
ARTE RUPESTRE CREADO POR MANOS FEMENINAS
«Dar por hecho que el arte prehistórico es fruto exclusivo del hombre va en la línea de la creencia de que el hombre varón es principio y fin de todo lo conseguido por la humanidad».
Por Mª Luisa Barrero García

El otro día, mientras desayunaba, escuchaba el programa de Julia en la Onda en el que se hablaba acerca de unas investigaciones arqueológicas realizadas, con técnicas sofisticadas, sobre las pinturas rupestres. En realidad, no estaba prestando demasiada atención, ya que compartíala escucha con los preparativos del desayuno y con el disfrute que sentía, practicando el carpediem, en esa jornada que amanecía más fresca después de una semana de temperaturas que las estadísticas registran como las más altas desde hace más de 50 años.

Lo que me hizo aterrizar de mis ensoñaciones sobre las temperaturas exageradas de este verano precoz fue escuchar que algunas de esas pinturas habían sido realizadas por mujeres y esto se había llegado a demostrar gracias al análisis del tamaño y de las huellas de esas manos pintoras. Obviamente la información dada era más rica y completa, procedía de investigaciones realizadas en 2013. Escuchar esta noticia puso en marcha un proceso de asociaciones que despertó el recuerdo de artículos, comentarios y discusiones varias con hombres y mujeres de diversas disciplinas en las que me había quedado sin recursos para desarrollar una opinión clara que me permitiera defender con argumentos y contundencia una postura respecto a la necesidad de usar el lenguaje inclusivo,a pesar de las dificultades que ello supone.
Me paré a pensar, y reconocí que,cuando se habla del hombre prehistórico y del arte desarrollado en esa época, no me había planteado la posibilidad, antes de escuchar esto, de que las pinturas rupestres hubieran sido realizadas también por mujeres. Daba por hecho que fueron realizadas por hombres, ya que representan, frecuentemente, escenas de caza adjudicadas a los quehaceres netamente masculinos. Supongo que mentes más sensibles e informadas se habían planteado estas posibilidades y de ese pensar más atrevido, más allá de lo aparente y mostrado, surgen investigaciones como las que han llevado a estas conclusiones.

Convivimos con un imaginario social instalado en nuestra manera de visionar, pensar y entender la existencia humana, cuyo origen data de varios cientos de siglos. En él se instaló la creencia de que el arte prehistórico era realizado por hombres. Esa creencia se mantuvo en épocas posteriores, incluso después de la aparición de la escritura, dando muestras, en pleno siglo XXI, de la invisibilidad de las mujeres fuera del ámbito hogareño, a pesar de la constanciay de la presencia de las mujeres en áreas diversas que van desde los ámbitos de la ciencia, la filosofía, las artes y otras.
Dar por hecho que el arte prehistórico es fruto exclusivo del hombre va en la línea de la creencia de que el hombre varón es principio y fin de todo lo conseguido por la humanidad. La RAE define hombre como un ser animado racional que representa tanto al varón como a la mujer. El diccionario de María Moliner describe a la mujer como persona del sexo femenino y al hombre como término que se aplica a la especie humana.
Las definiciones de los diccionarios van en una dirección, pero no siempre se corresponden con el sentir y la visualización que hacemos cuando aparece la palabra “hombre”.
El lenguaje es esencial para que se dé la conciencia reflexiva, gracias a la cual tomamos conciencia de lo que nos ocurre y de lo que ocurre en nuestro entorno. Para la escritora SiriHustvedt las palabras que componen el lenguaje “cruzan las fronteras de nuestros cuerpos en dos direcciones, de adentro hacia fuera y de fuera hacia dentro”. Algo debe de estar fallando cuando las mujeres no se sienten reconocidas ni incluidas cuando se utiliza el término “hombre” como genérico y cuando, en ciertos sectores de la comunidad humana se “mira con malos ojos” este sentir de las mujeres. Las palabras están dotadas de significado y cargadas de afecto, ambos inseparables, y hacen de enlace, continuamente, entre nuestra vida consciente y la inconsciente.

No pretendo dar respuestas, solo exponer dudas y preguntas que me surgen al respecto. La palabra “hombre” acoge dos significados fuertemente vinculados: por una parte, como ser racional que representa a la especie humana, un cargo de gran relevancia y responsabilidad, y por otra a la persona del sexo masculino. Tenemos ejemplos de las luchas que se pueden llegar a desarrollar por mantener títulos y cargos de poder y de privilegios.
Surgen varias preguntas que seguramente serán compartidas, ¿tendrá que ver con el hecho de que la acepción “hombre” sirve para definir a la especie humana y al sujeto varón y esta contigüidad de conceptos haya configurado nuestra manera de ver al hombre en esa doble acepción, otorgándole así más valor y predominio?, ¿que los colectivos de varones presenten una disposición más generalizada a mostrar y hacer valer sus acciones?, ¿que el colectivo de mujeres, cuyas acepciones están circunscritas a su sexo exclusivamente, quedan en un segundo plano, definidas en aspectos más concretos y menos relevantes?, ¿que las mujeres, entregadas a tareas diversas, apenas tengan tiempo y espacio para mostrar lo que hacen?. ¿Estás preguntas y otras están presentesen ese imaginario social?, ¿compartimos ese imaginario varones y mujeres de toda condición social y nacionalidades?, ¿el significado y el afecto de la palabra “mujer”conlleva alguna carga de temor, de rebeldía encubierta?
La noticia de que hasta el siglo XXI no se haya “descubierto” que detrás del arte prehistórico estaban muy presentes las huellas de las mujeres me parece muy llamativo, por lo que supone de negativo y de positivo. Como dice la psicóloga Irene Muñoz, “la historia de la mujer tiene que ver más con lo que se calló que con lo que se dijo”.
Mª Luisa Barrero García psicóloga Clínica