DE UCRANIA A SEVILLA CON LA GUERRA EN LOS TALONES
.-Esta sevillana de 26 años pasó la frontera de Hungría sola, a pie y embarazada cuando se cumplían cuatro días de los primeros ataques.
.-Ya en Sevilla, dio a luz a su hijo Mark, fruto de su matrimonio con el ucraniano, Orest.
.-Ha vuelto de nuevo a su casa en Ucrania, junto a su esposo, aprovechando la calma relativa en la población donde viven.
Ésta es la historia de María Pérez Núñez, una sevillana de 26 años, hija de familia numerosa —ocho hermanos— a quien la guerra de Ucrania sorprendió cuando esperaba su primer hijo, fruto de su matrimonio con Orest, joven ucraniano empleado en los Juzgados de una ciudad, Bila Tserkva, situada a ochenta kilómetros al sur de Kiev. María sufrió, como tantos otros damnificados de la invasión rusa, el horror de las explosiones, el éxodo masivo, la angustia de familias enteras que, en cuestión de horas, hubieron de abandonar sus hogares con lo puesto para salir del infierno en el que se había convertido su país.
María llegó a Ucrania hace una década, adolescente aún, llevada por los suyos en misión del Camino Neocatecumenal. Allí terminó su educación, aprendió el idioma, hizo amigos y conoció a su esposo. La madrugada del pasado 24 de febrero, María y Orest apuraban el sueño, junto a su perro, Yango. Lo que sigue es el relato de unos hechos tal como los fue anotando en su teléfono móvil esta mujer de alma recia y voz dulce. Lo hizo en forma de carta dirigida a su marido, y abarca desde el primer ataque ruso hasta la separación de la pareja, próximos ya a la frontera húngara.
“Nos hemos despertado por un fuerte estallido, nos hemos mirado esperando que no fuese nada serio, esperando que se tratase de fuegos artificiales. Miramos la hora, las 05:40 de la mañana, aún no ha amanecido y es una hora poco convencional para tirar fuegos artificiales. Tú coges tu móvil y entras en internet para ver de qué se puede tratar, entonces me das un toque en la pierna, yo aún tumbada en la cama, te incorporas rápidamente y me dices «esto ya ha empezado, han sido misiles, Putin está atacando, vamos». En ese momento no sabes qué pensar, cómo reaccionar, casi por inercia nos vamos al cuarto de baño que tenemos en la planta inferior, ya que es la única habitación que tenemos sin ventanas. No nos lo podíamos creer… ¿cómo podía ser eso posible? Sin pensarlo comenzamos a llamar a nuestros padres, hermanos, amigos y compañeros, para cerciorarnos de que lo que hemos escuchado sea real y saber cómo estaban todos. Tu madre no oyó nada, prácticamente la despertó nuestra llamada, y al igual tu hermana. Tu padre de guardia en Uzyn, él sí se había enterado del enorme estallido. Yo llamo a madre, mientras tú buscas más información y logras enterarte de lo que está sucediendo«.
«…Empiezo a recibir mensajes de España, allí se han despertado con la noticia y es un bombardeo continuo, me pongo muy nerviosa conversando con ellos a la vez que preparo cosas. Voy a la tienda al lado de casa, a comprar suministros, no hay pan, me han guardado una pieza, no hay harina, ni arroz, ni pasta, ni azúcar, ni sal…»
«… Por tu trabajo no puedes salir de allí, y yo no puedo dejarte, tengo miedo, dudas, inquietud, dolor… seguimos pensando qué hacer. Entonces llegan tus padres, están nerviosos también, como todos, sin saber qué hacer, pero ellos no quieren salir de allí, entonces Vika plantea la idea de cruzar a Polonia, yo podría ir con ellos, ¿pero sin ti?…«
«…Hay muchos coches intentando salir, mucha gente, tardamos, llegamos donde ellos me esperan y nos despedimos, qué dolor, fue rápido, había que salir ya, lloro, te digo que te quiero, te doy un beso y me monto en el coche, algo en mi se rompe, me maldigo por mi decisión, ¿cómo he podido ser tan cobarde y dejarte ahí? Ya nos alejamos…«
«…Kostia decide que llevará a Miriam a la frontera, y entonces tú decides salir con ellos, recogerme y llevarme junto con ellos a la frontera. Ni te imaginas, mi vida, la alegría que me dio oír que te volvería a ver, esa noche no pude dormir, estaba ansiosa por verte, no lo podía creer, te espero. Sé que el camino es largo, pero te voy a ver. Llegáis sobre las cuatro…«
«… Nos despertamos sobre las 10, pude dormir un poco, la tranquilidad de que estabas cerca de mí me deja descansar, y solo puedo pensar en lo afortunada que soy de tenerte, de que Dios hiciera esa maravillosa historia con nosotros, me lleno de fuerza al ver que estamos en comunión, que nos queremos, que piensas en mí y en el bebé, y yo pienso en tí, porque te quiero muchísimo, más de lo que te imaginas.”
Aquí se interrumpe el “diario” de María Pérez. No así su historia, ni la de su hijo y su marido. María prosigue con Orest y sus amigos Kostia y Miriam (testigos, además, de su boda) el viaje del exilio, pero no hacia la frontera polaca, sino camino de la húngara, donde les esperan sus padres y algunos de sus hermanos (dos viven en Sevilla).
«Pasamos mucho miedo. Todo el mundo tenía armas y nunca se sabe cómo está cada uno de buenecito de la cabeza. Eso fue toparse con la realidad más cruda. A partir de ahí, a la salida de cada población había barricadas, donde te paraban, revisaban el coche entero, te pedían los pasaportes. Esos controles nos ralentizaban muchísimo. Seguimos avanzando, aunque muy lentamente, con paradas de horas por la zona de las montañas. Una abuelita nos dejó pañales a mi amiga y a mí. Como estábamos embarazadas las dos, si no había dónde pararse para ir al baño…”
Hasta el último minuto, la tormenta de sentimientos se desató en el interior de María. “En mí, en ese momento, prevalecía el pasar. Yo tenía que ser consecuente. Estaba embarazada de seis meses. Si no lo hubiera estado, lo más seguro es que me hubiese quedado. No hubiera llegado a Mukachevo. Me hubiese quedado en mi casa aguantando el tirón. Pero yo tenía una responsabilidad y tenía que velar por la vida que viene, y protegerla.«
«Llegué a la frontera con Hungría. Allí no tuve problema. Mis padres no pudieron llegar porque no dejaban llegar a los coches. Te ponían un microbús para llevarte a un emplazamiento donde estaban los refugiados. Llamé a mis padres. Les dije que les encendía mi ubicación en wahtsapp y que así seguían al microbús donde yo iba. Todo estaba muy bien montado. Estaban repartiendo bebidas calientes, ropa, comida a todo el que iba llegando. Tenían albergue, baños, un servicio de coches para traslados. Incluso pagaban vuelos.”
De Hungría a Sevilla, María y su familia viajaron por carretera en la furgoneta familiar durante dos días hasta llegar a su destino el 2 de marzo. María no recuerda la hora de llegada. Al fin estaba en casa, a salvo, aunque en aquella Ucrania en llamas quedaba el padre de su hijo.
Mark, que así se llama el bebé, nació en Sevilla el 16 de junio de 2022, a las 0,16 horas. Fue un parto también inesperado —cumplía el día 21—, pero todo salió finalmente bien. Se adelantó porque María perdía líquido. La bolsa estaba fisurada. Tras la odisea, no es nada extraño. “La dilatación, dos empujones y quince minutos en el paritorio”.
María ha vuelto a Ucrania, con su hijo y acompañada de sus padres. Allí, Orest ha conocido a su vástago, el momento más ansiado. Rusia sigue ocupando una parte del país vecino. La guerra continúa, aunque más localizada. Pero esta sevillana del Polígono de San Pablo no se arredra. “Hombre, vuelvo con miedo, pero tengo muchas ganas de volver, de estar con mi marido y mi hijo en mi casa. Y seguro que si pasa algo yo me vuelvo para atrás. Tonta no soy. Entonces tenía que velar por la vida que tenía dentro. Ahora la tengo fuera, pero es lo mismo. Tengo que buscar la seguridad, no tanto para mí como para él.” Y para María Pérez, como para su hijo Mark, la seguridad se llama Sevilla.
A. Pérez Guerra
(Una versión más extensa del viaje de María se publicó en ABC de Sevilla el 5/9/2022)