NADIE DETECTÓ LO QUE PASABA EN EL CERRO
Se repite el esquema general: sin denuncia previa, sin ayuda ni apoyo de su entorno, asesinato frío de una inocente, y castigo autoimpuesto de su verdugo. Pero estamos seguras de que este desenlace no viene exento de una historia de maltrato y sufrimiento continuado que suele extenderse a lo largo de años. El horrible hecho del asesinato no ocurre un día sin más, no es algo fortuito, ni aislado ¡No! Generalmente es el final de algo progresivo, que avanza a pasos pequeños pero certeros y perfectamente encaminados. El maltratador va aumentando la presión sobre su víctima día a día, mes a mes, año a año… y la víctima va cediendo en su permisividad, en su tolerancia, y en su aguante. Es un camino de sufrimiento que suelen recorrer, en soledad y sin recursos, la mayoría de las mujeres maltratadas. Pero me niego a creer que nadie a su alrededor cuestionó la situación de esa relación, que nadie tuvo indicios de lo que ocurría en esa pareja. Estoy segura de que alguien pudo, en algún momento, detectar alguna pista, o quizás sólo percibir un matiz que le permitiera albergar una sospecha. Quizá alguien de su familia, quizá algún amigo o amiga, quizá la cajera del supermercado al que acudía, o los vecinos cercanos, los profesores y profesoras del de sus hijos, su médico de familia, o el farmacéutico o farmacéutica de la farmacia a la que solía acudir…
Debemos hacer algo de autocrítica y pensar, que las cifras de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas mejorarían con el compromiso común en favor de los demás, sobre todo de las personas que ocupan puestos claves para la detección del maltrato, pero también de quiénes tienen contacto habitual con las personas implicadas. ¡No puedo creer que esta situación pase desapercibida a todo el entorno durante tanto tiempo! Así que estemos alerta y atentas a las pistas que podamos percibir… quizá sea la oportunidad más rápida de frenar el camino de sufrimiento de una futura víctima.
Inés Bonilla es bióloga