LA CIUDAD PRIVILEGIADA TESTIGO DE LA INVOLUCIÓN DE SUS MUJERES.
Hoy, cuando he vuelto, he encontrado a todas las mujeres prisioneras de sus velos y borradas del mapa.
Por Cristina Martínez
Nací en Larache (Marruecos), todo un privilegio. En aquel tiempo las tres culturas predominantes (musulmana, judía y cristiana) convivían en la ciudad de forma respetuosa y pacífica. En Larache siempre había alguna fiesta y a menudo se solapaban unas con otras. Todo el mundo participaba, de modo que los turrones en Navidad se compartían con los vecinos judíos o con los musulmanes y ellos, a su vez, nos invitaban a tortas y a dulces tradicionales. Las bodas, bautizos o entierros de unos y de otros nos reunían y nos mezclaban. Las mezquitas llamaban a la oración y las campanas de las iglesias convocaban a misa.
Cada cual era fiel a sus creencias y nadie se metía con nadie. Eso daba lugar a una riqueza cultural extraordinaria. Los niños y las niñas aprendíamos muchas cosas de otras culturas, la principal de todas: el respeto de las diferencias.
En aquel tiempo las muchachas musulmanas se bañaban en la playa con sus bañadores semejantes al de las demás y empezaban a vislumbrar en su vida estudios que les permitirían profesiones y oficios con los que labrarse un futuro independiente.
Hoy, cuando he vuelto a Larache, he encontrado a todas las mujeres prisioneras de sus velos y borradas del mapa.
La religión musulmana ya no tolera a las otras religiones como en el pasado. En el presente, busca imponerse a todas las demás.
Se atribuye a Houari Boumedien, el presidente de Argelia, la siguiente frase:
“Nosotros invadiremos occidente de forma pacífica por medio del vientre de nuestras mujeres”.
Y eso se está cumpliendo. Las mujeres musulmanas que viven en occidente tienen muchos más hijos que las occidentales. Es cuestión de tiempo que la sociedad pegue un vuelco en ese sentido y en algunos países ya empiezan a ser mayoría.
El problema es la involución de la mujer en aquellas sociedades. Se acabaron sus sueños de independencia y libertad. Las mujeres ya no son más que sombras que deambulan asustadas cual fantasmas vestidas de negro.
Las mujeres occidentales corremos el peligro de perder todo aquello por lo que hasta ahora hemos luchado y que, con tanto esfuerzo, hemos conseguido.
Cristina Martínez Martín es escritora, profesora jubilada y empresaria.