Por María la Portuguesa.
UNA POETISA COMPROMETIDA QUE HA PERMANECIDO OLVIDADA HASTA EL SIGLO XXI
¡Hace tantos años ya que me dejaste
Y pienso en tí tantas veces todavía…!
Lutgarda Guimaraes (1873-1935) nació en Portugal, en la ciudad algarvense de Vila Real de Santo Antonio. Como tantas mujeres ilustres y creativas de finales del siglo XIX y principios del XX, su vida y su obra se han mantenido ocultas a lo largo de los años. Seguro que muchas personas que hayan atravesado el plateado y azul río Guadiana por Vila Real, habrán visto y fotografiado la escultura de una mujer que junto al río y que tiene a sus pies unos versos grabados.
Es Lutgarda Guimaraes, una poetisa sensible y llena de sentimiento y bondad, una mujer comprometida y activista cuyo legado cultural y social ha permanecido olvidado hasta principios del siglo XXI.
Muy poco se ha hecho para preservar y dar a conocer su memoria. En 1961 María Odette Fonseca publicó su libro: «Lutgarda Guimaraes una algarvina ilustre” y no fue hasta 2007 cuando se reeditó gracias al empeño de personas que deseaban hacerle justicia y recuperar su memoria.
La estatua que le rinde homenaje en su ciudad natal, es solo un bronce mudo, y sin embargo fueron la voz y la palabra lo que caracterizó a Lutgarda a lo largo de su vida.
Siendo muy joven se casó con João Caires y se trasladó a Lisboa. Allí murió su hija de pocos años lo que marcó para siempre su vida y su obra literaria. Su espíritu inquieto y su humanidad la llevaron a interesarse por los niños y niñas que se encontraban enfermos/as en hospitales para personas humildes. Gracias a su empeño impulsó y puso en marcha una fiesta navideña para estas “crianças” llevándoles juguetes, ropa, y golosinas; esta fiesta, conocida como “Natal dos Hospitais”, se celebra hoy día en todo Portugal, se transmite por radio y televisión y decenas de artistas colaboran gratuitamente para alegrar a todas las personas enfermas en las fiestas navideñas.
La actividad social y política que fue el pilar de su vida, no hizo sino aumentar año tras año. Su compromiso con las mujeres más desfavorecidas, con aquellas que estaban en las cárceles, con tantas que luchaban por sobrevivir en un ambiente de pobreza se convirtió en su caballo de batalla frente al poder.
Inmersa en el debate sobre la reivindicación del voto femenino, tomó partido por considerar que sería prematuro que mujeres sin instrucción hicieran uso de él.
Desgraciadamente, no llegó a plantearse, como muchas otras feministas “avant la lettre”, que si los hombres sin formación ni instrucción habían alcanzado ese derecho, no era justo que las mujeres tuvieran que esperar a formarse para conseguirlo. En España también se estaba produciendo el mismo debate entre las mujeres y tampoco consideraron una discriminación esa premisa.
Con la llegada de la República en 1911, el ministro de justicia pidió a Lutgarda que iniciara un estudio sobre la situación de las mujeres presas. Gracias a su trabajo, muchas condiciones de higiene y seguridad para las mujeres mejoraron dentro de las cárceles, habida cuenta de que por entonces las prisiones eran mixtas. Lutgarda siguió denunciando desde la prensa, donde escribía artículos en varios periódicos de la época como “O século”, «Diario de Noticias”, «Correo de la mañana” etc, muchas injusticias, entre ellas que las mujeres no tuvieran derecho a sus bienes una vez casadas, que mujeres preparadas y cultas no tuvieran acceso a cargos públicos, etc…
Desde su columna diaria hizo una tarea enorme por la igualdad de oportunidades y los derechos de la mujer. En 1913, ella y otras mujeres feministas de su país como María Veleda o Beatriz Pinheiro, representaron a Portugal en la 7ª Conferencia de la Alianza Internacional del Sufragio femenino en Budapest.
No puede decirse que haya sido una mujer corriente, pero el espacio social de su época, como en todas partes, estaba claramente ocupado por sus coétaneos hombres, dejándole a ella el papel de mujer filántropa, caritativa y benefactora, olvidando que además de eso fue una escritora fecunda tanto en poesía como en prosa.
Junto a sus artículos periodísticos, de una gran riqueza lingüística e ideológica, encontramos su poesía llena de melancolía y saudade y transida de un profundo sentimiento de bondad y humanidad.
La imagen de Lutgarda se completa así con esta faceta literaria igualmente poco reivindicada, poco conocida y menos estudiada. En las reediciones de libros de poetisas de su época que está llevando a cabo “Livrónicos de Reediçoes”, escriben sus autoras: “Conseguir leer a las poetisas olvidadas de hace más de cien años no es nada fácil; las ediciones son limitadas, se encuentran dispersas y solo a costa de un ingente trabajo se logran reunir sus obras».
«Nunca se le ha prestado atención a la escritura femenina, por eso, el talento, la capacidad, el ingenio y la inteligencia de muchas escritoras han sido siempre muy difíciles de conocer y reconocer y por tanto, las mujeres escritoras no han sido justamente apreciadas durante siglos”.
Entres sus obras destacan: “Glicinas” su primer poemario de 1910. Luego vendrían otras muchas: “A dança do destino”,” Pombas feridas”, “Sombras e cinzas” “Violetas”…
“Florinha das ruas”
Por entre los mausoleos vi caminando
A una niñita muy humilde
Me aproximé a ella, iba llorando
-Niñita dónde vas? Así… tan solitaria!
Mostróme unas violetas murmurando
-Llevo estas flores a mi madrecita
-Dónde está ella?
-Allí en la enorme fosa
En la zanja, donde están todos los míos…
Le llevo las flores allí donde ella duerme,
Y para que las flores lleguen bien
Miro al cielo y recomiendo a Dios:
Estas violetas son para mi Madre!…
«Lluvia de flores»
Pasa el destino en nubes condensadas
Danzando por el mundo sin cansarse
Y del jardín de estrellas, a brazadas,
Millares de flores son lanzadas al aire.
Lindas, alegres, tristes o marchitas,
Las simientes de las flores caen
En la vida que despunta, y enterradas
Allá se quedan a germinar por siempre.
Ellas hacen la danza del destino.
En el aire que respiramos de pequeños
Se nos hace beber la flor de nuestra suerte
Sea la violeta, la rosa, el clavo, el lirio,
La gubia, la caléndula, el mirtilo,
En nosotros florece hasta la muerte.
Estas estrofas aparecen al pie de su estatua frente al río Guadiana.
¡Volví a verte! Ya mis cabellos
Encanecieron…lejos de ti.
Se han ido muchas aspiraciones y anhelos
Pero la añoranza todavía no la he perdido
¡Vuelvo a mi tierra tan hermosa!
Donde reina el sol que resplandece
Donde el espacio es un murmullo de plegarias
Y siento una ternura infinita.
¡ Y es que no hay cielo de tal esplendor
Ni río azul tan bello y plateado
Como mi Guadiana, mi río encantado
De mansas aguas, suspirando amor!
Lutgarda de Guimaraes murió a los 76 años en Lisboa. Es curioso que, en cierta manera, existen lazos invisibles que la unen con Andalucía, pues su hijo, Álvaro de Caires, fue médico, escritor e investigador en la Universidad de Sevilla.
María la portuguesa es profesora de Historia y con este artículo quiere rendir un pequeño homenaje a una mujer lusitana en el mes de su nacimiento.