SON DELITOS, NO BROMAS PESADAS
.- El MIEDO A LOS PINCHAZOS LLEGA A ANDALUCÍA DONDE SE HAN DETECTADO UN CENTENAR DE CASOS.
.-OFICIALMENTE HAY MUCHO HERMETISMO, PERO EN EUROPA SE HAN DENUNCIADO MILES DE CASOS SIMILARES COMO SUMISIÓN QUÍMICA.
.-EL PINCHAZO ATERRORIZA A LAS MUJERES Y LES PUEDE TRANSMITIR ENFERMEDADES TAN PELIGROSAS COMO LA HEPATITIS O EL SIDA.
.-TRES MUJERES VÍCTIMAS DE PINCHAZOS RELATAN A MUJERES DEL SUR SU EXPERIENCIA.
Desde que comenzaron los conciertos, ferias y festivales de verano en Andalucía, la sombra del miedo a los pinchazos se ha extendido entre los jóvenes, principalmente entre las chicas. No era solo un mal presentimiento… ya se han documentado un centenar de casos. Las víctimas han denunciado en todas las provincias, pero es en Cádiz donde se registran el 40% de los casos.
EN CARNE PROPIA
Marta Macías es de Campillos (Málaga), tiene 22 años y estudia Educación Infantil. El 30 de julio fue con un grupo de amigos a la feria delpueblo sevillano, Martín de la Jara. La noche transcurría sin problemas hasta que, a las cinco de la mañana, ella y otra chica se subieron a una tarima en la carpa de la feria. Entonces, todo se precipitó.
M.M: –«Había tres chicos señalándome todo el rato y diciendo «esta, esta»… les pregunté qué querían pero se dieron la vuelta, así que pasé de ellos y seguí con mi amiga. De pronto sentí un pinchazo en la parte de atrás del brazo izquierdo que me dolió mucho.»
Enseguida avisó a sus amigos y les pidió que la sacaran de allí mientras otras chicas llamaron a la policía y la guardia civil:
M.M: -«Cuando llegó la policía le conté histérica y llorando lo que había pasado. En ese momento se me durmieron las manos. Los policías me trataron muy bien, me abanicaban, me tranquilizaban y me trajeron agua. Uno de ellos no dejaba de preguntarme cosas para que no me quedara inconsciente».
Marta no perdió la conciencia en ningún momento, pero tuvo otros síntomas:
M.M.-«Se me durmieron las piernas, me pesaban mucho y también me bajaron la tensión y el azúcar, así que me trasladaron en ambulancia al hospital de Osuna. Allí me hicieron análisis de sangre y orina y me dieron glucosa».
Tres horas después llegó su padre. «El médico nos dijo que en la analítica no salía nada, pero que allí no tenían medios para saber si me habían pinchado alguna droga menos conocida.»
Al volver a casa fue a denunciar en la Guardia Civil, donde ya tenían conocimiento del suceso a través de los agentes que la atendieron en la feria. «Me dijeron que a veces el inconsciente te puede jugar una mala pasada y pensar que tienes síntomas que, en realidad, no tienes. Estuve a punto de enseñarle la señal del pinchazo…»
Marta es capaz de describir a sus agresores:
M.M.: -«Eran tres chicos mayores que yo. A dos de ellos los echaron de la carpa, pero volvieron a entrar. La gente los miraba con recelo porque uno de ellos llevaba una mascarilla de panda y otro iba sin camiseta (la llevaba enganchada en el pantalón) y tenía tatuajes en la clavícula.»
Con fiestas, ferias y conciertos de verano por delante, Marta confiesa que tiene miedo a que le pueda pasar de nuevo. «Puedes evitar que te echen algo en una copa tapándola con la mano y estando pendiente, pero ¿cómo te puedes defender de un pinchazo? Yo tengo mucho miedo, la verdad».
Cuando aparecieron los primeros casos en Madrid, Barcelona y Pamplona, nunca pensó que algo así le pudiera pasar a ella:
M.M.: – «Te queda todo tan lejos que no te imaginas que pueda llegar aquí… De todas formas, ese día tuve un presentimiento, una sensación rara en el estómago, como un dolor que te avisa de que va a pasar algo. Y también una tía me advirtió: ten cuidado en la fiesta con el tema de los pinchazos. Parece que me estaban avisando de que me iba a pasar algo esa noche».
HAY MÁS VÍCTIMAS
Marta no ha sido la única víctima de pinchazos que ha contado su historia a Mujeres del sur. En la feria de Málaga, otra joven que prefiere mantener el anonimato, también ha sufrido el mismo ataque. «Fui al baño con una amiga y cuando volvíamos al recinto ferial, las dos a la vez notamos un pinchazo en el muslo. Nos miramos las piernas y allí estaba la señal de la aguja». Ninguna vio la cara de los agresores. Lo único que saben es que formaban parte de un grupo de hombres entre 28 y 30 años.
Con el miedo en el cuerpo y en shock, las dos chicas buscaron a sus amigos:
–«Sólo queríamos encontrarlos por si nos pasaba algo, que nos ayudaran. La policía nos dijo que nos acercáramos a la ambulancia, pero allí nos derivaron al Hospital Regional. Había una cola enorme en la parada de taxis, pero le contamos a la gente lo que había sucedido y nos dejaron pasar».
Aunque estuvieron dos horas en observación, ambas critican que no les hicieran ninguna prueba:
–«Solo nos hacían preguntas constantemente y nos pusieron un tratamiento por si nos pudieran haber contagiado alguna enfermedad. La verdad es que consideramos una negligencia que no nos hicieran una analítica en ese momento. Nos mandaron a casa y nos volvieron a llamar para sacarnos sangre al día siguiente. Los enfermeros fueron muy agradables en todo momento, pero la doctora que nos atendió no sabía muy bien qué hacer. No sabemos si es por falta de protocolo o que como es algo nuevo, no tenía muy claro cómo actuar. Mientras estuvimos en el hospital llegaron otras dos chicas a las que también habían pinchado. Y al día siguiente estábamos diez esperando para hacernos la analítica».
Cuando pensaron ir a la feria, decidieron aparcar el miedo para divertirse. «Creemos que no hay que ir con miedo por la vida, pero la verdad es que cuando nos pincharon no podíamos creer que nos hubiera pasado a nosotras. Ahora sí tenemos miedo al salir de fiesta con mucha gente y vamos todo el rato mirando las manos de las personas».
VIGILANCIA EN LA FERIA MALAGUEÑA
Desde el hospital Clínico de Málaga, donde han atendido al menos cinco casos en los últimos días de feria, aseguran que hay mayor afluencia de jóvenes a urgencias, pero también que no todos los casos son reales. «Hay gente que se ha sentido mal y piensa que ha sido a causa de un pinchazo. Algunos casos resultan ser una falsa alarma, pero los tratamos de todas formas porque hay que ser precavidos, sobre todo ahora con las fiestas y la concentración de jóvenes en discotecas y zonas de ocio. Existe un protocolo según el cual damos parte a la policía y se hacen los controles necesarios para comprobar si se les ha inyectado alguna sustancia. Afortunadamente, aunque algunas chicas dicen que les han pinchado, a veces no localizamos ninguna marca externa que lo confirme».
En la feria de Málaga se ha querido contrarrestar la alarma generada por estas agresiones con un protocolo específico entre la Policía Nacional y la Local que incluye un refuerzo de cacheos preventivos y especial atención a quienes puedan usar objetos punzantes. Agentes de paisano recorren el ferial atentos a cualquier posible lesión, además de las 36 cámaras de videovigilancia que controlan el centro histórico las 24 horas.
Las víctimas y los testigos de pinchazos pueden solicitar ayuda y asistencia, tanto a los agentes como en los «Puntos violeta» repartidos por el recinto donde los identifican y los derivan al hospital, si presentan síntomas, para que los médicos determinen si se les ha inoculado alguna sustancia o se han producido abusos o agresiones físicas.
DE BROMA A DELITO
Al margen de los pocos datos facilitados, hay total hermetismo sobre el tema. Nadie quiere pronunciarse oficialmente, aunque en privado expresan sus dudas de que esta sea una nueva forma de sumisión química. Creen que es una «broma pesada» que, desgraciadamente, se ha puesto de moda.
A las víctimas esto no les hace ninguna gracia. Puede ser que no les inoculen ninguna sustancia, pero el pinchazo sí les puede transmitir enfermedades tan peligrosas como la hepatitis o el VIH. Además, es una manera muy eficaz de aterrorizar a las mujeres para que no vayan tranquilas y confiadas por la calle y se resignen a quedarse en casa.
La Junta de Andalucía ha puesto ya en marcha un protocolo por el que la apertura de un parte de lesiones puede acabar en un juzgado, así que los agresores están advertidos: lo que están haciendo no es una broma, es un delito.
Por Patricia Martín y Sara Ramos