El equipo de fútbol femenino del Barcelona F. C. acaba de hacer historia al proclamarse campeón de la Champions Leage, la más prestigiosa competición del fútbol continental y probablemente mundial y ser además el primer club español en conseguirlo. Esta proeza, que como suele ser tristemente habitual no ha tenido la repercusión mediática que se merece, desde luego no la que se le hubiese dado si fueran hombres, supone un nuevo hito del deporte femenino nacional que hace ya muchos años no para de darnos alegrías y de demostrar, día día, peldaño a peldaño, que no conoce límites. Las mujeres del Barça han demostrado su poderío después de superar prejuicios atávicos.
Un poderío que crece a medida que aumenta el apoyo de gobiernos, instituciones y público en general y se les reconoce el lugar que se merecen.
El fútbol femenino se está ganando a pulso una potente afición y empieza a contar con mayores apoyos y aportaciones.
Y no hablamos solo de la altísima competición, las élites o la genialidad individual de deportistas que ya son leyenda como Carolina Marín, Garbiñe Muguruza, Lydia Valentín, Mireia Bemonte o la sevillana Marina Alabau, lo mejor viene de las generaciones más jóvenes que animadas por su ejemplo trabajan denodadamente, bien en solitario, bien en el anonimato forzado de deportes de equipo para que, cada día más, los viejos techos de cristal acaben siendo solo un triste recuerdo. En este brillante futuro del deporte femenino, el techo parece estar en el infinito… o incluso más allá.
Maruja Limón