GENEROSIDAD SÍ, ABUSO NO
Por Cristina Martínez
Generosos no quiere decir tontos. Somos un país cuya generosidad está más que probada. España es el primer país del mundo en donación de órganos y, si ocurre una catástrofe tanto en nuestro país como en cualquier otro país hermano o vecino del que tengamos una noticia directa, nos volcamos espontáneamente en ayudar al prójimo. Nuestra compasión se amplia a los emigrantes. No dudamos en prestar nuestra ayuda a esos seres humanos que huyeron de países donde eran maltratados, perseguidos o morían de hambre.
Hasta aquí, sólo puedo decir que ojalá otros países tomaran ejemplo. Eso nos haría vivir en un mundo mucho mejor. Ahora bien, el problema es el abuso.
Nuestra Sanidad ha sido y está siendo sometida a abusos.
Somos los más tontos de Europa deben de pensar quienes vienen a hacerse cuidar e incluso operar de sus dolencias para evitar los excesivos costes que deberían acometer en sus países de origen. ¿No sería más justo que se hicieran tratar en los países donde trabajaron y pagaron sus impuestos? Es evidente que debemos establecer una criba para impedir esos abusos en nuestra Sanidad y asimismo en Asuntos Sociales.
Por otro lado, nuestros jóvenes profesionales en general y los de medicina en particular se van de nuestro país con sus carreras recién terminadas a otros países donde les pagan más y les consideran mejor porque en España no están siendo bien tratados.
Es un hecho. Los estudiantes más brillantes de nuestra cantera nacional son absorbidos por países, como Alemania, donde desarrollan su potencial y enriquecen a ese país con el quebranto consiguiente para todos nosotros: país, familia y amigos. Se nos va la savia de nuestro país y el país como un árbol se desangra. Entretanto, nosotros, debido a la escasez de profesionales sanitarios importamos a esos profesionales de Latinoamérica y de África.
Formar a un médico, a una enfermera le cuesta al Estado entre 150.000 euros y 200.000 dependiendo de la especialidad.
Ningún país puede ni debe permitir semejante sangría de sus recursos. A nuestros hijos, no se les debería de autorizar a desarrollar su labor fuera de España antes de haber pagado al Estado por la formación recibida. Eso supondría un periodo de permanencia en las instituciones españolas de entre cinco y diez años antes de dejarlos partir a otro lugar. Eso sí, con una premisa: tratémoslos bien, respetémoslos, cuidemos nuestra cantera y apostemos por el futuro.
Cristina Martínez Martín es escritora, profesora jubilada, empresaria y feminista.