EL SEXO ES NATURAL, LA PORNOGRAFÍA NO
«En un mundo en el que todo resulta agresivo y amenazador…el sexo resulta un refugio.»
«La pornografía ha sido inventada por los hombres y para los hombres».
Por Cristina Martínez
Antes, el sexo era un tema tabú. No se mencionaba siquiera. La mayor parte de las mujeres y muchos hombres se casaban sin haberlo probado ni tener la menor idea al respecto. Para los adolescentes de ahora, sin embargo, el sexo ha pasado a ser un tema banal. Juegan al sexo como juegan a las cartas, con la misma indiferencia y parecido entusiasmo, cambiando de pareja como de carta y sin tomar medidas para evitar los embarazos no deseados.
Son frecuentes los desgarros vaginales y anales que los médicos deben tratar en los hospitales, por no hablar del recrudecimiento vertiginoso de las enfermedades de transmisión sexual y de los abortos.
En un mundo en el que todo resulta agresivo y amenazador: el cambio climático, las guerras en muchos lugares del mundo con la amenaza de las armas nucleares, la ausencia de valores, el desmoronamiento de la institución familiar, el descreimiento en las religiones y un oscuro e inquietante futuro, el sexo resulta un refugio.
Ahora bien, del sexo al porno hay un gran trecho.
El sexo es natural. La pornografía no lo es. Y es el porno lo que consumen los adolescentes y hasta tal punto se ha hecho viral entre ellos que el Ministerio de Igualdad del Gobierno de la nación se ha visto obligado a tomar medidas para intentar frenar e impedir ese ataque contra las mujeres.
Porque la pornografía, tengámoslo en cuenta, ha sido inventada y alimentada por los hombres para los hombres.
Las mujeres son utilizadas en esas películas como meros instrumentos de placer. En las imágenes parecen gozar con ser penetradas vaginal y analmente por enormes vergas y, gimen de placer, sin caricias, sin excitación ni enamoramiento. Una gran mentira. Todas sabemos que esos falos no son susceptibles de provocarles placer sino dolor y que ese brutal inicio de la sexualidad por parte de los adolescentes, a imitación de lo que ven en la pornografía, puede suscitar por parte de las niñas un rechazo al sexo de por vida.
Sin embargo, la influencia del porno es perentoria. Y quien no tiene un pene enorme se siente frustrado por no dar la talla y la adolescente penetrada sin previo juego erótico se siente frustrada por no gozar como se supone. Y los chavales ven a las niñas como meros receptáculos de su placer; no necesitan implicarse emocionalmente. Y las niñas ven a los chavales como agresores egoístas. Y, cuando el amor está ausente y sólo se busca el placer y el sometimiento, la violencia de género encuentra su camino.
Cristina Martínez Martín es escritora, profesora jubilada, empresaria y feminista.