Por Cristina Martínez.
Estamos todos crispados por lo que ocurre dentro y fuera de España, y dentro y fuera de nuestros corazones.
La invasión de Ucrania por parte de Rusia y nuestra solidaridad con los ciudadanos de ese país que aspiraba a ser independiente, nos tiene ateridos. Ahora, se suma de golpe y porrazo, una noticia que nos ha dejado en estado de shock. Nuestro gobierno ha decidido apoyar a Marruecos en sus reivindicaciones sobre el Sahara.
La colonización del Sahara por parte de España empezó en el siglo XV, y se extendió a lo largo del tiempo hasta transformar a ese territorio en provincia española en 1961.
En agosto de 1975, los Estados Unidos determinaron arrebatar ese territorio a España por ser rico en fosfatos, hierro, petróleo y gas, y apoyar a Marruecos en sus reivindicaciones territoriales.
El 6 de noviembre de 1975 La Marcha Verde marroquí atravesó la frontera e invadió el Sahara. Los nativos saharauis tuvieron que huir de sus ciudades y refugiarse en los confines de su territorio. Desde entonces hasta hoy el conflicto se alarga entre los saharauis que reclaman un referéndum de auto determinación apoyados por la ONU y los marroquíes que engrosan tranquilamente sus asentamientos con el fin de asegurarse la victoria cuando este referéndum se produzca.
España siempre ha mantenido un difícil y neutral equilibrio entre los dos contendientes.
Se siente en deuda con los saharauis y quiere llevarse bien con el vecino marroquí al que apoyan Francia y Estados Unidos.
Con esta apuesta de nuestro actual gobierno, el equilibrio se ha roto. Los hombres y mujeres del Sahara confiaban en nuestro apoyo en 1976 y les fallamos. Ahora, de nuevo les fallamos.
No entro ni salgo en las motivaciones que han podido derivar en esta decisión. No me considero conocedora del tablero político y económico donde a veces se toman medidas incomprensibles para los ciudadanos de a pie. Sin embargo, creo que los españoles en general y el pueblo andaluz en especial, tan solidario y que tanto sabe de emigraciones por haberlo sufrido en sus carnes, nos sentimos concernidos con los saharauis, como nos sentiríamos concernidos con los conquenses, con los salmantinos o con los murcianos si hubieran sido invadidos por un país extranjero. Muchos andaluces han acogido a niños saharauis durante sus vacaciones escolares desde aquel funesto 1976, para compensarles a nivel humano e individual del abandono perpetrado por nuestra nación.
Los saharauis llevan sobreviviendo en una de las regiones más inhóspitas del mundo 46 años, y en la base de esa resistencia están sus mujeres, mujeres que han soportado durante años condiciones de vida durísimas y han logrado sedimentar una de las sociedades árabes más progresistas desde el punto de vista de la igualdad de género. Su lucha por la igualdad camina de la mano con su lucha por la libertad y por la autodeterminación para su pueblo.
Esa sociedad confronta hoy una nueva decepción y un nuevo varapalo y esas mujeres apelan a nuestra solidaridad y a nuestra sororidad.
¿Podemos mirar para otro lado?
Cristina Martínez es escritora