
NETANYAHU O HAMAS ¿QUIÉN FUE PRIMERO?
«A diferencia de Savater, afirmamos que el culpable es el sionismo extremista que llega a su culmen con Netanyahu. En la historia del sionismo ha habido muchas disidencias y personas judías de bien han criticado el terrorismo contra la población palestina.»
Por Rosalía Romero

En una entrevista publicada el 11 de septiembre en www.elmundo.es al filósofo F. Savater le preguntaron por Gaza y su respuesta es esta: “Creo que el culpable principal es Hamas, no Israel. Creo que el propalestinismo se ha convertido en una religión sustitutoria basada en ideas que se repiten, pero no se reflexionan. El conflicto árabe-israelí es complejísimo y, por supuesto, Netanyahu es un personaje abominable que enloda el prestigio de Israel. Eso mismo lo dicen muchos amigos judíos. Pero no olvido que los israelíes están bajo el peso del terrorismo”.

La ambigüedad de sus palabras es confundible –Netanyahu es abominable, aunque la culpa es de Hamas-, pero ¿quién fue primero? Su afirmación sobre el “propalestinismo” está muy lejos de la filosofía de aquel libro que tanto hemos promocionado el profesorado de Filosofía, Ética para Amador, que incluye un capítulo titulado “Ponte en su lugar”. Y es que Savater ya no es Savater. Es cierto que el atentado terrorista perpetrado por Hamas el 7 de octubre de 2023 no tiene justificación ético-moral alguna, aunque sí una explicación de la génesis histórica del conflicto.
Israel se encuentra bajo la presión de Hamas, y Palestina se encuentra bajo la presión de un sinnúmero de hechos históricos que han llevado a su población a grados bajo cero en lo que se refiere a derechos humanos. El derecho a tener derechos es la reivindicación por la que tiene que empezar a trabajar el pueblo palestino, destrozado por el exterminio en curso, como todos aquellos pueblos sin Estado, a los que se refería Hannah Arendt en sus análisis sobre el racismo y el totalitarismo del siglo XX, entre quienes principalmente figuraba la etnia judía. Savater no expresa ni simpatía ni empatía con la población palestina objeto del genocidio, aun siendo el “ponerse en el lugar del otro/a” el núcleo de toda práctica moral que se precie de una correcta fundamentación ética. Un genocidio implica una planificación y un conjunto de estrategias; una de ellas es la desnaturalización: impedir que la población que quede con vida esté naturalizada, no pueda tener una partida de nacimiento que diga “El/la Sr./Sra X es natural de Gaza (Palestina)”. En el caso de Gaza es porque el plan es destruirla y construir un resort. Así lo ha expresado D. Trump.

A diferencia de Savater, afirmamos que el culpable es el sionismo extremista que llega a su culmen con Netanyahu. En la historia del sionismo ha habido muchas disidencias y personas judías de bien han criticado el terrorismo contra la población palestina. La propia creación del Estado judío fue objeto de duras críticas; por ejemplo, la filósofa judía Hannah Arendt, desnaturalizada en Alemania bajo el régimen nazi, al negársele una partida de nacimiento en la que constara que era natural de Linden-Limmer (Hannover), pensaba que una patria judía no significaba lo mismo que la fundación de un Estado judío, sobre todo sin contar con que en el lugar geográfico en el que está situado Israel había una población autóctona, originaria, en su mayoría árabe de religión musulmana.

La población palestina está siendo tratada bajo el proyecto sionista, que tiene su propia historia desde el siglo XIX. Con la desintegración del imperio otomano, al que perteneció Palestina desde el siglo XVI, sus territorios fueron objeto de disputa entre los sionistas y los británicos, y en un primer momento un asunto controvertido fue la creación de un ejército judío, con el objetivo de “garantizar un futuro para Palestina como patria judía”. H. Arendt señaló que “un ejército judío hubiese ayudado a evitar la ‘conspiración de silencio’ que acompañó en los años de exterminio judío”[1]. Uno de los padres del sionismo político, Theodor Herzl, autor de El Estado judío (1896)[2], organiza el Primer Congreso Sionista en Basilea, en 1897, con el lema “Para el pueblo judío, una patria en Palestina, afianzada por el derecho público”. A Partir de ese momento a la exigua población judía en territorio palestino -5% del total de la población según el último censo otomano de los años ochenta del siglo XIX-, se une la población de las colonias de judíos formadas tras la compra de terrenos a terratenientes árabes. La población pasará en la segunda década del siglo XX, en quince años, a 85000, también como consecuencia de la emigración forzosa por los pogromos de Rusia.

Cuando Inglaterra ocupa Palestina en 1917, en la famosa Declaración Balfour se compromete a la creación de “un hogar nacional judío en Palestina”. Hay que señalar que las razones bíblicas parten de los judíos sionistas fundamentalistas, que habían rechazado el Plan Uganda propuesto por Balfour, ministro de Asuntos Exteriores británico, que en 1906 había consultado sobre las objeciones sionistas al Plan de Uganda de 1903, que consistía en otorgar una parte del África oriental británica al pueblo judío como patria. No obstante, especialistas en el tema señalan que el apoyo británico al incremento de población judía en Palestina había sido de tan alta intensidad que ponía al descubierto sus intereses geopolíticos: proteger la más rápida conexión, a través del Canal de Suez, de Londres con las colonias británicas asiáticas.

Con la Segunda Guerra Mundial y la política nazi, los judíos emigrantes a Palestina, tanto legales como ilegales, se incrementó hasta 700.000 judíos en un censo de 1948. Entre los motivos de este vertiginoso crecimiento de la población judía emigrante en Palestina, puede contemplarse la decisión de la Asamblea anual sionista estadounidense, reunida en 1944 en Atlantic City: por unanimidad se decide la construcción de una “comunidad judía libre y democrática” que “abarcase de forma indivisa e íntegra la totalidad de Palestina (la cursiva es nuestra)”.

Los disturbios de intensa violencia habían comenzado antes de 1948, fecha de la creación del Estado judío de Israel, pero hay un hecho demarcatorio ocurrido en ese mismo año: el acto terrorista perpetrado por sionistas extremistas que asesinaron a doscientas cuarenta personas del pueblo árabe de Deir Yassin. Este pueblo situado lejos de las carreteras principales, y rodeado por territorios judíos, fue objeto del atentado terrorista que no sólo asesinó a casi toda su población, sino que las pocas personas que quedaron con vida fueron obligadas a desfilar como prisioneros por las calles de Jerusalén. Los miembros del grupo terrorista dentro de la comunidad judía predicaron “una mezcla de ultranacionalismo, misticismo religioso y superioridad racial”[3]. Este hecho fue denunciado en una Carta abierta al New York Times, el 4 de diciembre de 1948, firmada por Hannah Arendt, Albert Einstein y otros intelectuales y profesores universitarios[4].

A día de hoy, 30 de septiembre de 2025, el terrorismo de Estado de Israel, con Netanyahu a la cabeza es responsable de 66.000 muertes y responsable de la situación de extrema infrahumanización que afecta principalmente a la población gazatí. Como Hannah Arendt expresa “Algo mucho más fundamental que la libertad y la justicia, que son derechos de los ciudadanos, se halla en juego cuando la pertenencia a la comunidad en la que se ha nacido ya no es algo que se da por hecho y la no pertenencia deja de ser una cuestión voluntaria”[5]. Un genocidio es un proceso y conocer las pautas de otros genocidios anteriores nos ayuda no sólo a identificar y a reconocer las tácticas que le son consustanciales sino, lo más importante, nos pueden ayudar a pararlo. En eso estamos.
Rosalía Romero es Doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de la misma materia en el IES Isbilya (Sevilla) y en el Máster de Género y Desarrollo Profesional de la Universidad de Sevilla.
[1] Arendt, H. “La organización política del pueblo judío” en Escritos judíos. Edición a cargo de Jerome Kohn y Ron H. Feldman. Barcelona, ed. Paidós, 2009, p. 312.
[2] Herzl, T. El estado judío. Buenos Aires, ed. Prometeo, 2005.
[3] Arendt, H. “Un nuevo partido palestino” en Escritos judíos, op. cit., p. 518.
[4] Idem.
[5] Arendt, H. Los orígenes del totalitarismo, trad. de Guillermo Solana Alonso, Madrid, ed, Taurus, 1998, p. 420.
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