
LA PASIÓN DONDE LA TELE NO LLEGA
.-Tres lugares fuera del foco sevillano o malagueño, Getafe, Mijas y Benetússer, en los que su Semana Santa late con fuerza: procesiones íntimas, paisajes blancos y gestos solidarios
tras la DANA.
Por Mario Merino

Aunque suene raro decirlo en voz alta, no toda la Semana Santa pasa por Sevilla o Málaga, Salamanca o Valladolid. Sin ir más lejos, en Getafe, al sur de Madrid, se vive con una intensidad más cercana, más de pueblo dentro de la ciudad, y con una tradición que sorprende por lo cuidada. Lo que poca gente sabe es que esta Semana Santa está declarada Fiesta de Interés Turístico de la Comunidad de Madrid desde 2009.

En Getafe participan nueve hermandades, todas ellas organizadas bajo una misma Junta de Cofradías. Sacan más de 20 pasos procesionales algunas con imágenes de valor artístico, como el Cristo de la Buena Muerte (s. XVIII), o la Virgen del Mayor Dolor.

A diferencia de Sevilla, donde la Semana Santa también tiene un componente social y
turístico fuerte, en Getafe predomina una celebración de base vecinal, muy marcada por la historia obrera y comunitaria de la ciudad. Aquí no hay palcos, ni calles cortadas para el
turismo. Todo es más de andar por casa. Esa autenticidad, aunque más silenciosa, es justo lo que la hace tan especial.

En la Costa del Sol, Mijas celebra una Semana Santa que combina tradición y belleza en sus tres núcleos: Mijas Pueblo, Las Lagunas y La Cala. Con cinco cofradías y hasta 12 tronos recorriendo las calles durante la Semana Mayor, la localidad ofrece una experiencia única para residentes y visitantes. El Miércoles Santo inicia los desfiles procesionales con la Cofradía del Santísimo Cristo de la Columna, seguida por la Venerable Hermandad del Dulce Nombre de Jesús Nazareno el Jueves Santo, y la Hermandad de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores, que procesiona tanto el Jueves como el Viernes Santo por la noche.

Lo que hace especial a la Semana Santa de Mijas es su entorno: calles empedradas, casas
encaladas y balcones floridos que enmarcan cada procesión, creando una atmósfera íntima y acogedora.

Y más al este, en la Comunidad Valenciana, hay otro ejemplo de Semana Santa con alma:
Benetússer, un municipio cercano a Valencia que también celebra con intensidad su Semana Mayor. Aquí las procesiones no son solo una expresión de fe, sino también de solidaridad. En 2024, la localidad sufrió el embate de la DANA, y en plena Cuaresma, la Junta de Hermandades de Semana Santa de la diócesis de Valencia organizó una eucaristía y entrega de un donativo solidario a Cáritas Benetússer, en ayuda a los damnificados por las riadas. Además de este gesto, Benetússer cuenta con una Semana Santa muy singular, donde se mezclan los pasos procesionales con representaciones teatrales al aire libre desde 1949. La celebración ha sido reconocida como Fiesta de Interés Turístico Provincial, y se vive en calles estrechas, alta participación vecinal y una profunda conexión entre fe y territorio.

Estas Semanas Santas, más pequeñas y a menudo olvidadas por los focos mediáticos,
muestran otra forma de vivir la tradición: más vecinal, más auténtica, más ligada al entorno. En Getafe, Mijas o Benetússer, la Semana Santa no es solo una cita religiosa, sino también una forma de cuidar la memoria, el barrio y al prójimo. No hay grandes titulares, pero sí una emoción honda que pasa de generación en generación. Y ahí, en ese recogimiento sin platós ni altavoces, está su mayor fuerza