¿QUÉ PASA EN KENIA QUE NO PASE EN VIGO, QUÉ TIENE PAPÚA QUE NO TENGA AVIÑÓN?
Por Nani Carvajal
La barbarie del machismo no entiende de territorios. Si alguien pensaba que el salvajismo contra las mujeres es algo propio de lugares no civilizados, donde no saben de carreteras ni de luz ni de agua, son posesión de los hombres, manda la fuerza y de derechos humanos ni hablemos… ya está tardando en cambiar de chip. De la misma manera que cualquiera puede ser un agresor y un delincuente sexual, tenga la pinta que tenga, en cualquier lugar del mundo se puede producir un ataque brutal a una mujer sea bajo el manto democrático, populista o totalitario porque la ley de la selva no entiende de renta per cápita y siempre está vigente para someter al sexo femenino.
Mientras en una carpa instalada en Bukwo, Ungada, cerca de la frontera con Kenia, cientos de personas despedían este sábado a la atleta ugandesa Rebecca Cheptegei, asesinada el pasado día 5 en Kenia por su ex novio tras rociarla de gasolina y prenderle fuego, a esa misma hora en Vigo (España), Yohana salía de su casa de la carretera do Portal, en Valladares, sin saber que la esperaba su ex novio, Borja Rial, para quemarla viva con el líquildo inflamable que llevaba en una botella y que no tardó en verterle prendiéndole fuego y achicharrándole casi el 40 % de su cuerpo.
«Adiós, Yohana», le dijo Borja Rial a su ex novia antes de atacarla. «Kwa heri, Rebecca», le anunció Dickson Ndiema Marangach a su expareja cuando prendía la cerilla. Dos agresiones similares con 8 días de diferencia y 6.680 kiómetros de distancia entre ellas. Yohana, aunque muy grave, puede contarlo. Rebecca no, como tampoco su agresor que murió hace unas horas en un hospital keniata al resultar también herido. Borja Rial por su parte, ha tenido más suerte y no ha sufrido heridas pero está detenido y sobre él pesan además de este intento de asesinato machista, condenas anteriores por tenencia ilícita de armas, violencia familiar y un oscuro episodio de suicidio relacionado con una pareja anterior que, de momento, está archivado.
Yohana está recuperándose de sus heridas en la Unidad de Quemados del Hospital Universitario de A Coruña, y sucede que a unos 1.300 kilómetros de ella, en Vaucluse (Avignon), hay alguien que jamás encontrará un hospital donde curarse. Se llama Gisèlle Pèlicot y está asistiendo como víctima y parte acusadora a un juicio contra su marido, Dominique Pèlicot, y 51 hombres más por drogarla y dejarla insconsciente para violarla en casi un centenar de ocasiones, durante diez años y en su propia casa de Mazan.
El mismo sábado 14 de septiembre en el que Yohana fue quemada en Vigo, un poco más al norte, a la altura de París, centenares de personas movilizadas por asociaciones feministas se manifestaban por las calles de la capital de Francia para apoyar a Gisèlle Pélicot en ese duro juicio que ha decidido valientemente afrontar. No sé si Gisèlle sabía que pocas horas antes de esa manifestación y a 1.438 kilómettros de allí, aterrizaba en el aeropuerto de Fiumicino un religioso fuera de serie y, a su manera, valiente como ella. El Papa Francisco volvía de un viaje apostólico de 12 días por Asia y Oceanía, en el que ha visitado Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. A su regreso a Roma en buena parte del mundo resonaban todavía sus palabras en defensa de las mujeres pronunciadas precisamente en el primer discurso que dio en el país con más violaciones de la tierra: Papúa Nueva Guinea, donde 2 de cada tres mujeres ha sufrido tal atrocidad sexual.
Tampoco sé, aunque lo supongo, si Francisco está al corriente de la tortura sufrida por Gisèlle Pélicot por las violaciones múltiples que le orquestó su marido en su propia casa de Mazan, a 14.240 kilómetros de Papúa (océano Pacífico). «No es violación, es barbarie», dijo Gisèlle a los periodistas antes de entrar en los juzgados de la ciudad francesa de Carpentras. ¿Y en Oceanía cómo la llaman?
¿Salvajismo, atrocidad, bestialidad, brutalidad, crueldad, ferocidad? La barbarie es un lenguaje universal.
A bordo de su avión de vuelta, el Papa sorprendió a su séquito y anunció su intención de viajar a Canarias por la crisis migratoria que viven las islas y mostrar su «cercanía a los gobernantes y al pueblo». Un detalle que no hay que dejar pasar y que me lleva a sugerir a las autoridades logísticas del Palacio de Justicia de Vaucluse, donde durante varios meses va a seguir desarrollándose el juicio contra el marido de Gisèlle, Dominique Pélicot, y el medio centenar de violadores más que ha podido ser identificado hasta ahora, que fueran adaptándo sus salas a las circunstancias papales porque Francisco es muy capaz de plantarse también allí. ¿Qué hay en Papúa que no haya en Aviñón? ¿Qué pasa en Kenia que no pase en Vigo?
Nani Carvajal es directora y editora de Mujeres del Sur