Por Sara Lagos
EL PULSO AL MACHISMO QUE REPRESENTA RUBIALES SE RESUELVE EL LUNES
Este país, o al menos, su inmensa mayoría social, le ha echado desde el domingo 20 un pulso al machismo en la figura de Luís Rubiales que se puede alargar previsiblemente hasta el lunes 28, fecha en la que se resolverá, esperamos, con su suspensión de funciones por el Tribunal Administrativo del Deporte. Se trata del primer pulso marcadamente feminista – con escaso dirigismo político- que se plantea en nuestro país como rechazo colectivo hacia una clara y repulsiva conducta machista: un beso sin consentimiento dado por el presidente de la RFEF, Luís Rubiales, a la jugadora de la selección española, Jenni Hermoso, tras ganar el Mundial.
Rubiales lo llama un «pico» pero el código penal lo clarifica claramente como agresión sexual. El que da el pico, el picón, ha sabido retorcer y aderezar además su gesto con la mejor salsa machista: la culpa es de la víctima, «yo le dije, ¿Un piquito? y ella me agarró». Pero lo que pasa en la tele se queda en la tele y se pudo ver por la tele. Y las cosas no fueron así por mucho que Rubiales lo vocifere ante la asamblea extraordinaria de la RFEF y consiga engañar a un Luís Suárez o a un Jorge Vilda dispuestos ambos a tragar con las ruedas de molino que su presi les imponga, ellos sabrán porqué.
Pero ni a las mujeres, ni al mundo del deporte, ni a buena parte de la sociedad española y, obviamente, tampoco al Consejo Superior de Deportes ha podido burlar Rubiales con su torticero discurso ante una asamblea de la que se esperaba saliera su dimisión: una puesta a disposición de su cargo tardía pero reclamada y exigida por una inmensa mayoría ciudadana, escandalizada ante su comportamiento igual que un amplio sector deportivo nacional e internacional. Víctor Franco, el titular del CSD, ya ha formalizado la denuncia por falta grave ante el Tribunal Administrativo del Deporte que, en definitiva, será el que el lunes 28 le muestre a este picón sinvergüenza la puerta de salida del cargo en modo de suspensión de funciones hasta sentencia definitiva.
El clamor popular contra un caradura machista salpicado de actuaciones delictivas crece por horas y, lamentablemente, aún tendrá que esperar unas cuantas más para que lo veamos alejado de cualquier representatividad en el deporte nacional. Será difícil olvidar para buena parte de este país la decepción y el bochorno ante la actuación, además de machista, arrogante, soberbia y marrullera que ha protagonizado hoy Luís Rubiales en la asamblea de marras con sus cinco afirmaciones seguidas de «No voy a dimitir»; la utilización de sus hijas menores: «Soy un buen padre»; el ataque a la víctima: «Me llamó crack ¿Un piquito? y ella consintió»; y el colmo del disparate: «Esto es un asesinato social, a mí se me está matando».
-¡Pero si ya estás muerto…! habría que recordarle. Las picaduras machistas son muy venenosas por mucho que los tipos como él no lo quieran ver y esta además ha dejado su estigma global en internet, las redes sociales y las televisiones de los cinco continentes. El picotazo ha generado también un calambre social poco habitual hasta ahora en nuestro país, una sacudida que está repercutiendo en todo el mundo con la lección más potente y básica del feminismo:
Demostrar que un gesto «normal» para un machista resulta ser una agresión sexual contra una mujer.
Hay quien todavía abunda más y asegura que esta convulsión contra el machismo en el deporte que estamos experimentando a raíz del «pico» de Rubiales a Jenni Hermoso también puede decantarse en un «Me Too» español. Una órbita que ha comenzado ya a recorrer el fútbol femenino español, convertido hoy en una piña –«Todas con Jenni»- que cuenta también con el apoyo de muchos y destacados colegas masculinos.
El pulso feminista a Rubiales, y con él al machismo en el deporte, está echado. Ganarlo es más difícil de lo que parecía pero no imposible. En ello estamos y en pocas horas lo comprobaremos.