TREINTA AÑOS DE TABLAOS Y UNA ESTIRPE FAMILIAR DEDICADA AL FLAMENCO
.- Empezó a trabajar en Madrid a los 13 años como bailaora flamenca y ha llevado su arte a todos los continentes.
.- Tiene la suerte de haber encontrado en su marido, Ángel Muñoz, a la pareja de baile que la acompaña en todo momento.
.– Pertenece a una saga de bailaoras. Su arte lo heredó de su madre y se lo ha transmitido a su hija.
Andaluza y sevillana de nacimiento, esta artista y bailaora flamenca, que rebosa energía y cercanía por los cuatro costados, encuentra en el escenario una pasión que la envuelve como una mantilla. Una pasión que la arropa, la posee. Sus más de treinta años de experiencia sobre tablaos y escenarios, ante públicos allende nuestras fronteras, le han dejado un rastro de galardones y reconocimientos ante los cuales grandes maestros del flamenco se quitan el sombrero. Charo Espino hace mucho que es grande.
Por Laura Hurtado
Las voces pueden escucharse desde la calle. La puerta del estudio, abierta de par en par, deja entrever el interior, con suelos de madera que resuenan como campanas al ritmo de un-dos-tres… Un grupo de niñas, más de una docena, está colocado en fila a la espera de una orden. La figura que se alza entre ellas las guía con pisadas confiadas, manos gráciles y una melena rizada que se agita en cada movimiento: Charo dirige a las niñas con una sonrisa brillante, y ellas la siguen con pasos seguros y manos torpes. “Es imposible tenerlas quietas, me vuelven loca, y a Ángel también”.
Son las ocho de la tarde y es el penúltimo grupo que les queda. Ángel, el marido de Charo, adapta el ritmo, y con un par de palmadas indica a las niñas que cambien de posición. Charo las coloca una a una y ríe cuando la persiguen y se miran al espejo mientras posan con sus compañeras. Para atendernos, Charo se retira del grupo. Aún con las energías latentes del baile con las niñas, avanza a paso rápido hacia una mesa y dos sillas en una esquina. Se sienta, y con los brazos apoyados y la vista al frente, vuelve a sonreír.
Mujeres del Sur: –Charo, llevas más de treinta años en el mundo del baile flamenco, y sigues teniendo energía para dar y regalar al público. ¿Cómo fueron tus comienzos?
Charo Espino: –“Empecé con cinco añitos, porque en mi familia bailaban todas: mi madre, mi prima… Soy sevillana de nacimiento, y el arte y el amor por el baile me vienen de familia. Aquí en Sevilla bailaba en una academia junto a ellas.”
Su madre también, antaño, ocupaba los tablaos con tacones y vestidos de cola y, aunque se retiró de los escenarios cuando ella tenía apenas 3 años de edad, Charo tuvo desde siempre muy claro que terminaría por seguir sus pasos. Los comienzos de esta bailaora fueron tan intensos como breves, pues con apenas 13 años se marchaba a Madrid, una ciudad a más de cinco horas de su tierra, y sola.
Ch.E.: –“Yo salía a las cinco de la mañana de un tablao, y a las ocho ya estaba en un ballet. Tenía que trabajar para vivir”.
Nada más llegar a Madrid consigue trabajo actuando por las noches en tablaos flamencos, y por el día va como alumna a una de las compañías de ballet más prestigiosas: la de Rafael Aguilar. Y de repente, ni cuatro años después, Charo se ve con 17 años en un avión, sola, rumbo a Hong Kong. El país asiático es su primera gira fuera de Europa.
Ch.E.: –“A mi madre le encantaba, pero sí que es verdad que en el fondo una madre no quiere que te vayas porque sufre. Ella me dijo: tú quieres esto, adelante, te apoyo.”
Hasta entonces, Charo Espino ya había hecho giras tanto por Italia como en Londres, pero siempre con su madre junto a ella, que es uno de sus mayores soportes. Hoy en día la artista se enorgullece también de serlo ella para sus dos hijas:
“No me he prohibido nada nunca”
Prueba de esta libertad autoimpuesta, están los galardones que lleva colgados del cuello desde comienzos de los años 90. Bailando “Hijo de la Luna”, al estilo del flamenco más puro, se trae a casa el premio italiano Navicella.
Ch.E.: –“Me decían que me parecía mucho a Ornella Muti cuando bailaba: La Traviata con José Carrera o Il Trovatore en la arena de Verona. Fueron ocho años donde me subí a muchísimos escenarios, sobre todo de óperas italianas.”
SU BAILE LLEGA AL CINE
Siendo muy joven, las salas de cine la reciben y debuta en Callas Forever, dirigida por Franco Zeffirelli.
Ch.E.: –“Aquello fue por mediación, como en la ópera de Verona. Necesitaban chicas de baile. Fue breve, pero yo siempre lo repetiría todo, porque todo lo que he hecho lo he hecho porque he querido y porque me ha gustado”.
Actualmente, tanto Charo como Ángel, su marido y compañero de baile, continúan al pie del cañón con sus actuaciones y espectáculos, pero el epicentro de su carrera como artistas ha virado hasta toparse de cabeza con una academia de baile que, por si en Sevilla capital no tuviera sitio suficiente, ha migrado hasta Praga. Allí les esperan más de 50 aprendices con un amor por el flamenco que trasciende naciones.
La apertura de su academia, “De Arte y Pasión”, se hizo justo antes de la pandemia. Cuando el confinamiento azota España las llamadas comienzan a llegar a montones: la gente quiere aprender a bailar, e insisten en que Charo y Ángel les enseñen.
Ángel Muñoz: –“Tuvimos que hacer clases online, porque por entonces entrenar en el estudio era imposible. Actualmente la academia cuenta con más de cuatro grupos diferentes, todos de edades distintas, que además han conseguido acompañarnos en distintos espectáculos.”
TESTIGOS DEL AMOR POR EL FLAMENCO
Han viajado por todo el mundo, hasta tal punto en el que es difícil pensar algún rincón en el que no hayan actuado, y tanto Charo como Ángel coinciden en que el amor por el flamenco no conoce fronteras.
Ch.E: –“China, Japón, Alemania o Inglaterra; la calidez y la emoción con las que nos reciben allá donde vamos no tiene precedentes.”
Fruto de su amor han nacido dos hijas, y donde una de ellas es la protagonista de una obra creada por el propio Ángel, “Aroha, inspiraciones flamencas”, la menor, María, ha decidido seguir los pasos de sus padres. El talento y el tesón, su amor y pasión por el baile, han sido heredados de ambos bailaores, y es que la joven lleva actuando en escenarios con ambos desde muy temprana edad. Con 10 años ya pisaba escenarios en Nueva York y encandilaba estadounidenses con su confianza en tacones y el alma que brilla en cada paso que da.
M.S.: -“Os emocionáis cuando habláis de vuestras hijas, ¿qué se siente al saber que también quieren dedicarse al baile como vosotros?”
Ch.E.: –“Fue un gran impacto. Conseguir que tu hija diga: yo quiero ser como mis padres, porque mis padres son muy grandes. Compartir escenario con ellos, dedicarte a tu pasión, a tu profesión, con tu hija…” A Charo le brillan los ojos, como si pudiera verlas en ese mismo momento vestidas de flamencas y bailando en un tablao.
Charo y su inseparable pareja, Ángel, se muestran resistentes y más dispuestos que nunca a continuar pisando con fuerza todo escenario o tablao flamenco que se encuentren. Sus espectáculos se convierten en un éxito tras otro, y están en un punto de sus vidas donde aquellos que alguna vez fueron sus ídolos ahora los admiran.
Viajar hasta el último rincón del mundo, crear arte allá por donde van y transmitir esa pasión, ese alma, a sus hijas y al pequeño nieto que no hace mucho llegó al mundo, parece que se les sigue quedando corto.
Brindemos por los más de treinta años de arte que llevan bailado y por otros treinta más que les quedan por venir.