Por Eloísa Galindo
Mi casa, sobre un barranco asoma a lo difícil de la vida.
Vive por cuenta propia con recuerdos que plasman
almanaques de color añejo con paisajes y rostros que
pasaron franquismo volviéndose joya de modernidad.
Abro puertas al pasado y una mujer desnuda me mira.
Desnuda de verdad
Desnuda de leyes
Desnuda de dolores
Desnuda de silencios que calla.
Quemo en una pequeña estufa, el silencio de sierra que
abraza almendros en flor.
Mirada blanca como escena.
Mujer abraza otras realidades y la valentía se paga con la
enfermedad de la tristeza.
Casada de niña con alguien pudiente, familia contenta, ella
humillada.
Era mi vecina Victoria.
Delantal en cadera de algodón o quizás tergal.
Ella era sierra de tristezas de corazón herido.
Vive sin luz la vida sentada frente a la Contraviesa como
manto frío que no entiende.
Es fuerza ante la verdad sin paz ni caricias.
La vida corre y huele a monte alto,
Se ajusta a la norma y se divorcia.
Entiende de leyes sin código.
Y la soledad de los vientos la arrastra a la muerte.
Desnuda de verdad
Desnuda de leyes
Desnuda de dolores
Desnuda.
Así fue mi vecina Victoria.
Eloísa Galindo es poeta y Secretaria de la Fundación María Fulmen.
«Cástaras, a mi vecina Victoria» es su poema para el libro colectivo «Sur», en impresión.
Cástaras es un pueblo de las Alpujarras de Granada.