EL DÍA EN QUE MANDAN LAS MUJERES
–Por Sara Lagos
Este primer fin de semana de febrero y coincidiendo con la festividad de Santa Águeda (domingo 5) se celebra en numerosas localidades españolas y de países del sur de Europa una popular verbena en la que mandan las mujeres. El espíritu rupturista de este festejo es de origen profano aunque se asocie a la santa de Catania y al jubileo católico de la Candelaria en varios pueblos de Andalucía.
¿Tienen relación las festividades de Santa Águeda y la Candelaria? Aparentemente no, pero coinciden en el las fechas de su celebración, en el declinar del invierno con la llegada de los días más largos, en la celebración de los alumbramientos cuarenta días después de la Navidad y, mira por dónde, en la protección de las mujeres que simboliza Santa Águeda, la siciliana a la que le cortaron los pechos por negarse a ceder su virgindad y se curó gracias a una planta medicinal que le proporcionó un ángel.
Sin embargo, sería demasiado inocente pensar que las mujeres mandaran por la gracia de dios aunque se tratase de un sólo día al año y en determinadas partes del mundo. Que nadie se engañe: si este cambio de paradigma lo permite la tradición es porque en un momento de la historia nuestras antecesoras recibieron lo que se considera un «privilegio» acompañado de un bastón de mando, para que cada cinco de febrero pudieran dedicarlo a las celebraciones que considerasen oportunas y descargar todas las actividades domésticas en sus maridos.
Y, efectivamente, fue en tiempos de la Reconquista, justo en el momento en el que el Alcázar de Segovia se hallaba ocupado por los musulmanes, cuando las mujeres decidieron tomar la inicativa para ayudar a sus maridos a librarse de los moros. No lo pensaron más y se vistieron con sus mejores galas, se plantaron a las puertas de la fortaleza y dieron rienda a un sarao al que los sarracenos no pudieron resistirse. Mientras duraba el jolgorio los hombres se introdujeron en el palacio y lo tomaron. Así, aquellos guerreros se ganaron la confianza de los reyes que les concedieron la guardia y custodia del Alcázar cuando ello estaban ausente, además de fueros y privilegios entre los que se encontraban el eximente de pagar ciertos impuestos.
Pero indudablemente la gesta fue urdida por las mujeres y son ellas las que se merecerieron la gloria aunque fuese por un día. La proeza que llega hasta hoy se celebra de manera muy diversa, sobre todo en las provincias más continetales de nuestro país. En Zamarramala, Segovia, el día de Santa Águeda está considerada Fiesta de Interés Turístico Nacional. Son famosas las vestimentas femeninas para la ocasión con la montera como símbolo de mando, su cocina especial e incluso sus alfileres «matahombres» con los que homenajean a personas y entidades que ayudan a las mujeres.
En Salamanca las mujeres reciben el bastón de mando en el Ayuntamiento, bailan en la Plaza Mayor y siguen la fiesta en restaurantes y locales de ocio de toda la ciudad. En Zamora las águedas toman la ciudad y los pueblos para hacerse con el control de la provincia; en los ayuntamientos les ceden los bastones de mando como señal de autoridad y la festividad puede durar hasta 7 días. Son famosas las águedas de pueblos como La Hiniesta, Andavías, Corrales, Algodre y Coreses que conmemoran la festividad con charros, jotas y otros bailes regionales al son de panderetas.
En Zaragoza es tradición comer un dulce con forma de pecho de mujer, -las «reliquias de Santa Águeda,– relleno de trufa y nata. En concreto, en la localidad de Escatrón el 5 de febrero sale una multitudinaria procesión en la que las jóvenes portan en sus cabezas los panes benditos que ofrecerán a la santa y al día siguiente celebran el tradicional Baile de la Cinta ante su hermoso busto.
Cuenta la antropóloga Alida Carloni que «nuestras hermanas europeas también celebran por estas fechas el día en el que mandan las mujeres y lo llaman «La Chandeleur», aunque con la peculiaridad de que no reciben bastones de mando sino que hacen deliciosas crépes para toda la famila», añade.
«Manda esta curiosa tradición, asegura Carloni, que una de las crépes sea revoleada hasta que caiga encima del mueble de cocina, lugar que por su complejidad permite que se mantenga depositada allí arriba hasta el año siguiente«.
Convite, baile e inversión de papeles: mujeres que llevan las andas, que sacan a bailar a los hombres «con una deshinibición inimaginable» en otro día del año -dicen las etnógrafas-, que eligen a célibes (zánganos) con los que cenan, nombran alcaldesas y mayordomas y que más de una vez se han topado con el clero y enfrentado, junto a los párrocos de los pueblos que permitían las «escenas jocosas» y «burlescas», a pleitos religiosos por «cosas indecentes que por su sexo no se debían permitir». Felizmente los procesos solían resolverse de forma benigna con multas simbólicas.
Hoy, en pleno siglo XXI, miles de personas siguen celebrando el día en que mandan las mujeres con el mismo simbolismo de antaño porque, como recuerda la Antropología, la especie humana evoluciona en el tiempo pero se sostiene gracias al arraigo de sus costumbres. De hecho el antropólogo Julio Caro Baroja está convencido de que la festividad de «Las Águedas» tiene sus antecedentes en las “Matronalias” romanas, que “eran fiestas -dice- dedicadas a asegurar la fecundidad de las mujeres”. Y es que está todo inventado.
Sara Lagos es periodista