Por Cristina Martínez.-
Estamos viendo una y otra vez a asesinos que salen de prisión y vuelven a cometer en el espacio de meses un crimen aún peor que el anterior.A la indignación generalizada de la sociedad sucede el olvido. No se buscan responsables. Nuestra sociedad permite al asesino velar su rostro para que no lo reconozcan cuando debería ser lo contrario, mostrarlo para que sepamos con quien nos la jugamos. Luego de ser condenados, y tras un tiempo en prisión a mesa puesta, sin hacer nada por ganar el pan que comen y que pagamos todos con nuestros impuestos (hay muchas playas por limpiar, montes por desbrozar y basuras por reciclar), los asesinos salen de nuevo a la calle…
Laura Luelmo, maestra, con una vida por delante dedicada a enseñar a nuestros hijos.
Mari Luz Cortés destrozada con tan solo cinco años. Diana Quer, tronchada en la flor de su vida… Todas ellas asesinadas por monstruos que nunca deberían haber salido de prisión.
Todas ellas casos conocidos, aireados por la prensa, y que nos espantan, pero también hay todo un batallón de mujeres de todas las edades asesinadas no ya por depredadores sexuales sino por sus parejas o ex parejas. Y no solo caen mujeres, sino también con ellas, niños, los peones débiles del sistema…
¿Por qué las matan?, nos preguntamos. Pues, por no responder a los deseos de sus asesinos quienes olvidan que nadie es dueño de la vida de otro y que no se le pueden poner rejas a los sentimientos…
No hay perdón ni regeneración posible para quien ha cometido un crimen y, aún menos, un doble crimen. Me tacharán de intolerante, pero en tanto en cuanto arrebatar una vida no se pague con otra vida en prisión para siempre, los asesinos en potencia no temerán por sus actos.
Cristina Martínez Martín es escritora