
LA IMPORTANCIA DE LA ESCUCHA ATENTA Y RESPETUOSA
«…Después de todo ese periplo de despropósitos, Daniel ha sido entregado a su padre. Ese padre que, mientras no se demuestre lo contrario, tiene derecho a estar con su hijo, un derecho que silencia y borra el de su hijo. Soy consciente de lo difícil de esta situación. Este caso se ha convertido en un caso mediático donde todo el mundo opina y algunos proponen. El interés superior del menor queda reducido, supeditado a los intereses de otros, en su caso al de su padre y al del cumplimiento de las decisiones judiciales, considerados ambos superiores al de él.«
Por María Luisa Barrero

Hay tantas noticias dramáticas y dolorosas que invaden nuestros días, penetrando en nuestros cerebros, convirtiéndose en ideas presentes, recurrentes hasta que otra, más novedosa y demandante, ocupa su lugar y desbanca la anterior, convirtiéndose en un proceso cotidiano que corre el peligro, grave peligro, de normalizarse y banalizarse. Es tanta la afluencia de noticias que difícilmente podemos retenerlas. La llegada de una nueva nos aligera del peso de la anterior, produciendo un cierto alivio, al menos eso nos parece, pero no es así. Nos pasa desapercibido que a esa velocidad con la que se presentan las novedades apenas tenemos tiempo para elaborar su contenido y poder adoptar posturas comprometidas con ellas. De este modo quedan ahí, en ese espacio que denominamos de no consciencia, pero no por ello del todo olvidadas y no por ello desactivadas, ejerciendo así su onda expansiva de dolor, impotencia, indiferencia… sentimientos peligrosos que afectan a nuestra salud mental y a nuestra capacidad de ser críticos y consecuentes ante situaciones que atentan contra derechos fundamentales.
A cada persona le afecta, le resuena una más que otra, la noticia se resiste más a desvanecerse, se nos queda pegada a la emoción y conectada con algo que nos ocurrió o con algo leído que nos impactó y nos hizo pensar sobre ello.

Estos días, la noticia “estrella” ha sido la entrega del hijo de Juana Rivas a su padre. Esta dolorosa noticia ha formado parte de ese conjunto de noticias con las que tenemos que convivir. Una madre que se niega a entregar a su hijo a un presunto padre maltratador, una justicia que quiere cumplir la ley, un padre que quiere tener a su hijo y al que la justicia de su país le ha otorgado la custodia, un hermano mayor que finalmente pudo decidir con quien quería vivir y volvió con su madre. Un hijo, Daniel, el menor objeto del conflicto, tironeado por adultos, padres y autoridades, que deberían protegerlo de esa situación de indefensión en la que se le ha colocado.
Esta noticia me ha traído recuerdos de situaciones vividas con motivo de mi actividad profesional, así como de lecturas realizadas con el fin de buscar alternativas que me permitieran tener una mejor compresión de los hechos, y poder realizar intervenciones que aseguraran la prioridad a la protección del menor ubicado en contextos desestructurados.

La pediatra y psicoanalista francesa François Doltó (1908-1988) trabajó con menores de una manera peculiar e innovadora para la época, gracias a su formación amplia y diversa, que acompañaba de la consciencia de sus propias experiencias infantiles en las que no se sintió escuchada. Estas experiencias infantiles le permitieron entender y atender con exquisita delicadeza y respeto a las niñas y a los niños que acudían a su consulta. Desarrolló un método de trabajo novedoso en el que la escucha siempre era atenta al discurso de sus pequeños pacientes, a los que consideraba personas con pleno derecho y capacidad de comprender. Ser menores de edad no le hacía considerarlos ni tratarlos como seres “inferiores”. Hablaba con los bebés y estos, como se podía observar por su comportamiento, la entendían y reaccionaban a sus mensajes. Su forma de mirar a la infancia abrió nuevas perspectivas y sus métodos introdujeron un nuevo enfoque terapéutico. Insistía en la necesidad de dar voz a los menores y en la importancia de escucharlos, se interesaba por lo que decían, les daba valor a sus palabras, creaba un ambiente donde podían expresar cómo se sentían y cuáles eran sus deseos.

El hijo mayor de Juana Rivas presentó una querella contra su padre para intentar frenar la entrega. Un padre que en septiembre tiene pendiente en su país un juicio por presuntos malos tratos contra sus dos hijos. Este intento ha resultado infructuoso para proteger a Daniel. La madre del menor se enfrenta a un nuevo auto tras una querella de su exmarido por no devolver a su hijo tras las vacaciones de Navidad. El equipo de asistencia social del Ayuntamiento de Maracena ha interpuesto una querella contra el padre, las intervenciones de las ministras de Igualdad y de Juventud, las protestas y firmas recogidas por colectivos que apoyan a esta madre en su lucha por la protección de su hijo, no han conseguido parar la ejecución de la medida judicial.
Más devastador aún, la petición a la Justicia de que Daniel fuera escuchado y tenido en cuenta su deseo, no ha surtido ningún efecto. Intentos todos, con el objetivo de protegerlo, que no lo han conseguido.
Después de todo ese periplo de despropósitos, Daniel ha sido entregado a su padre. Ese padre que, mientras no se demuestre lo contrario, tiene derecho a estar con su hijo, un derecho que silencia y borra el de su hijo. Soy consciente de lo difícil de esta situación. Este caso se ha convertido en un caso mediático donde todo el mundo opina y algunos proponen. El interés superior del menor queda reducido, supeditado a los intereses de otros, en su caso al de su padre y al del cumplimiento de las decisiones judiciales, considerados ambos superiores al de él.

Por desgracia, con mucha frecuencia, desde el anonimato mediático, se dan casos como este, madres que temen por sus vidas y las de sus hijas e hijos, que se sienten indefensas ante las medidas que establece la judicatura, que se sienten sin recursos y sin apoyos para proteger a sus descendientes y sienten que los están abandonando en situaciones peligrosas ante las que se encuentran “atadas de pies y manos”. Las medidas judiciales hay que respetarlas, es necesario seguir los cauces legales y es importante que las decisiones sean garantistas. Pero este caso que hoy nos ocupa y preocupa es una muestra de muchos más, es una muestra de una sociedad que no tiene plenamente integrada la protección a los menores y no cuenta con una legislación que permita en tiempo y forma esa protección y, además, que disponga de recursos que la hagan posible.
Daniel no es el primer menor que sufre este tipo de maltrato y desprotección, ni será el último.No es el primero ni será el último que no es escuchado por los adultos que deben protegerlo, ni será atendido en su deseo.
Aquello que lo pone en peligro debe ser demostrado, poniendo en juego su salud psíquica y/o física y, a veces, en riesgo su vida, para establecer límites a los contactos de quienes ejercen como maltratadores no siempre visibles. De este modo, el menor queda como un ciudadano de segunda clase, sin voz ni voto, primando el derecho del adulto.

Si François Doltó levantara la cabeza se sentiría profundamente triste, decepcionada y comprobaría que su esfuerzo por dar voz a los menores sigue sin estar plenamente arraigado en nuestra sociedad, pendiente de una legislación y de un sistema ágil y protector que vele y asegure el derecho de todo menor a crecer y desarrollarse en un ambiente protector, afectivo y seguro. Se habla del bien superior del menor, pero son palabras que parecen exentas de contenido y de compromiso. Esperemos que todo el proceso mediático que se ha generado en torno a este caso, no sea borrado por otra de las múltiples noticias atroces y dolorosas que afloran diariamente, para vergüenza de la humanidad, y sirva para afianzar aquello que inició esta psicoanalista que tanto se comprometió con la infancia, proclamando la necesidad de una escucha atenta y respetuosa a las niñas y niños, considerándolos personas con pleno derecho.
Mª Luisa Barrero García es Psicóloga Clínica
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