«LA BOTELLONA«
Por Concha Cobreros
Llegaron al supermercado en un torbellino de risas y jovialidad. Guapetones, encuerpaos, llenos de fuerza. Eran cuatro muchachotes de dieciocho o diecinueve años dispuestos a pasar la mejor noche, la mejor fiesta, la mejor botellona.
Iban a comprar El Lote, es decir, refrescos, bebidas alcohólicas, hielo, vasos de plástico… todo lo necesario para hacer un montón de copas sin gastar mucho dinero, ya que el importe total, en estos casos, se suele compartir entre todos. Iban con pantalones y camisetas molonas, cogotes más o menos rapados, flequillos estudiadamente revueltos y pinta de estar muy sanitos y bien alimentados.
Ese día el Banco de Alimentos hacía una de sus recogidas y mi amiga Fátima (*) era una de las voluntarias en aquel supermercado. Cuando entraron los cuatro chicos, Fátima se dirigió a ellos con su irresistible sonrisa y su mirada azul.
-¿Podéis colaborar con el Banco de Alimentos?
-Es que estamos tiesos, somos estudiantes. Pero bueno, a ver si podemos… ¿Qué es lo que tendríamos que aportar?
-Pues vendría bien caldo y fideos para hacer sopa. Hay muchas personas mayores que lo agradecerían.
-Ah, claro, a mis abuelos también le gusta mucho la sopa porque los dientes los tienen regular.
Total, que hicieron sus cuentas y decidieron comprar entre los cuatro varios envases de caldo y paquetes de fideos.
Mientras los chavales hacían la compra, Fátima, que es más buena que un pan, compró cuatro baguettes y le pidió al charcutero que le montara cuatro buenos bocadillos. Cuando salía la pandilla, Fátima los llamó a capítulo:
-Por favor, no os vayáis a emborrachar, bebed con sentido común. Y no mezcléis que eso es lo peor… Y no tiréis al suelo los vasos y la latas. Y las botellas, menos, que los cristales son muy peligrosos…y…
Los chicos se miraban unos a otros de reojo.
-Es que tengo dos hijos de vuestra edad y sé lo que pasa. Así que haced el favor de meter esto en el Lote y os lo coméis a mitad de la botellona.
Y diciendo esto sacó los cuatro bocatas y se los metió en una de las bolsas del Lote. Los chicos estallaron en carcajadas. -¡Jajaja! ¡Esto del Banco de Alimentos mola¡ Muchas gracias. -Bueno tíos, dijo uno de ellos, después del detalle de esta señora, aquí hay que estirarse. Vamos a comprar otro Lote pero de caldo y fideos. Ya veremos como llegamos a fin de mes.
Los chavales volvieron para adentro del super y al rato pasaron por la caja con ingredientes suficientes para hacerle sopa a un regimiento. Lo depositaron todo cuidadosamente en una de las enormes bañeras del Banco de Alimentos.
Y, después, salieron por la puerta del supermercado con la misma alegría bulliciosa con la que habían entrado y comiéndose cada angelito el pedazo de bocata que les había preparado la voluntaria. Fátima, no daba crédito, miraba emocionada, pensando que la solidaridad no va por barrios ni por edades y que el gesto de aquellos jóvenes era muy importante.
Concha Cobreros es empresaria, publicita, periodista y colabora con el Banco de Alimentos de Andalucía.
(*)Fátima Bermúdez Coronel es voluntaria del BAS desde hace 15 años. Ahora es supervisora. Este relato está basado en una de las experiencias que me ha contado vividas en estos años