Por Amparo Díaz Ramos
Llevo una semana paseando, en mi mochila, por los juzgados de Sevilla y alrededores, un bote de protección solar de 50 que compré para dejar en el coche porque me quemo mucho. Y a la vez, durante esos días, de vez en cuando, lo he buscado por toda mi casa, incluida mi mochila, porque me conozco. Yo diría que incluso he llegado a meter la mano en el compartimento hondísimo que tiene en el interior, pero se ve que no me conozco tanto, porque ahí estaba.
Y lo he descubierto, felizmente recostado al fondo, precisamente cuando iba a comprobar que tengo a mano mi estuche de los juicios, con mis bolígrafos, el lápiz y la goma, que no sé para qué la llevo porque en un juicio no te da tiempo de borrar nada, aunque estaría genial.
Mucho de lo que pasa en los juicios habría que borrarlo para siempre, sería un gran avance para la humanidad.
He visto el bote y el bote me ha visto a mí, ha sido un momento de recordar que la vida está llena de imprevistos de todo tipo y, también, que algunas cosas se pueden prever y mitigar. He dejado el bote donde estaba y le he dicho a mi clienta:
-¿Recuerdas lo que te comenté sobre este juez?
Ella, con cara de susto me ha contestado:
-Que suele ser muy borde, ¿verdad?
He asentido, y me he dedicado a desarrollarle el tema, ya que vamos con retraso. Parece delicado pero tiene muy mal genio, verás que apenas me dejará hablar, que muy probablemente se enfadará conmigo y me gritará. Puede que se irrite con la documentación que llevo. Da por hecho que me va a tratar mal y es probable que a ti también. Si trata mal a la otra parte, o a mí, no pongas caritas ni hagas gesto alguno, porque puede arremeter contra ti. Si te ataca deja que sea yo quién te defienda, es mejor que tú te límites a hablarle con mucho respeto, de usted en todo momento, y que, si estás nerviosa o no entiendes algo, lo digas. No te metas las manos en los bolsillos. Él antes o después hablará como si lo que la otra abogada o yo planteamos sea algo absurdo, y cuando le citemos jurisprudencia puede que sonría o directamente diga que a él le da igual. Eso no significa que el juicio esté perdido de antemano, no desfallezcas. Mi clienta, con la respiración agitada, me corta:
-«¿Pero por qué hace eso?», me pregunta.
No sabe hacerlo de otra manera, le digo y suspiro. O puede que esté deseando dedicarse a otra cosa. Intenta no asustarte. Rectifico: intenta que el susto no te bloquee, es importante que, si te deja declarar, aproveches al hablar para contar las cosas relevantes clara y contundentemente. ¿Recuerdas cuáles son? Mi clienta mueve ligeramente la cabeza a la vez que mira primero a mí y luego hacia la salida en plan qué he hecho yo para merecer esto.
Nos han llamado y mi mochila con la protección solar, el troler con la documentación, mi cliente y yo, hemos entrado en la sala de Vistas, junto con la otra parte y todos sus avíos.
El juez, como la abogada contraria ha tenido que hablar primero, ha empezado enfadándose con ella. Mi cliente y yo nos hemos mirado un segundo en plan “ya empieza”. Luego las tortas han caído hacia mí y yo no he llegado a mirar a mi clienta, solamente he movido hacia su lado ligeramente los ojos, en plan “¿lo ves?”. El juez, cumpliendo con su ritual, ha mostrado un poco de desprecio hacia la documentación que llevábamos, pero se la ha quedado, tal vez por evitarse que alguna de las dos abogadas (desde luego yo lo haría) recurriéramos si no la admitía, tal vez por interés. Luego ha denegado los interrogatorios, generándonos una ambivalencia emocional importante, pues por un lado queríamos que declarasen, pero por otro lado nadie quería ni de lejos someterse a la falta de respeto del juez.
–El juicio ha salido bien, le digo a mi clienta, una vez fuera de la sala.
Ella me mira con ojos de bambi. «¿En serio? Quién lo diría. Este hombre se cree el sol… el sol, dios, el papa, este rey y el otro, todo a la vez. No había visto una cosa igual».
–Ya, le contesto, mientras voy pensando que lo mismo me dejo en la mochila la protección solar.
Amparo Díaz Ramos es abogada, especialista en violencia de género.