UN GRITO EN EL DESIERTO
.-Por Cristina Martínez
Estamos viviendo a nivel mundial un rebrote de machismo innegable. Abrir un periódico y encontrar en los sucesos la muerte de una mujer a manos de su pareja se ha convertido en algo habitual. Ya no merece siquiera el valor de la primera plana. Aquí en España como en cualquier parte del mundo, eso sucede cada día. ¿Me quieres?, no, pues te mato.
Luego la justicia con muy buenas intenciones y muy pocos resultados, encierra a los asesinos unos pocos años y después los sueltan. Ahora bien, los agresores no se arrepienten, al contrario, se ríen de la ley en sus narices y vuelven a las andadas en cuanto se ven en la calle. La vida de mujer cuesta tan sólo unos pocos años de prisión.
Nadie puede amar por decreto. Pero, para el hombre que desea a una mujer, esa reciprocidad es lo de menos. Lo importante es lo que él siente y quiere.
«El machista no acepta a la mujer como igual y, por lo tanto, no acepta un no por respuesta.»
En occidente, los asesinatos y agresiones se suceden sin interrupción. La manadas de hombres, camuflados bajo el estandarte de algún deporte, pasean arrogantes su exaltada libido por las ciudades donde no les conocen y arrasan a su paso. Es divertido someter, violar e incluso herir entre todos a una descuidada.
Las mujeres de mi generación, que tanto hemos luchado por la igualdad, contemplamos consternadas el retroceso.
¿Qué hemos hecho o estamos haciendo para que esto suceda? nos preguntamos.
No sabemos la respuesta, lo que sí sabemos es que, si al hombre que mata se le encerrara en prisión de por vida y se le obligara a trabajar para pagar su sustento, este salvajismo con visos de impunidad seguramente acabaría…
Cristina Martínez es escritora