SENDERO O TOBOGÁN
.- Las faltas de respeto diario, los micromachismos, empiezan en lo andecdótico y terminan en lo más trágico.
.- Como dicen algunas de las alumnas acosadas, se inicia con gritos machistas y se acaba en violación.
Por Inés Bonilla
El pasado fin de semana se han producido unos hechos bochornosos en el Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid por parte de los alumnos, hacia las alumnas del Colegio Mayor contiguo, Santa Mónica. Los gritos e insultos proferidos eran de una clara violencia machista.
Es desolador, y la impotencia que siento frente a estos actos es infinita. No sólo por el comportamiento de jauría de esos proyectos de hombre, sino también por la reacción de algunas de las chicas, a las que iban dirigidos los insultos y los maltratos verbales. Y es que, por no enfrentarse a ellos y denunciar, lo que siempre supone un esfuerzo considerable para las mujeres agredidas, sobre todo si no tienen claro el límite de tolerancia, los dotan de una normalidad que ¡casi parece justificarlos! Hace falta educación sexual, es evidente.
La tolerancia a las agresiones, queridas chicas, debe ser cero.
Tenéis que saber que nadie que te respete se dirige a ti de esa forma y manera. Y nadie que te considere una igual te trata de así. Hay que tenerlo muy claro y reaccionar cuando lo detectes.
RECHAZO GENERAL NECESARIO
Pero también hace falta una reacción de la sociedad, que condene de forma contundente estas conductas, y coloque a sus protagonistasla a la altura que se merecen. No sólo haciéndoles caer el peso de la ley, en los casos que fuera necesario, sino también el peso del rechazo geneal en todas sus facetas. Y el rechazo más eficaz para estos delincuentes es el rechazo de sus propios compañeros y compañeras. Y a ellos principalmente me refiero cuando hablo de la sociedad.
Todos estos actos de acoso y salidas de tono, todas estas faltas de respeto diario, los micromachismos, las pequeñas injusticias, las desigualdades rutinarias se colocan según su frecuencia e intensidad en una especie de gradiente que los clasifica de menor a mayor, y que si los observamos con distancia, van tejiendo un sendero que ya sabemos dónde comienza, en lo anecdótico, y también sabemos dónde termina, en lo más trágico. El problema es que el tránsito por ese sendero es casi imperceptible, hay que tener mucha preparación y mucho conocimiento, para detectar ese avance, sobre todo si se está dentro y se es víctima, por eso casi siempre, cuando nos damos cuenta, es tarde. Pero también está dentro el agresor, que va avanzando en la profundidad e intensidad de su violencia, arrastrando a su víctima.
Si los demás, sobre todo los compañeros y amigos más cercanos, no estamos alerta y préstamos ayuda frenando las actuaciones, cualquier agresor que inicie ese sendero puede vivirlo como un tobogán, ya que no encontrará ningún freno hasta la salida, y terminará el recorrido. Así que nuestro comportamiento como sociedad definirá si lo que tenemos delante y observamos, es un sendero que podemos interrumpir y del que podemos ayudar a salir, o con nuestra despreocupación dejaremos que se convierta en un tobogán del que no se sale hasta el final.
De momento, desolada como estoy, creo que voy a cortarme el pelo en memoria de Mahsa Amini y de todas las mujeres de Irán.
Inés Bonilla es bióloga