«VIOLACIÓN NO ES LA PALABRA, ES BARBARIE»
.-Se inicia en Vaucluse (Francia) el jucio por violación contra 51 hombres y Dominique Pélicot, marido de Gisèlle, quien la drogaba y dejaba inconsciente para orquestar violaciones múltiples contra ella.
.-Según la investigación, Gisèlle sufrió 92 violaciones entre julio de 2011 y octubre de 2020, perpetradas por más de 80 hombres, aunque sólo se ha podido sentar a medio centenar de ellos en el banquillo de los acusados.
.- Bomberos, periodistas, comerciantes, repartidores, funcionarios, abogados, jubilados, carpinteros… Todos habían contactado con Dominique Pélicot para violar a Gisèlle a través de una web.
Las redes sociales europeas se han inundado de mensajes de apoyo y de reconocimiento a la fuerza y dignidad de esta mujer francesa de 71 años, que descubrió por casualidad las atrocidades de las que fue víctima cuando su marido la drogaba. Durante más de 10 años sufrió casi un centenar de violaciones que él orquestaba a través de la web cuando ella se encontraba bajo sumisión química. Violaciones en las que participaron hombres de las más diversas condiciones económicas y profesionales, desde comerciantes a funcionarios pasando por periodistas, bomberos, abogados o repartidores que ella, salvo a uno que vió en su casa una vez hablando con su esposo, no ha podido reconocer. La Policía señala casi un centenar de agresiones contra Gisèlle si bien sólo se ha podido por el momento investigar a 51 hombres a los que se les acusa de violación agravada y se les pide para cada uno alrededor de 20 años de prisión.
La gran fuerza de este juicio que se celebra en Carpentras (Vaucluse) es la trascendencia del trestimonio de Pélicot. Ella ha querido que todo fuese público para que «ninguna mujer sufra esta sumisión química».
«Hablo por todas las mujeres que están drogadas y no lo saben, por todas las mujeres que quizás nunca lo sabrán».
Madre de 3 hijos y abuela de 7 nietos, Gisèlle Pélicot ha permitido que los medios accedan al juicio -que durará varios meses- y que puedan trasncribir lo que sucede en la sala. Ella siente «que no tiene nada que esconder» y cree que:
«La vergüenza debe de cambiar de bando»
Pese a llevar 50 años casada con con un marido perverso y sádico, Gisèlle no descubrió las fechorías de Dominique contra ella hasta hace cuatro años y de forma casual. Fue en un supermercado cuando Dominique realizó grabaciones de mujeres en público y sin su consentimiento que se denunciaron a la policía. Gisèlle lo defendió en ese momento pero las investigaciones siguieron y como ella mismo dijo: «En ningún momento me imaginaba el alcance de lo que descubriría después».
En el registro de su casa en Mazan, los agentes descubrieron material informático y videos que destaparon el caso. El archivo, titulado «Abuso», contenía más de 20.000 fotos y vídeos en los que aparecía Gisèle Pélicot inconsciente, siendo violada por desconocidos. En un principio ella no se reconoció a sí misma porque yacía inerte en la cama y sin gafas. Pero su mundo «se hundió», se sintió como «una muñeca de trapo» y tardó varios años en poder ver todo el material que ahora será usado como prueba en el juicio contra los agresores que han podido ser identificados. No todos los vinculados al caso están detenidos, algunos siguen bajo investigación en libertad. Pelicot organizaba las violaciones en su hogar siguiendo una serie de protocolos para no alertar a la víctima, ni dejar rastro en su cuerpo.
El juicio contra Dominique Pelicot y los otros 51 hombres se lleva a cabo en un contexto de revisión sobre la gestión de los delitos sexuales en Francia. Algunas de las legisladoras de ese país exigen una reforma que actualice y aclare lo que se considera violación, sobre todo para ampliar la definición a cualquier forma de sexo sin consentimiento. Dicen las expertas que lo normal entre los violadores, por mucho que se les califique de «monstruos, psicópatas», o «locos» es que sean gente común y corriente, incluso de porte distinguido y apariencia inofensiva, algo que desde el primer momento ha empezado a demostrarse en este grave y lacerante juicio.
Sara lagos