«AQUEL VERANO EN PARÍS»:

LA SOLEDAD ERA ESTO…
Por Carmen Jiménez

Blandine tiene nombre de princesa de cuento tradicional o de heroína de Pixar, pero nada más de lejos de tales polos opuestos. Blandine es una joven normanda que viaja al París estival de los Juegos Olímpicos con dos entradas, aunque la destinataria de una de ellas no acudirá a la cita.
Blandine se encuentra en la Ciudad de la Luz dispuesta a ver a su nadadora favorita, pero el tamaño de su mochila le impide la entrada. Blandine también está en la capital francesa para ver a su hermana de padre, diez años después, y conocer a su sobrina.
Blandine la llama y le deja mensajes, pero no hay respuesta. Blandine no tiene un físico al uso y normativo, a sus treinta años recién cumplidos. Blandine viene de una ruptura sentimental de mutuo acuerdo, dolorosa pero civilizada.

Blandine se encuentra aislada – sin rumbo, pero no perdida, receptiva y asombrada – en una metrópolis vibrante y atestada de gente, ante tal evento de proyección mundial. Blandine está en una ciudad que no duerme, en la que pasa una noche en las calles de música y fiestas, intentando mantener el tipo.
Blandine debe pernoctar, pero sólo una vez, en un albergue, con otras chicas que tampoco la integrarán. Blandine, por fin, queda, y se queda, en casa de su hermana, estresada hasta decir basta, que la recibe con un cortés desapego, y con una encantadora sobrina con la que conecta desde el minuto uno.
Blandine se ve inmersa en una familia rota y disfuncional en la que el ex y padre de la niña, que tiene una pésima relación con la progenitora, es un radical opositor a los JJOO que – mientras nuestra antiheroína la cuida y se cita con él para entregársela en medio del maremágnum de la manifestación – provoca involuntariamente su detención e interrogatorio policial…

Blandine, generosa, bondadosa y flexible con todas estas anomalías y desencuentros que le suceden sin poder controlarlos, es puesta a prueba y, pese al dolor y el desgarro, no manifestados pero sí sentidos, mantiene su carácter comprensivo y dulce hasta decir basta.
Blandine, sola en la urbe multitudinaria e injustamente tratada en el círculo familiar, sabe lo que quiere y lo que no, tendrá también un encuentro nada al uso con un electricista de los Juegos, el único que le muestra su amabilidad y empatía.
Blandine volverá a su hogar, a su costa querida, a su mar amado, sin rencores y dispuesta a partir de cero, tras las tumultuosas experiencias vividas, y a acoger a quienes la rechazaron, en su hogar. Blandine sola, sí. Encontrándose a sí misma voluntariamente sola, pero no desolada.

Producción francesa, fechada en el año en curso, de 77 minutos de metraje. La escribe, junto a Mariette Désert, y la dirige, la actriz y cineasta Valentine Cadic, de la que es su ópera prima. La fotografía muy bien Naomi Amarger y la música la firma con solvencia el músico Saint DX.
Entre su reparto en estado de gracia, destacar el enorme talento de la debutante Blandine Madec, que se llama como su personaje, y de la excelente India Hair. Mejor Largometraje en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, todos los reconocimientos le son debidos.
Una mirada de mujer, la de una realizadora a seguir, delicada, sensible, crítica también con el entorno que describe, tan personal como política, tan aparentemente ligera como honda, que no deberían perderse. VÉANLA.
Artículo compartido, publicado con en el Blog de Cine de Carmen Jiménez (15/8/2025), «Sevilla cinéfila»: https://sevillacinefila.com/category/uncategorized/