TRUMP Y LAS MUJERES
Por Cristina Martínez
Comienza una nueva era para las mujeres. El nuevo presidente de los Estados Unidos, que se cree Dios o al menos un enviado de Dios, así lo ha determinado. Quien quiera posicionarse socialmente ha de hacerlo con un marido al lado y por medio de los dos atributos exclusivos de la mujer: la elegancia y la belleza.
La inteligencia, las capacidades, la audacia, la sabiduría o la bravura pierden fuelle frente a ese concepto de la feminidad. Los hombres da igual si son viejos, gordos, feos o fachosos. Lo importante es que sean ricos y poderosos. Las mujeres no. A las mujeres, a partir de ahora, se les exige: belleza y elegancia.
Las mujeres llevamos siglos luchando para dejar de ser maniquíes de cartón piedra, pero la era Trump pretende recolocarnos en la casilla de salida.
Cuando durante las guerras mundiales, las mujeres debieron incorporarse a los puestos dejados vacantes por los hombres, que marcharon a luchar en el frente, y las fábricas necesitaban mano de obra para seguir funcionando, las mujeres bravas y valientes eran bienvenidas. Gracias a ellas, los países siguieron funcionando. Una vez acabada la guerra, había que convencerlas de volver al hogar, su lugar, puesto que el puesto de trabajo que habían ocupado durante la contienda era prestado y tenían que devolverlo a los hombres.
La campaña en los años cincuenta y sesenta, con toda la publicidad abocada a esa finalidad, las redujo a amas de casa, con los maridos que les tocaran en suerte y los hijos que Dios quisiera mandarles. No había ningún interés en métodos anticonceptivos en ese tiempo pues había que repoblar el planeta despoblado tras la matanza. Sólo después del baby boom de los cincuenta y sesenta, cuando ya no eran necesarios tantos nacimientos, se fueron desarrollando los anticonceptivos.
Ahora bien, muchos hombres estiman en la actualidad que las mujeres hemos sacado los pies del plato gracias a los anticonceptivos y a los avances en la igualdad, y que la libertad se ha convertido en libertinaje y en desmadre.
Empieza de nuevo una campaña a nivel mundial para reeducarnos y despojarnos de los avances conseguidos. Se espera de nosotras mansedumbre y conformismo. Esa mansedumbre y ese conformismo que vimos en nuestras abuelas.
El mal rollo de los musulmanes con las mujeres, piensan los trumpistas, es un poco exagerado, pero ésos, al menos, no van mal encaminados. Dar alas a las féminas es reducir el poder del hombre o, mejor dicho, sus privilegios. Lo conveniente es devolverlas al redil sin que se den demasiada cuenta.
Cristina Martínez Martín es escritora, profesora jubilada, empresaria y feminista.