31 DE OCTUBRE:

LAS BRUJAS DE “ALL HALLOWS EVE”.
Por Macarena Carvajal

En un encuentro con mujeres texanas de cierta edad hace pocos días, se planteó el tema de la próxima celebración de la fiesta de Halloween. Estas mujeres componen un grupo muy heterogéneo; varias son de origen mexicano, las menos de ascendencia europea, las más, de Texas de toda la vida. De profesiones diferentes, fotógrafas, enseñantes, trabajadoras sociales, amas de casa, oficinistas, pero ya casi todas ellas jubiladas, se juntaron para hablar sobre la decoración de las calles de la urbanización donde viven. Y ahí estaba yo, hablando poco inglés y con pésimo acento, traduciendo con Google o apoyándome en las hispanohablantes, pero escuchándolas y disfrutando con las experiencias que contaban. Todas se declararon amantes de la fiesta de Halloween y les brillaban los ojos cuando les pregunté por qué.
¿Qué sentido y qué importancia tiene esta celebración?
En EE.UU es especialmente importante, de hecho, la han expandido con tanto impacto comercial que en cualquier parte de la tierra aparecen en octubre montones de calabazas risueñas con los ojos brillantes.




Curiosamente, el origen de esta fiesta se encuentra en una tradición irlandesa de más de 2000 años de antigüedad, el Samhain celta, es decir, el final de la cosecha y la próxima llegada del invierno, momento ideal escogido por los muertos para regresar al mundo de los vivos.
Cuando en los años 40 del siglo XIX se produjo la gran hambruna en Irlanda, miles de personas emigraron a tierras norteamericanas llevando con ellos su cultura y sus tradiciones. Es así como se mezclaron las calabazas, las brujas, los esqueletos y las Ánimas Difuntas que ya rondaban por estos lares gracias a la población mexicana.


Ambas tradiciones, aunque muy diferentes en sus inicios, se han acoplado perfectamente; la mexicana trata de honrar a los difuntos, a los familiares muertos ofreciéndoles comida, aportando a sus tumbas flores y frutos, reuniéndose y recordando con alegría la vida de aquellos seres queridos que se fueron. En la noche de Halloween se busca, sin embargo, ahuyentar a los espíritus con travesuras, disfraces y golosinas, así, perdiéndoles el miedo, la fiesta está garantizada, los esqueletos no asustan a nadie, la vida vence a la muerte.
Ambas coinciden en conectar a los vivos con la muerte en el Día de los Difuntos; ya desde el medievo, los cristianos han conmemorado este día en la creencia de que los vivos pueden ayudar a los difuntos con oraciones y sufragios.




Curiosamente en la Edad Media europea, era costumbre que, en las vísperas de Todos Los Santos, personas humildes pidieran “panes de almas” a cambio de rezar unas oraciones por los difuntos. En Escocía e Irlanda no solo se pedía comida o dinero, sino que la gente joven ofrecía, además, canciones, poemas y bromas, naciendo así un espíritu lúdico que envolvía esas Vísperas y que al cabo de los años se desarrolló, dando origen al famoso ”Truco o trato” de Halloween.
EL PAPEL DE LAS MUJERES
En esta fiesta las mujeres han jugado un papel primordial; en primer lugar, por ser protagonistas de mitos muy temidos desde siempre: las brujas; en segundo, porque Halloween les ha brindado un espacio de transgresión y empoderamiento en unos tiempos en los que era difícil que las mujeres disfrutaran y adoptaran una imagen diferente a la que la sociedad patriarcal les había otorgado.
El simple hecho de poder disfrazarse, de cambiar la identidad por unas horas, aportaba a las mujeres una tremenda sensación de libertad y de reivindicación.

Estas y otras reflexiones fueron surgiendo en una charla distendida y amena, mientras se buscaban en los garajes las cajas con el nombre “Halloween” y se desempolvaban los encajes negros, las telas de araña, los gatos y los esqueletos. Las calabazas iban colgándose en los árboles con sus luces correspondientes, las tumbas apareciendo en los jardines delanteros de las casas, piernas y brazos de esqueletos saliendo de la tierra y las brujas removiendo sus calderos humeantes; la realidad se ha esfumado, un curioso e incluso terrorífico parque temático ha invadido las calles y las casas.
EL DISFRAZ QUE NO FALTE

Entre las mujeres el disfraz más popular ha sido y sigue siendo el de bruja. Esa anciana arrugada de nariz larga y escasos dientes, símbolo ante la comunidad del poder femenino, asociada a la magia, a la sabiduría, a los hechizos y a la adivinación, provocaba un miedo atávico pues está ligada a los mitos medievales europeos y fuertemente vinculada a la diosa Crone, dueña de la sabiduría y el renacimiento interior. En México, sin embargo, las mujeres prefieren a las “katrinas”, la ancestral calavera de origen azteca y diosa de la muerte que custodiaba los huesos de los difuntos. Luego Diego Rivera le pintó un hermoso sombrero de plumas, el disfraz perfecto y elegante para la noche de Halloween.

En los años noventa uno de los disfraces más exitoso fue el de Morticia Adams. Coincidiendo con el estreno de la película, Morticia se convirtió en el icono de la estética gótica y macabra. Copiar su estética oscura y poderoso supuso un reto para muchas de estas mujeres que por una noche se transformaban en esa persona misteriosa, elegante y segura de sí mismas que iba pisando fuerte por la vida.
Estas mujeres texanas de cierta edad son ahora la Baba Yaga de los cuentos eslavos, la Yamauba japonesa, la Chepida afroamericana o la Banshee irlandesa. Están cargadas de experiencia y sabiduría, gozan de la libertad que llega con la edad y han convertido los ritos fiesteros de Halloween en espacios femeninos para compartir y transmitir conocimientos relacionados con la familia y con la comunidad a la que pertenecen. Y además se divierten.
Macarena Carvajal es profesora jubilada de Historia y Geografía y traductora de ruso.
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