidad.
Lo cierto es que Isabel Díaz Ayuso, una mujer de origen humilde, cortita de gestión y de derechas sin complejos, ha arrasado en la comunidad de Madrid llevándose casi uno de cada dos votos, de todas las categorías sociales, en unas elecciones en las que la ciudadanía, sacudida por una campaña a cara de perro, ha acudido en masa a votar pese a las interminables colas de los colegios electorales y tratarse de un día laborable.
A juzgar por los 65 escaños obtenidos (1.620.312 votos), la voz del pueblo le ha valorado su rebeldía contra Sánchez en la gestión de la pandemia. Le ha respaldado su forma de articular la protección de la salud con la de los negocios, sus exigencias sobre el control del aeropuerto de Barajas, sus criticadas lágrimas ante los féretros de las víctimas del coronavirus en la misa de la Almudena, la creación del Zéndal y, por descontado, su empeño en no subir los impuestos. No iban a ser sólo los tabernarios quienes propiciaran sus 1.620.312 de votos que, uno detrás de otro, suman más que los de toda la izquierda junta. Ni tampoco sus proclamas de libertad o comunismo, otro mantra más guerracivilista, que no ha funcionado en la campaña.
LA OTRA GANADORA
El “voto a la madrileña” generado por Ayuso ha conseguido alzar también a otra mujer como ganadora de estas inesperadas elecciones. Se trata de Mónica García, la lideresa de Más Madrid, cuyos resultados electorales le han permitido dar el sorpasso al PSOE y colocarse como jefa de la oposición. A Mónica le ha funcionado su discurso pragmático y sus propuestas de izquierda alternativa a las necesidades reales de la gente de la calle, fruto todo ello de un intenso trabajo político en esa comunidad y de su demostrada solvencia intelectual.
Además, la decisión de mantener una línea diferente a la de Pablo Iglesias, por muy cercanos que estén sus postulados teóricos, ha beneficiado a Más Madrid, convertida en segunda fuerza política de la Asamblea. Opción que la ha librado del descalabro al no plegarse a la fallida estrategia del redentor que venía a salvar a la izquierda, y que se postulaba de nuevo como vicepresidente autonómico, detrás de Gabilondo aunque por delante, claro, de Mónica García.
EL OTOÑO DEL PATRIARCA
Pero el salvador, lo que son los votos, se ha visto obligado a dejar la política ante su incapacidad para cumplir sus propias expectativas. Y así, después de siete años de polémica escalada hacia el cielo, cuando lo estaba tocando algo raro notó que lo impulsó a jugar su última baza como libertador de esa ingrata gente que al final no sólo no lo respalda en las urnas sino que lo lanza directamente al infierno mediático, para llegar a la audiencia de la mano de un poderoso productor independentista catalán. Ingenua Ayuso, que cree que ha sido ella la que ha acabado con la carrera política de Iglesias.
Veremos qué pasa con Podemos, su gran obra. En el gobierno de coalición ya designó como su heredera a Yolanda Díaz, y ahora la encumbra a liderar la formación morada. Alguien debería de decirle a este sabio profesor que, aunque solo sea en el plano formal, abandone esas rancias prácticas caudillistas más propias de los partidos de los que nos venía a redimir. También que deje a las bases hacer su trabajo tal como prevén los estatutos de la formación morada para estos casos. Y que no se preocupe, pues Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, tiene suficientes alas para emprender su vuelo sin ningún tutelaje. Es la tercera ministra mejor valorada.
ELLOS PIERDEN
Además del patriarca Iglesias, hay otro gran perdedor en esta cruenta batalla madrileña y no me refiero a Gabilondo, el cabeza de lista socialista, ángel resignado. Se trata del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, interesado primero en plantear estos comicios en clave plebiscitaria y tras la aplastante victoria de Ayuso, negar la mayor. El ambicioso monclovita ha cosechado los peores resultados de la historia para su partido que ha dejado de ser la izquierda de referencia. Conclusión, el PSOE se vuelca ahora en hacer una lectura puntual de lo sucedido en Madrid, en minimizar sus corrosivos efectos por tratarse de unas elecciones autonómicas, nada que ver con las que afectan al conjunto de la nación. Sus gurús sabrán… pero el revés social que ha recibido Sánchez en gran parte por su gestión de la pandemia, es de los que hacen época. De nuevo, ingenua Ayuso si piensa que el voto de castigo a Sánchez le ha venido por ese gobierno de la “opulencia”, que también.
EL EFECTO MARIPOSA
Y qué decir de la ultraderecha de Vox, y de su controvertida candidata, Rocío Monasterio. Han subido un poco y conservado los muebles, pero deberían escuchar a los madrileños que, al menos por esta vez, le han expresado claramente su hastío hacia las soflamas racistas y los discursos salvapatrias.
Hasta dentro de dos años no sabremos si las elecciones de Madrid serán o no extrapolables al conjunto de la nación. España es un variado ecosistema donde las cosas que importan en unos territorios no preocupan ni por asomo en otros, como sucede con la causa independentista en el País Vasco y Cataluña. La mayoría de las comunidades españolas tienden a posicionarse siempre, con mayor o menor acierto, entre la izquierda y la derecha y sus respectivos matices, aportaciones políticas que, por cierto, vuelven a desdibujarse del panorama político como está sucediendo con Ciudadanos.
Si en política parece estar permitido afirmar una cosa y, seguidamente, la contraria, o proponer hoy algo y mañana desecharlo, hay un principio tozudo con el que habría que contar siempre ante cualquier propuesta o decisión que se tome. Me refiero al efecto mariposa, ese que simboliza el potencial de un simple aleteo sobre el orden general. En Murcia la mariposa movió sus alas y, de momento, en Madrid ya ha provocado un terremoto.
NANI CARVAJAL