Gracias, Irene. Has demostrado una humildad inusual en el Congreso de los Diputados donde nunca, nunca, nunca una mujer ha pedido perdón y mucho, mucho menos a las personas más desfavorecidas. Tú , Irene, has sabido hacerlo y lo has hecho con claridad y valentía. Las mujeres de este país y, si me apuras, de todo el mundo, debemos de agradecerte estos gestos porque son los que marcan nuestra forma de conducirnos y de avanzar. La soberbia masculina propia de los que creen que todo lo hacen bien no es nuestra compañera de viaje y tú, con tu autocrítica, has demostrado que estás en el camino.
Has reconocido públicamente desde la tribuna del Congreso que no has sido capaz de negociar con las mujeres del gobierno al que perteneces para sacar adelante una Ley muy necesaria para las personas transexuales, actitud que, como feminista, te honra. Pero ahora viene la segunda parte porque no basta con las disculpas. La Ley trans y todas las necesarias precisan del acuerdo con esas mujeres socialistas que en esto de la igualdad, aunque sólo fuera por edad, llevan más camino andado que tú.
El feminismo se basa en el aprendizaje de unas mujeres sobre otras y de todas entre sí y en un asentimiento compartido de nuestra realidad. Esto vale para las mujeres trans, los hombres trans, las víctimas de la violencia de género, las oprimidas en general, las invisibles, las que construyen una sociedad a base de trabajo y silencio, las que educan con su ejemplo, las abnegadas, las que se enfrentan a retos imposibles y las que sobreviven entre los atajos del sistema patriarcal y machista en el que todas estamos envueltas. No lo olvides.
Eres, Irene, una luchadora sin complejos que sabe tirarse a la piscina pero debe perfeccionar el nado; una mujer afortunada que está al frente de un ministerio clave – que se ha reivindicado durante décadas – en un gobierno compuesto también por otras mujeres que han sabido ganar medallas olímpicas para la igualdad a braza, mariposa, espalda y crol.
Apóyate en ellas, Irene, y despréndete del patito que te lanzan al cuello desde el aventurerismo disfrazado de feminismo de algunos de los sectores que te rodean. Eres una ministra que se ha equivocado. Vale, pero lo que en los ministros hombres no se nota en lo nuestro es todo un golazo en propia puerta.
Estás capacitada, Irene, para impulsar al equipo y remontar el partido tal como has demostrado con tu sabio y humilde análisis sobre este aspecto concreto de tu gestión. No estás sola ni tampoco mal acompañada. Sólo que ha llegado el momento del aprendizaje y del acuerdo porque las mujeres, todas, trans y no trans, dependemos en parte de ti.
Deja el patito Irene. Tus colegas ministras te ayudarán en la elección del mejor estilo de nado para alcanzar la meta. Las restantes seguimos aquí, confiadas y expectantes en tu sensata resolución. Mucho ánimo Irene y muchas gracias.
Nani Carvajal