Como lágrimas en la lluvia
El Emirato Talibán acaba de constituirse en Afganistán. Mientras por aquí, en nuestras noticias, lo relevante es la ola de calor que estamos sufriendo y a la que hemos denominado Lucifer, en aquel país asiático la ola que se espera, y que ya da indicios de gravedad e intensidad, es la del integrismo islámico de mano de los Talibanes. No sé como podríamos llamarla, pero Lucifer se queda muy corto.
Los invasores, en las zonas ya sometidas que es prácticamente todo el país, están actuando como suelen hacerlo, con claridad y determinación, y siempre contra las personas a las que ellos consideran contrarias a sus intereses. Y ya se están conociendo y comunicando, aunque muchos todavía de forma oficiosa, los excesos y abusos, cuando no los crímenes directos que llevan a cabo.
También se están produciendo ya ofrecimientos de niñas, por parte de las familias al mando talibán, como moneda de cambio en las negociaciones. Se represalian los comportamientos que ellos consideran ofensivos para sus creencias, cómo es, que las viudas asistan solas al mercado, o salgan a ganarse el sustento, y por ello son apaleadas y golpeadas en público. Se busca puerta a puerta a los periodistas, y se les retiene sin justicia y sin comunicación. En general persiguen a todos los que colaboraron con las fuerzas extranjeras, aunque sólo fueran administrativos o traductores, y que son los que ellos denominan «colaboracionistas».
En cambio no persiguen sino todo lo contrario, a los «Señores de la guerra». Rinden pleitesía a esos dueños de ejércitos que Occidente mantuvo en el poder durante los 20 años de invasión, como recurso para controlar los territorios en los que se dividía el país. Y esto fue así porque Occidente ignora bastante la idiosincrasia y las formas culturales de esas poblaciones, y no se siente capaz de poner orden para la instauración de un gobierno sólido, justo y democrático. Por eso, lo que lo que ha hecho durante todo este tiempo ha sido poner en manos de estos «señores feudales» mucho dinero y recursos, con la promesa de su «fidelidad» o por lo menos su «no oposición». Ese poder y esos recursos en manos de estos «sin escrúpulos», han fomentado la corrupción de todas las instancias del país, incluido su gobierno, que ya está huido desde hace unos días, y por supuesto su ejército, cuyas tropas no ven la motivación de luchar ya que sus mandos también huyeron. Es por todo esto por lo que ha sido tan fácil para los Talibanes el avance.
Pero en estos 20 años de ocupación de Afganistán por parte de Occidente, también ha habido logros. La sociedad se ha vuelto más abierta y tolerante, y algunos derechos se han conquistado, sobre todo por parte de las mujeres. Pongamos por ejemplo la escolarización, que se ha multiplicado por 10 desde el 2001, y actualmente, más del 40% de esas plazas eran femeninas.
Pues todos los logros se revertirán y se perderán, si los estados occidentales no actúan contundentemente y ayudan a las mujeres y al pueblo afgano. Sufro al pensar cómo se sentirán si se les arrancan de un plumazo y con violencia, sus derechos conseguidos.
Siento mucha impotencia y una inmensa tristeza, al ver cómo se puede terminar con los avances logrados y cómo pueden desaparecer tantas aspiraciones. Lo que está ocurriendo me evoca la escena, casi final, de reflexión del replicante Roy Batty en la película Blade Runner, cuando ve que va a morir, y siente que, todo lo que es, lo que ha hecho, lo que sabe, por lo que ha luchado, y lo que ha conseguido…desaparecerá…. «Como lágrimas en la lluvia».
Inés Bonilla es bióloga