Por Cristina Martínez
El día de la madre hay que comprarle un regalo a nuestra madre, que los perfumistas deben vivir y asimismo las floristerías. El día del padre otro tanto, que nuestro padre lo merece y el mercado nos ofrece muchas posibilidades de hacerlo feliz con un regalo. El día de los abuelos hay que llevarles un regalito y también una bandejita de dulces pues se portan de maravilla cuidando a los nietos cuando los papás no pueden hacerlo por cuestiones laborales. Además esos días se va al restaurante, para que ni la mamá ni el papá ni los abuelos cocinen. Eso sí, hay que reservar porque los restaurantes están todos llenos esos días.
Luego está el día de los enamorados y los joyeros tan contentos, pasar por el periodo completo de la Navidad es otra prueba difícil para el bolsillo, el cumpleaños y el santo correspondiente de cada uno de los miembros de la familia, incluidos tíos y primos, otro tanto y la primera comunión de los niños, no veas, y la despedida de solteros y, por supuesto, las bodas, una agonía. Hay que añadir posteriormente el aniversario de boda y todas esas otras fechas en el calendario que transforman un día anodino en uno especial.
«En fin, de lo que se trata es de dar respuesta a esa voraz necesidad social de consumir para ser feliz».
Y quien no se lo puede permitir lo pasa fatal porque se siente extraterrestre o un paria de la tierra… Por favor, un poquito de reflexión. A fin de cuentas, el día de la madre, el del padre o el de todos los demás miembros de la familia es todos los días. La Navidad está perdiendo su esencia de reencuentro familiar para transformarse en una comilona de la que todo el mundo sale empachado y eso cuando no estallan las tormentas familiares larvadas a lo largo del año…
No nos confundamos. Todas esas excusas para consumir de forma desmadrada son un despropósito para nuestro planeta; un planeta que nos estamos cargando a una velocidad de vértigo, del que estamos agotando sus recursos naturales y extinguiendo su vida animal.
«Se puede disfrutar de la vida sin agostar nuestra economía comprando cosas que no necesitamos».
Se puede festejar a alguien con nuestro afecto, con nuestra sonrisa y regalarle algo que hacemos o elaboramos nosotros mismos para esa persona. Haciendo algo por los demás se puede, además, disfrutar mucho de la vida. O sea, se puede disfrutar de la vida sin consumir. Tenemos demasiado de todo.
Cristina Martínez Martín es escritora, profesora jubilada, empresaria y feminista.