LA ACTUAL CRISIS DEL FEMINISMO ES LO MÁS TRISTE QUE ME HA PASADO EN POLÍTICA
.-«A las feministas les digo que dejemos de lado nuestras disputas porque tenemos toda una sociedad patriarcal que cambiar de raíz».
.-Aunque no se lleva con Irene Montero, cree que a la ministra se la critica con especial voracidad precisamente por ser mujer.
.-La lideresa de «Adelante Andalucía» dice que se hizo andalucista por el mismo proceso que feminista, para luchar contra la opresión.
Feminista, andalucista y de izquierda ¿Quién da más? Hablamos de María Teresa Rodríguez-Rubio Vázquez (Rota, Cádiz, 1981), más conocida como Teresa Rodríguez, lideresa de «Adelante Andalucía» y una mujer curtida en las lides de la política local, nacional y europea pese a su juventud. No en vano fue la primera en cuestionar la vorágine de Podemos cuando nadie se atrevía a levantar un dedo contra el secretario general y líder del movimiento 15M, Pablo Iglesias:
«Sí, fui la primera que tuvo un encontronazo con el estilo de Pablo pero no la única. Después vinieron muchas más, entre ellas, Carolina Bescansa», dice.
Pero también planta cara con su andalucismo de izquierda a los partidos que, asegura, sólo se acuerdan de esta comunidad autónoma en campaña electoral. «En esta legislatura sólo han hablado tres veces de Andalucía», denuncia, por eso insiste en la necesidad de tener en las Cortes y en los Ayuntamientos una voz andalucista propia.
T.R.: -«Igual que nadie pone en duda la necesidad de Ezquerra, del BNG, de Compromis, de Bildu incluso, o del PNV esperemos que nadie ponga en duda la necesidad y la oportunidad de un proyecto Andalucista de izquierda. No vamos a esperar más para tener presencia andalucista en el Congreso de los Diputados, igual que la vamos a defender en los ayuntamientos en estas elecciones municipales».
Con estas mismas palabras Teresa Rodríguez explicó sus convicciones políticas a Yolanda Díaz: «Desde la izquierda somos aliados, pero no vamos a renunciar a tener nuestra propia voz andalucista». Una voz que, para Rodríguez, casa intrínsecamente con el feminismo:
T.R.: -«Para mí, el proceso de hacerme Andalucista fue parecido al de hacerme feminista. Es decir, la necesidad de denunciar nuestra propia situación de opresión. Si existe una estructura económica y política que somete sistemáticamente la realidad del pueblo andaluz, y lo hace por unas cuestiones históricas y económicas que son fácilmente definibles y por una especie de colonialismo interno que sufrimos históricamente, frente a esa realidad, igual que la de las mujeres que somos también discriminadas por razones históricas, materiales y simbólicas, es necesario emprender una lucha específica y hacerlo de forma autónoma. Como hicimos las mujeres, luchar por nosotras mismas, pues también desde el andalucismo.»
«Porque nadie más va a defender nuestros intereses, va a sentir nuestros deseos, va a sufrir nuestras penas y nuestros dolores si no lo hacemos nosotros y nosotras mismas. Eso que el feminismo descubrió en el siglo XIX el andalucismo también lo hizo, y esa lucha se sigue necesitando al día de hoy, porque seguimos protagonizando las cifras más duras de todos los indicadores sociales y económicos de este país», añade.
MENOS ESTRESADA, MÁS FELIZ
Perteneciente también al movimiento anticapitalista de Andalucía, la política invade todos los poros de esta gaditana que desde que, en 2015, entrara como diputada en el Parlamento Andaluz, entonces en las filas de Podemos, su personalidad clara, fresca y contundente no ha pasado desapercibida. El año pasado dejó voluntariamente su escaño para dedicarse plenamente a su partido.
M.S.: Desde que abandonó el Parlamente Andaluz su proyección mediática, que ha conocido momentos de alta intensidad, ha disminuido mucho. ¿Se arrepiente?
T.R.: -«No. Porque, por un lado, tenemos un sustituto que lo está haciendo muy bien, José Ignacio García, que tiene intervenciones muy buenas en el Parlamento Andaluz y, por otro, porque tengo así las manos libres para poder participar más en los medios de comunicación. Voy a televisión dos veces al mes y puedo diversificar mucho más la aparición pública con este formato. La verdad, yo estoy mucho más feliz, y eso se proyecta en mi actividad política: se reduce el estrés, tengo más capacidad para pensar las cosas con mayor claridad, para ver qué es lo importante. Creo que hago mejores contribuciones en mi dirección política de las que hacía cuando estaba en el Parlamento».
M.S.: -¿Y de haberle plantado cara a Pablo Iglesias y separarse de Podemos se ha arrepentido alguna vez?
T.R.: –«No estoy muy orgullosa de los procesos de ruptura en Podemos, porque fue un proyecto muy ilusionante al principio, que cosechó muchas posibilidades de transformar la realidad del estado español y de las clases populares. De alguna forma, una parte de su incapacidad para poder cumplir con las expectativas fueron también sus dificultades internas».
«Hubiera tenido que morirme y volver a nacer para no enfrentar determinadas lógicas organizativas que se daban en Podemos».
«No se puede defender un modelo de sociedad diferente, donde haya respeto por las minorías, participación pública, más democracia y más descentralización desde un modelo de centralismo férreo, de ordeno y mando. Eso es una contradicción primigenia, como un pecado original,» insiste.
M.S.: En política la gente se lo calla todo.
T.R.: -“Sí, se lo calla todo porque la mayoría vive de eso. Muchas veces se dice que en la izquierda se pelean mientras que en la derecha van a una. Yo creo que los partidos profesionales van a una porque son eso, profesionales de la política, y necesitan mantener sus puestos de trabajo, algo muy humano. Desde el momento en que empiezan a cobrar un sueldo como representantes públicos sus posiciones políticas dependen mucho de quienes les mandan y miden permanentemente sus lealtades para poder mantenerse en el cargo. Eso es muy llamativo. Recuerdo que, por ejemplo, en el caso de Susana Díaz, todo el mundo era ‘susanista’ y de un día para otro la misma gente se hizo ‘espadista’.»
«Son cosas que pasan a menudo y que tienen que ver con la profesionalización de la política, algo que desnaturaliza mucho lo que es la defensa de unos ideales y la construcción de un proyecto colectivo», apostilla.
EL BESO
M.S.-Otro de sus momentos más conocidos fue cuando, sin que vd. lo consintiera, el empresario sevillano Manuel Muñoz le estampó un beso. Vd. fue muy valiente al denunciarlo y, finalmente, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) lo condenó cuatro años después, por un delito de «abuso sexual en concurso con otro delito de falta de respeto y consideración debida a la autoridad». ¿De eso sí se siente orgullosa?
T.R.: –«Sí, no tanto por haber conseguido su condena como por la repercusión que puede tener en otras situaciones parecidas. Es decir, el objetivo mío con esa persona era primero, que no pudiera tomarse ese tipo de libertades con otras mujeres, acabar con esa impunidad. Si hacía eso conmigo qué no haría con una trabajadora suya por ejemplo, o con una igual. Y segundo, lanzar el mensaje público de que ese tipo de cosas no son bromas sino que son delitos que están tipificados y tienen condena».
«Los dos objetivos- añade Teresa Rodríguez– creo que de alguna forma pudieron cumplirse pero no lo tuve fácil al principio porque me pasó lo que a todas las mujeres: el miedo a no ser creídas. Lo que a mí me lanzó definitivamente a ir a los tribunales -primero puse fue una denuncia ante la Fiscalía- es que había un vídeo, porque yo estaba muy sola en un pasillo de la Cámara de Comercio. Lo que me salvó en el juicio fue el vídeo, porque yo temía que fuera a salirme el tiro por la culata y, que de alguna forma, lanzara el mensaje contrario: que hay mujeres malas que denuncian falsamente porque quieren venganza o quieren notoriedad»
Esa fue su gran disyuntiva, según reconoce, en aquel momento: «Hoy, cuatro años después, me llama la atención por ejemplo el caso de la denuncia por agresión sexual contra el futbolista Dani Albes, en el que la denunciante ha renunciado a la indemnización para que no se piense que su objetivo es el dinero. Tiene guasa, porque no debería de renunciar, pero entiendo perfectamente sus razones por su necesidad de ser creída», aclara.
CRÍTICAS POR SER MUJER
M.S.: ¿Se identifica con las políticas del Ministerio de Igualdad en este momento?
T.R.: –«En general sí, no me duele en prendas decirlo. ¡Y mira que tengo una relación mala con Irene Montero! Pero aún así publiqué una tribuna en El País que planteaba la situación de defenestración que sufre la ministra de Igualdad por parte de la derecha y de los poderes económicos y mediáticos. Son, de alguna forma, ataques que sufrimos todas las feministas más allá de las discusiones que podamos tener en el seno del movimiento de mujeres sobre algunas cuestiones como la ley Trans o la prostitución».
M.S.: ¿Cree que a las mujeres, por ser mujeres, hay que criticarlas con menos intensidad que a los hombres?
T.R.: –«Es que yo creo que a Irene Montero la critican con especial voracidad precisamente por ser mujer, y que ese traje hecho a medida de una política joven, incompetente, soberbia, incapaz de escuchar o de argumentar y no tan conocida por ella misma como por los comentarios que otros hacen hasta de su aspecto físico, es muy propia del patriarcado hacia las mujeres que ejercen la política, especialmente las de izquierdas y feministas».
«Cito también -añade- el caso de Bibiana Aído (ministra de Igualdad desde 2008 a 2010), alguien que está todavía más lejos de mis postulados políticos y que sufrió el mismo tipo de ataque. Yo recuerdo perfectamente esa caricatura sistemática que se hacía de ella por su figura más que por ser ministra».
M.S.: Entre una mujer y un hombre con el mismo nivel de competencia ¿cree que la sociedad se ensaña con ellas y a ellos los libra?
T.R.: –«Está clarísimo. Incluso siendo las mujeres más competentes tienen que demostrar el doble sobre su buen hacer. A a veces incluso deforman su imagen: si es joven, si es de izquierdas y es feminista va a estar distorsionada, caricaturizada sistemáticamente, de forma que la sociedad sienta tanta antipatía por ella que ni siquiera escuche sus discursos».
LA PEOR CRISIS FEMINISTA
M.S.: El feminismo en nuestro país atraviesa una de las crisis más importantes de su historia. La polémica por las leyes del Ministerio de Igualdad ha originado dos facciones claras y una de ellas pide abiertamente la dimisión de la ministra. Según varios estudios, en la calle el feminismo se ha deteriorado mucho. ¿Cómo lo ve?
T.R.: –«No tengo muchas esperanzas. Para mí, la verdad, ha sido un golpe muy duro, más que el golpe de Podemos».
«Estamos ante la división y el freno en seco por nuestras propias actitudes internas y ahí me incluyo».
«El movimiento feminista –sigue diciendo la líder andalucista– era el único espacio de contracultura frente al crecimiento de Vox en los institutos y en los barrios de nuestro país. Que por discusiones muy puntuales sobre cuestiones muy concretas y muy complejas hallamos roto completamente aquellas movilizaciones mundialmente conocidas de los años 17, 18 y 19 y la huelga de mujeres, me parece de lo más triste que me ha pasado en política en los últimos años ¡y mira que me han pasado cosas tristes…! pero esta, seguramente, es la que más».
«Hemos dejado huérfanas a las chavalas jóvenes, de institutos, que tienen que enfrentarse ahora, una a una, en solitario, a las posiciones reaccionarias de sus compañeros en algunos casos, por el crecimiento del neomachismo, y estar además a la defensiva de Vox que ha ido calando entre la gente joven y las clases populares», asegura.
Esta situación, dice Teresa Rodríguez, le genera «una tristeza tremenda y sólo espero que venga una nueva generación de mujeres jóvenes, y que nos pasen por encima a las que desde el movimiento feminista ya parece que hemos cumplido 200 años.»
«Deberíamos de estar ya en un segundo lugar por nuestras disputas y nuestras discusiones de salón y lo siento de verdad con toda la rabia del mundo. La ley Trans o sobre la prostitución son leyes a las que sistemáticamente nos referimos para rompernos entre nosotras», confiesa.
TODO ES POLÍTICA
El disgusto del feminismo lo lleva Teresa Rodríguez sobre sus hombros junto con las complicaciones propias del activismo político, la crianza de dos niñas y la convivencia, como ella dice, «con un papá alcalde».
T.R.: –«Es súper difícil y súper complicado compatibilizar. Imagínate la vida familiar, la laboral y súmales también la vida militante y activista como una tercera faceta. Hay una pugna de prioridades sistemática entre lo público y lo privado. Me gusta hablar de esto porque yo creo que todo es politizable y político».
El año pasado, el día de reflexión en la campaña de las elecciones autonómicas, Teresa Rodríguez hizo público un vídeo en el que se la veía dedicando la jornada a poner lavadoras y otras tareas domésticas.
Opción que ella defiende aunque está por ver si este año no será su marido, Kichi (José María González Santos), quien las haga ya que no se presenta a la reelección para la Alcaldía de Cádiz. En todo caso dice Rodríguez, hay algo que le resulta chocante: que los candidatos y candidatas se dediquen por ejemplo a hacer footing el día de reflexión, tal como muestran los vídeos que se envían a los medios desde sus partidos:
T.R.: –«Si vienes de una campaña electoral en la que no has parado, has viajado por toda Andalucía ¿Te vas a poner a pasearte o a hacer footing el día de antes de las elecciones? Lo lógico es ocuparte de tu casa que lo necesitará y de las tareas domésticas con tu compañero o con tus hijos y tus hijas.»
Así es ella, tan clara y llana como reivindicativa. No disimula la briega que tiene con Candela y Aurora, sus dos niñas de 3 y 4 años, «un torbellino de energía constante de la mañana a la noche. Están en una edad muy graciosa». Cuenta que hasta que cumplieron los seis meses llevó a las niñas al Parlamento cuando era diputada porque tenía que darles de mamar. Tuvo la suerte, dice, de que las críticas a las parlamentarias que daban lactancia se las llevara todas su «amiga Carolina Bescansa». En su caso particular sólo hubo una reclamación del grupo de Vox que no llegó a prosperar. A la pequeña todavía le da el pecho.
Su atención política, como la de buena parte del país, está puesta ahora en las elecciones del domingo 28 de mayo. Tiene que demostrar en las urnas que su proyecto andalucista, de izquierda, anticapitalista y feminista tiene sentido y respaldo popular, contrariamente a lo que piensan en otras formaciones políticas como Izquierda Unida y Podemos, tan próximas como distantes a la vez. En cuanto al feminismo, le pide acabar con la contienda:
T.R.:-«Las feministas tenemos que dejar a un lado nuestras disputas, que son razonables porque los argumentos de todas las compañeras, defiendan lo que defiendan, tienen siempre una parte de lógica aplastante. Son problemas complejos que podemos abordar de forma paralela pero tenemos muchas cosas en común y mucho trabajo que hacer, una sociedad patriarcal que cambiar de raíz para nuestros hijos e hijas y para las que vienen después. Pido que nos centremos en eso y que nos tratemos con más cariño, podemos opinar distinto pero seguir queriéndonos».
Quería, tenía que decirlo y, como no hay quien la calle, ahí queda dicho. Ahora le toca mover ficha al feminismo.
Nani Carvajal