«UN ARROZ CON BACALAO»
Por Concha Cobreros
Margarita, pelo blancocorto y andares cautelosos, iba camino del supermercado pensativa, apoyadaen sumuleta. Tenía 15 euros para hacer la compra y la lista que llevaba en la cabeza no era corta. En estos casos recordaba una frase que decía su abuela: “No hay poco que no llegue ni mucho que no se acabe”. En la primera parte de la frase, Margarita era catedrática.
Hoy tocaba poner en práctica sus habilidades porque mañana era un día muy especial. Su hijo, que trabajaba en Barcelona y al que sólo veía un par de veces al año, venía a comer con ella y Margarita le iba a hacer su famoso arroz con bacalao, que a su Paquito le encantaba. También le gustaba mucho a su difunto, que Dios tenga en su gloria.
Sarandonga nos vamos a comer, sarandonga un arroz con Bacalao, sarandongacuchiviri, cuchiviri… Margarita estaba muy contenta.
Tenía que comprar un paquete de arroz, una bandejita de bacalao desmigao, que salía más barato y se desalaba en un momento, unas patatas (solo necesitaba una, así que cogería la bolsa más pequeña), una botellita de vinoblanco y un pimiento rojo. La ñora, el tomate seco, el azafrán y el pimentón dulce ya los tenía, nunca faltaban en su cocina, eran el secreto de muchos de sus guisos. Y tenía que hacer un poquito de caldo de pescado, seguro que Juanito el pescadero le daba unas espinas. Si no había caldo de pescado, pues con agua del grifo, que también salía muy bueno. A ver si le llegaba con los quince euros.
A Margarita le gustaba mucho ir al super. Allí siempre recibía un poquito de cariño, una sonrisa de Carmen la cajera, de Juanito el pescadero, de Honorio el charcutero… la trataban muy bien y le señalaban las ofertas más interesantes. Eran casi como su familia, las únicas personas con las que hablaba algunos días.
Cuando llegó al super se encontró con el tinglado que montaban todos los años los del Banco de Alimentos. Para Banco de Alimentos estaba ella… Este año iban muy bien, pensó mirando de reojo dos contenedores llenos ya de paquetes de comida. Bueno si le alcanzaba con los quince euros…
De momento esquivó a las voluntarias, Ana y Concha (*), que pedían una posible colaboración a los clientes que entraban.
Margarita se sentía feliz con su carrito recorriendo los pasillos delsuper. Disfrutó buscando ofertas, compró a buen precio todo lo que le faltaba para su arroz con bacalao y vio con alegría que, aunque justito, le alcanzaba para un segundo paquete de arroz.
Llegó a la caja, esperando un poquito ansiosa que saliera el ticket. Catorce con cincuenta, Margarita, le dijo la cajera. Qué puntería, niña, le contestó Margarita acercándole los quince euros. Carmen le sonrió porque sabía todo lo que significaba aquel segundo paquete de arroz. Paquete que nuestra Margarita cogió con mucho cuidado y depositó en el contenedor del Banco de Alimentos.
Concha, la voluntaria, le dio las gracias, pero viendo la dificultad con que Margarita llevaba las dos bolsas y la muleta se ofreció a acompañarla hasta su casa. Cuando llegaron al portal, Concha le preguntó por el ascensor y Margarita soltó una carcajada. De ascensor nada y vivo en el 4º. Pero no te preocupes hija, que estoy acostumbrada.
Por supuesto Concha le subió las bolsas hasta el 4º piso y Margarita se empeñó en que pasara para tomarse un café. Pasó, no podía hacerle el feo. El café estaba buenísimo. Margarita le hizo muchas preguntas sobre el Banco de Alimentos. Concha le explicó que todo lo que se recoge va a un almacén del Banco de Alimentos donde se clasifica y se envía a entidades benéficas que son las que se lo entregan a las personas necesitadas.
Margarita le dijo que le diera las gracias a todos los que hacían este trabajo tan importante y tan bonito. Concha se despidió conmovida. Y bajando los cuatro pisos de escalera pensó en la soledad de personas como Margarita y en el tiempo que llevaría sin tomarse un café con alguien.
Concha Cobreros es empresaria, publicita, periodista y colabora con el Banco de Alimentos de Andalucía.
(*)Mi tocaya, Concha Ribelles, voluntaria del Banco de Alimentos, me contó la experiencia que dio base a este pequeño relato. Gracias.
Relato compartido con la Newsletter del Banco de Alimentos de Andalucía