Por Laura Domínguez
“No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”
A veces olvidamos porqué esta clase de frases siguen siendo tan representativas e icónicas en la actualidad. Las citas célebres, como esta de Virginia Woolf, no han sido ensalzadas y colocadas en una posición privilegiada de forma aleatoria, sino que ha sido su propia naturaleza la encargada de hacerlas caminar a lo largo del tiempo. Han logrado remover conciencias, impactar, crear controversia e incluso plasmar sentimientos y problemáticas que no pasan de moda. Lo mismo ocurre con la literatura o, en su extensión, con el arte.
Son las recientes censuras que ha sufrido la cultura las que han traído esta reflexión a mi mente.
Por un lado, encontramos el boicot hacia los clásicos, como La villana de Getafe de Lope de Vega, para la que Vox pidió que, en futuras representaciones, se retirasen sus “insinuaciones sexuales” (1). Otro ejemplo lo tenemos en Orlando (2) censurado nuevamente por la extrema derecha (Vox) por su contenido LGTBIQ+. Me pregunto si Virginia Woolf se hubiera sorprendido al saber que su novela sería censurada tantos años después de su publicación en un país democrático como España y cuya autopromoción se basa en la supuesta existencia de libertad o si, por el contrario, hubiera quedado impasible por las múltiples modificaciones y la posterior desaparición de la obra en las librerías durante el franquismo.
Por otro lado, la cultura actual también ha sido víctima de las garras de la censura, como una obra teatral en Mallorca en la que se abordaban los trastornos alimenticios. Además, tenemos la película animada de Buzz Lightyear, vetada por la aparición de un beso entre dos mujeres.
Artistas como el cineasta Pedro Almodóvar o actrices como Alba Flores y Marisa Paredes no han dudado en manifestar su oposición ante esta oleada, abogando por la estrecha relación entre libertad y cultura. También el propio pueblo se ha revelado. Algunas librerías han decidido organizar lecturas colectivas de las obras censuradas a modo de protesta.
Sin embargo, los partidarios de las mencionadas censuras no han tardado en dar una respuesta a estas denuncias. Uno de los argumentos utilizados está relacionado con la reciente modificación de la novela Diez Negritos en Francia. El título de la novela de Agatha Christie, que hacía alusión a una canción infantil que se repetía a lo largo de la narración, fue cambiado por Eran diez. A su vez, también se eliminaron expresiones racistas por otras que evitaran herir sensibilidades. Los simpatizantes de la derecha española replicaron que el público de izquierdas, lejos de haberse escandalizado por esta censura, había sido su promotor o, simplemente, había mirado para otro lado.
Creo necesario dar mi opinión a este respecto y es que, a pesar de que considero que este argumento es una falacia utilizada por la derecha para justificar lo injustificable, sí creo que la censura en la cultura es una lacra venga de dónde venga. La percepción subjetiva del arte, el que algo nos traiga malos recuerdos, nos resulte desagradable o nos remueva unos sentimientos demasiado intensos, nos da licencia a opinar o a dejar de consumir la obra, pero no nos da derecho a modificarla ni mucho menos, a lapidar al artista. Soy una persona especialmente sensible, sin embargo, cuando disfruto de una obra, intento hacerlo de la forma adecuada, contemplando la época y el contexto en la que fue escrita o en la que está ambientada ya que, por ejemplo, eso afectará al lenguaje utilizado o a la forma en la que piensan y actúan los personajes.
Considero un error muy grave observar los hechos del pasado con el criterio del presente, como también limitar el contenido del arte para que solo entre dentro de lo políticamente correcto.
¿Acaso deberíamos censurar también libros como Crimen y castigo, cuyo protagonista comete un crimen atroz sin ningún tipo de remordimiento, o Lolita en el que hay un conflicto moral tan grande como la obsesión de un adulto con una niña de doce años?
La censura plantea que solo actúa con la intención de evitar que, lo que considera un contenido peligroso, afecte a las “nuevas sensibilidades” o que influya de manera negativa en el público que lo consume. Pero, ¿no es precisamente lo primero lo que plasma la historia, la realidad de lo que vivimos o la naturaleza del ser humano? ¿No es precisamente lo segundo lo que alimenta nuestro pensamiento crítico?
La villana de Getafe y Orlando nos ilustran sobre dos importantes clásicos, plasmando este último temas como la situación de la mujer en aquella época o la identidad de género. Hablar de los trastornos alimenticios nos educa e informa sobre una problemática cada vez más extendida. La aparición de un beso lésbico en Buzz Lightyear es una representación del amor y la libertad afectivo-sexual de la que todas las personas deberíamos gozar. Y el título de Diez Negritos nos muestra la realidad histórica que el pueblo afro ha sufrido a manos del colonialismo.
No permitamos que la censura continúe abriéndose camino. No dejemos que El Gran Hermano nos maneje con sus hilos para hacer de nuestro mundo el mismo sistema de tiranía, manipulación y escasez artística de 1984.
Laura Domínguez es escritora
(1) El grupo municipal de Vox en el Ayuntamiento de Getafe exigió al Gobierno municipal, liderado por el PSOE, que retire «las insinuaciones sexuales» de la obra de teatro ‘La Villana de Getafe’ en futuras representaciones que se hagan de la misma en espacios públicos. La obra se representó el pasado 25 de junio en la explanada del Teatro Federico García Lorca, y recibió una subvención de 4.400 euros por parte del Gobierno municipal.
«La representación teatral ha incorporado en el escenario representaciones de un falo y una vulva de considerable tamaño, lo que ha generado incomodidad entre ciertos espectadores y transeúntes», denunciaron desde Vox a la vez que exigieron que se eliminen estas «insinuaciones sexuales» en posibles futuras representaciones.
Para Vox resulta «incomprensible» por qué se ha decidido «pervertir la obra de teatro de Lope de Vega», la cual «en ningún momento incluía este tipo de escenas en las que, además, han participado niños».
(2) Orlando se ha caído de la programación del Festival 7 Villas de la Comunidad de Madrid, prevista para el 25 de noviembre 2023, en el municipio de Valdemorillo, por decisión de la concejala de Cultura, Victoria Gil (Vox). Según declaró a El País un portavoz municipal, “la obra no estaba programada como tal, no estaba metida en la programación. El tema se debe meramente a una falta de consignación presupuestaria, que afecta a esta obra, como puede afectar a otras actividades. Se ha observado que falta presupuesto, porque vamos con uno prorrogado, y hay que cuadrar las cuentas”.