MILAGROS MORENO, 70 AÑOS HERMANA DE LOS GITANOS:
«LAS MUJERES TENÍAN QUE DISFRAZARSE PARA PODER SALIR EN LAS COFRADÍAS»
.- El número de mujeres cofrades han aumentado mucho pero no llega ni al 20% con respecto a los hombres.
.- Las mujeres aspiran a un mayor protagonismo en las Hermandades y Cofradías.
Por: Noelia Díaz
Milagros Moreno lleva más de 70 años siendo una mujer cofrade. Desde que nació, ha estado estrechamente ligada a la Semana Santa de Sevilla y, aunque vive en el barrio de Triana, se encuentra muy vinculada a la Hermandad de los Gitanos. Un vínculo que tiene gracias a su padre, Manuel Moreno, antiguo hermano mayor de la misma. «Recuerdo que había mujeres que se disfrazaban de hombre para poder salir con el Cristo en algunas hermandades» confiesa. Y es que desde hace relativamente poco, una mujer nazarena era inconcebible en la Semana Grande.
El papel de la mujer siempre ha estado muy presente en la actividad cofrade desde sus orígenes, pero ateniéndose al lugar que la sociedad le atribuía en el momento. Ya sea, por ejemplo, como bordadoras, floristas o camaristas y hasta 1987 no se les ha permitido hacer estación de penitencia.
La presencia del hombre bajo las trabajaderas de los pasos y su voz al mando de los mismos sigue siendo, al menos en la Semana Santa andaluza, una constante entre las distintas cofradías. Las costaleras son minoritarias o inexistentes y aún no se habla todavía lo suficiente de las mujeres nazarenas. Menos aún de las músicas o de las representantes en las Juntas de Gobierno de las Hermandades.
«UNA CIUDAD CATÓLICA PERO POCO CRISTIANA»
De hecho, algunas hermandades sevillanas poseían un veto contra las mujeres, entre ellas la Quinta Angustia, El Silencio y Santo Entierro. “Una ciudad católica pero muy poco cristiana” decía el cardenal Eustaquio Ilundain el siglo pasado para referirse a Sevilla. La única forma de poder participar en la estación de penitencia era acompañando al hombre nazareno. Pero incluso en los años 30 esta práctica fue prohibida por algunas cofradías por la excesiva cantidad de mujeres.
Fue en 1986 cuando un grupo de cinco mujeres valientes de la Hermandad de los Javieres salieron de nazarenas el Martes Santo. «Eran las miradas y los silencios. Nosotras íbamos calladas, pero no hubo faltas de respeto, acoso ni nada» mencionaba en una entrevista para RTVE Maruja Vilches, hermana de la cofradía y una de aquellas pioneras. Un año después, se incorporaron progresivamente las primeras nazarenas «oficiales».
Ya en 2011 el Arzobispado de Sevilla dictaría un decreto que obligaba a todas las hermandades a incluir mujeres nazarenas en la Semana Santa. Tal y como indicaba en el documento, el arzobispo Carlos Amigo Vallejo (1934/2022): «Como pastor de la Iglesia de Sevilla, no puedo ignorar sino acoger, con solicitud e interés, la petición de cuantas hermanas, ante las dificultades encontradas en el seno de sus hermandades, expresan su vivo deseo de participar, en igualdad de condiciones con sus hermanos, de tan piadoso instrumento de santificación»
HERMANAS CON PODERÍO
En una entrevista que Mujeres del Sur realizó al historiador de arte Manuel Jesús Roldán, mencionaba que hubo que esperar a las autoridades eclesiásticas para para que las mujeres fueran miembros activos de la Junta en pleno Derecho. Aunque hoy en día en el panorama general impera aún la figura masculina dentro de las mismas. De los 1033 miembros de las Juntas de Gobierno de las hermandades, apenas un centenar son mujeres, lo que estadísticamente podría corresponder a dos por hermandad. Sin embargo hay todavía algunas, como la Quinta Angustia por ejemplo, que no incluyen a ninguna mujer en sus órganos de gobierno.
Asimismo, muy pocas llegan al alto cargo de Hermana Mayor. De hecho, la propia Maruja Vilches fue la primera Hermana Mayor de una cofradía. «No lo veo nada extraordinario. Es la evolución natural de la sociedad» mencionaba en una entrevista para el Diario de Sevilla. Además, junto a Esther Ortego y Milagros Ciudad, formó parte del trío de consejeras que participaron en la Junta Superior del Consejo de Cofradías.
En definitiva, la mujer cofrade llegó para quedarse. Su participación en la Semana Santa se remonta a los orígenes de esta tradición tan extendida en nuestro país, y sólo con el tiempo y un enorme esfuerzo ha conseguido ir derribando murallas sostenidas por los hombres, bien como nazarena o como miembro de las Juntas de las hermandades. Todavía queda mucho por hacer y las mujeres cofrades lo saben: se enfrentan a una chicotá muy larga.