Por Inés Bonilla.
«LA DEFENDÍ PORQUE ERA MÍA»
Así puede resumirse la actuación protagonizada por el actor, Will Smith, en la gala de los Óscar de este año. El artista acudía con su mujer, Jada Pinkett Smith, como gran favorito para recibir el Óscar al mejor actor. La gala se desarrollaba dentro de los estándares de glamour, puesta en escena y pose requeridos en este evento, aunque también con las grandezas y bajezas propias de los humanos, como luego se demostró.
El humorista, Chris Rock, se encontraba en el escenario, micrófono en mano, cuando utilizó el problema capilar que sufre Jada, a consecuencia de una enfermedad, como un chiste dentro de su disertación. En ese momento el actor se levantó, se dirigió al escenario, abofeteó al humorista, y se volvió a sentar mientras lo insultaba.
Hasta aquí, si lo analizamos, podemos ver una actitud deleznable y de mal gusto por parte del humorista, pero también una actitud profundamente machista y violenta, por parte del actor, que me parece mucho más grave. El señor Smith,frente a una afrenta a su esposa, se siente con la obligación de defenderla, sin tener en consideración si ella así lo estima oportuno, y dando por supuesto que ella no es capaz de dar su propia respuesta, con sus medios y sus recursos. Se convierte así en el caballero defensor de la dama humillada. Hasta aquí todo muy medieval. Pero en una segunda parte, y en el discurso de agradecimiento por su Óscar, el señor Smith pidió perdón a La Academia por el deslucimiento del espectáculo que podía haber provocado, pero ni se disculpó con Cris, el humorista, por el guantazo, ni afeó su propio proceder violento y desmedido. Incluso podría haber aprovechado la oportunidad que le brindaba el discurso, como arma dialéctica, para poner en mal sitio al humorista que es capaz de usar una circunstancia dolorosa o penosa de una persona, como broma y chanza tal como haría una persona inteligente y respetuosa. Pero muy al contrario, usó ese momento para justificar su proceder, culpando de todo al gran «amor» que sentía por su esposa, y diciendo que: «¡El amor te hace hacer locuras!»
Esta última parte de todo lo ocurrido es la que me parece más peligrosa, pues si bien comienza con lo lamentable de un chiste muy ofensivo, y continúa con una sobreactuación muy machista y violenta, la justificación de que por «amor» se hacen «locuras», define la idea a la que recurren muchos machistas para maltratar, extorsionar y asesinar a sus parejas. Así que, por favor, menos «amor» y más «respeto y consideración» hacia las parejas.
Inés Bonilla es bióloga.