¿QUÉ CLASE DE MADRE SOY?
Por Inés Bonilla
Quizás sea la maternidad una de las actividades femeninas que más nos unifican y nos enrasan a todas las mujeres, por ser muy generalizada; pero a la vez, también es una de las que más nos afectan por su dimensión y envergadura, lo que la coloca, casi irremediablemente, en el centro de nuestro día a día.
El hecho de que la maternidad esté tan extendida (hay pocas disidencias) y que tenga tanta importancia la convierte en una de las tareas más visibles, muchas veces entendida como una carta de presentación de la mujer.
Desde luego es una de las actividades más observada, criticada, enjuiciada y por supuesto más cuestionada
Y esto es desde fuera, a través del entorno social y afectivo, pero también desde dentro, ya que tener infinitos ejemplos a seguir y otros tantos para comparar, hace que como madres nos cuestionemos cada paso que damos.
–«¿Qué clase de madre soy?»
Es la gran pregunta, que encierra en sí toda la angustia de las dudas que se plantean cada día en el desempeño de la maternidad, y desde luego la que esté libre de dudas que tire la primera piedra. Pero no debería ser así, deberíamos mirar menos ejemplos y casos de madres ajenas, y observar mucho más nuestras capacidades y las necesidades que detectamos en nuestros hijos e hijas, e intentar colmar las últimas manejando lo mejor posible las primeras. Y lo más importante, teniendo muy claro que rara vez casan capacidades y necesidades como mano y guante.
O sea, que un cierto grado de fracaso habrá que asumir en todos los balances de nuestras actuaciones como madres.
Aunque no es menos cierto que, aceptar e identificar esos errores, nos sitúa en mejor posición para la siguiente encrucijada.
La maternidad, como la inmensa mayoría de proyectos de nuestra vida, deberíamos afrontarla con humildad, dispuestas a reconocer la inexperiencia de partida y la dificultad de los avances; con serenidad, asumiendo los reveses y fracasos como parte del aprendizaje, sin llegar a la frustración, ni a la ira; y con entusiasmo, teniendo claro que cada logro es un activo que rara vez se pierde o se malogra.
–«UNA QUE QUIERE MUCHO»
Pero todo esto forma parte de la teoría, porque si en la práctica las carretas se sitúan por delante de los caballos o todo salta en mil pedazos…nos queda el cariño; cariño hacia nosotras mismas, hacia nuestros hijos e hijas, y hacia nuestro entorno; para salvar lo que se pueda… ¡y volver a empezar!
¡Felicidades a todas las madres, biológicas y adoptivas, a las madres hermanas mayores, a las titas madres, a las abuelas madres, a los padres madres, a las que quieren como madres a sus mascotas… Y a todas aquellas que no pudieron serlo pero se sienten madres!
Posiblemente la mejor respuesta a la pregunta: «¿Qué tipo de madre soy?» Me la enseñó la mía, y es: «Una que quiere mucho».
Inés Bonilla es bióloga